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POR LA ESPIRAL 
 
Claudia Luna Palencia
@claudialunapale 
 
Mientras los petroprecios zigzaguean y los expertos en geoeconomía siguen viendo el túnel demasiado oscuro (no precisamente por el color de los carburantes), la guerra entre las principales divisas  que pueblan el sistema internacional trae de los nervios a los contables y administradores de las empresas así como a los gurús gubernamentales.
En los últimos 18 meses cuadrar las cuentas para consolidar los balances -sean privados o públicos- está resultando un quebradero de cabeza, además contra todo pronóstico el euro prosigue su fortaleza respecto al dólar.
En enero de este año se preveía que muy pronto el dólar y el euro  alcanzarían la unidad, la paridad de uno a uno, al menos una tendencia mucho más apreciable para finales de 2016 y para consolidarse el próximo año.
A estas alturas dudo mucho que después del verano, el euro se desinfle con impetuosa intensidad  respecto al dólar, salvo que la burbuja de volatilidad que le ha catapultado en los últimos meses derive más bien de la incertidumbre politica en los Estados Unidos; el temor a los resultados en sus presidenciales. 
Es  decir que más variables de peso geopolítico que geoeconómico estén  lubricando la burbuja entre el euro y el dólar; y vamos a decirlo, hemos llegado a al lumen en la globalización, con  la política y la economía  retroalimentándose y sosteniendo una simbiosis irrreversible.
Hasta el día de ayer, el euro se cambiaba a 1.1326 dólares; en el mercado mexicano se están  presentando niveles no vistos en toda la historia de la euromoneda (en circulación desde 2002) cotizando a  casi 21 pesos por euro a la venta y 20.41 a la compra.
Y si el euro que es la segunda divisa a nivel global se fortalece, el dólar que es la primera se mantiene expectante ante las próximas decisiones de política monetaria por parte de la Reserva Federal. 
En este escenario de bruma entre las divisas globales,  los países más expuestos a los shocks internacionales están por la calle de la amargura, en efecto son los emergentes.
Además del golpetazo en las finanzas públicas y en los respectivos presupuestos federales debido a la contracción en los petroprecios y la menor disponibilidad en los ingresos vía las divisas, a eso hay que echarle un cerillo para tener lumbre en la hoguera de la macroeconomía. 
Por un lado, se enfrenta una menor entrada de ingresos por divisas y por el otro, hay que dar más en moneda local para pagar todos los amplios compromisos adquiridos en dólares y en euros más sus intereses. Así es que el incendio no es nimio.
En México con un dólar también en niveles nunca antes  experimentados (hasta ayer un dólar se vendía por 18.58  pesos) ni en los peores años del salinato trágico cuando la devaluación en ciernes llevó al país al borde de pedir auxilio  financiero a Washington. 
Es verdad que hay diferencias respecto de 1994 partiendo de la base de que en dicho año prevalecía un sistema cambiario fijo, que las cuentas externas del país eran endebles, había un enorme endeudamiento en Tesobonos y sobre todo  se contaban con arcas famélicas  en reservas internacionales. 
A COLACIÓN
Quisiera dar buenas noticias de aquí al cierre del año, estamos justo a la mitad. Desde poco antes de que 2015 diese el portazo final comentamos en varias ocasiones en esta columna que el año venidero -éste que transcurre- sería negativo en muchos aspectos y enumeramos punto por punto en qué renglón.  Para los próximos seis meses  no creo que el panorama actual cambie demasiado al menos no con la celeridad deseada.
Habrá que esperar a saber quién gobernará en Estados Unidos, aguardar a que el entorno internacional siga digiriendo los cambios en la política monetaria de la Unión Americana; que el petróleo halle un estabilizador inmediato y China demuestre que su desaceleración ya concluyó.
Por lo pronto resta protegerse sobre todo si se tiene un endeudamiento en dólares o en euros y ser prudentes muy muy prudentes con todo lo relacionado con la toma de decisiones.  Esto aún podría ser demencial…

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