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DE FRENTE Y DE PERFIL 

RAMÓN ZURITA SAHAGÚN

Desde que se instrumentaron los debates como un vehículo del conocimiento y difusión de las ideas de las plataformas y programas de gobierno de los candidatos y sus partidos, poco se ha podido abrevar de ello.

 

Eso sí, los debates han servido para el chismerío, las descalificaciones, las acusaciones y hasta denuncias, pero no para el debate de las ideas.

De aquel lejano 1994, cuando Mayte Noriega fue seleccionada para conducir el primero de ellos, entre los candidatos presidenciales del PAN, Diego Fernández de Cevallos; PRI, Ernesto Zedillo Ponce de León y PRD, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, mucha tina y saliva se ha gastado en el tema.

Sin embargo, con todo y ser una figura nueva en el escenario de la democracia mexicana, tal vez ese debate sea de los más salvables entre todos los que han ocurrido, tanto a nivel nacional, como estatal o hasta municipal.

Es cierto que Zedillo Ponce de León distaba (dista todavía) en aquel entonces de ser un político con vocación y formación, pero a Diego le sobraba oficio y a Cuauhtémoc experiencia, por lo que el debate no fue tan aburrido como otros.

Desde ese momento se decidió que los candidatos a gobernadores tendrían sus debates, dependiendo de las leyes electorales locales y si se planeaba uno o dos, no más allá de eso.

Nada digno de ser recordado, más que las anécdotas reflejadas en alguno de ellos como el de Ángel Aguirre y Manuel Añorve, anteriormente socios y en ese momento candidato uno del PRD y el otro del PRI al gobierno de Guerrero. En pleno debate, Añorve trató de sacar raja al cambio de siglas de Aguirre y le espetó, ya no sé cómo decirte, si antes eras priista y ahora perredista o cómo, a lo que Aguirre con una sonrisa en el rostro le respondió, no te preocupes dime como siempre “Jefe”.

O aquel de Francisco Labastida que se quejó en pleno debate de los apodos que le ponía su adversario del PAN, Vicente Fox, quien le decía “lavestida”.

Eso pegó en el ánimo de los electores que vieron a un Labastida abatido y empequeñecido y seguramente le bajó algunos cientos de votos.

También el de los candidatos del 2006, en que Roberto Madrazo Pintado recibió no solamente la acusación de ser evasor fiscal, sino que desapareció de pantallas, al agacharse a recoger unos documentos en el suelo.

Finalmente esos episodios quedan en el anecdotario y las pocas propuestas nadie las recuerda.

Eso sucedió recientemente en los debates realizados en doce estados en que se encuentran en juego los gobiernos estatales y en los que se advierte habrá alternancia en varios de ellos.

De Oaxaca se recuerda la juramentación del priista Alejandro Murat Hinojosa de que su padre, el hoy cuestionado José N. Murat, no tendrá injerencia en su gobierno, si es que gana.

Y es que desde que se estableció una nueva generación de políticos que aspiran a ocupar los cargos que tuvieron sus padres, uno de los principales reclamos es el de convertirse en poder tras el trono.

Eso sucede en Oaxaca, donde José N. Murat fue gobernador hace menos de veinte año y ahora corresponde, cuando menos la candidatura, a su hijo mayor.

Del padre hay quienes cuestionan su gobierno y otros, los beneficiados, lo aplauden.

Sin embargo, será la población, la que defina si le da el voto al hijo, como lo hicieron antes con el padre.

En Veracruz, los debates fueron dos, el primero más sangriento que el segundo, ya que fue en esa primera instancia, cuando los primos hermanos Yunes sacaron sus verdades uno del otro, acusando el conocimiento que tienen entre la familia.

Lo más destacable fueron los errores cometidos por la moderadora, Adriana Pérez Cañedo y los cuestionamientos al gobierno de Javier Duarte de Ochoa, quien recibió las más fuertes descalificaciones.

Corrupción, robo del erario público, causa de desapariciones, violencia, endeudamiento y crisis económica, fueron los principales temas abordados por los candidatos opositores. En Veracruz vivimos una crisis dentro de la crisis nacional e internacional, donde la inseguridad e impunidad campean, la corrupción aumenta y nos ahoga, nos degrada, nos lastima, nos indigna, dijeron varios de los candidatos participantes.

El tema de la seguridad fue el elegido por los primos Yunes, Miguel Ángel, el mayor, señaló a los gobiernos de Veracruz estar al servicio de la delincuencia, mientras que Héctor, el menor, descalificó los señalamientos de su familiar, al acusar que no tiene autoridad moral para hablar de seguridad en Veracruz, cuando en su gestión como secretario de Gobierno en la administración de Patricio Chirinos se cuadriplicaron los homicidios.

Lo más fuerte fue cuando Héctor acusó a su primo Miguel Ángel de pedófilo, aunque cayeron en el juego de acusaciones mutuas al señalarse como ignorantes y represores.

Para el segundo debate la chiquillería armó un trabuco para embestir a los candidatos del PAN, Miguel Ángel Yunes y al de MORENA que (inexplicablemente para ellos) creció en las encuestas.

Claro que lejos de propuestas reales, todo se convirtió en un circo, donde salió mejor librado el priista Héctor Yunes Landa, que aprovechó para presentar a parte de lo que será su gabinete, si es que gana en los comicios del próximo cinco de junio.

Hidalgo es otro que pasará al anecdotario como el momento en que el panista Francisco Xavier Berganza cuestionó la sexualidad del priista Omar Fayad Meneses.

En Aguascalientes, el panista Martín Orozco y la priista Lorena Martínez también aprovecharon el debate para lanzarse acusaciones al por mayor.

Sinaloa, Tlaxcala, Tamaulipas, Chihuahua, Quintana Roo, Durango, Zacatecas y Puebla, tuvieron sus propios debates, menos intensos.

 

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