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Guerrero avergüenza

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  • En esas secundarias recién inauguradas a la sombra de Solidaridad, las niñas dejan de acudir los días de su menstruación porque los baños estuvieron en los planos, en el presupuesto, pero nunca se entregaron
 Gregorio Ortega Molina 

gregorioHugo Arce Norato me incorporó, en tres ocasiones, a sus brigadas médicas que recorrieron el Guerrero miserable. Dentistas, gastroenterólogos, médicos generales, además de entregar de medicamentos de manera gratuita.

 

Fueron días intensos, llenos de desencanto. Una frustración detrás de cada ser humano, o convertida en compañera de regidores, alcaldes, maestros, comisarios ejidales y hasta mayordomos, ese cargo honorario que desempeñan en beneficio de los templos y congregaciones religiosas. Cuando se escuchan tantas mentiras y se convierten en testigos de tantos engaños, se niegan a creer que la verdad pueda existir.

Los acompañé a recorrer Tierra Caliente, donde encontré poblaciones cuyos nombres evocan lo que nunca fue: Placeres del oro; también en la montaña, donde los lugares todavía escurrían sangre de ejecuciones cometidas durante el sexenio de Carlos Salinas: Tlacotepec, por ejemplo.

Sobre esas infamias, las visitas a los edificios escolares recién inaugurados, pero incompletos, porque los construyeron sin baños, y los alumnos debían correr a sus casas o esconderse en las milpas, al momento en que la naturaleza de sus cuerpos les hacía un extrañamiento.

Escuelas secas, idénticas a la tierra sobre la que fueron construidas, pero en las que los patios no fueron aplanados, o tampoco lo hicieron en los pisos de los salones; escuelas recién terminadas, pero sin ventanas, o esos planteles de Tierra Caliente, donde los directores preferían llevar al tiradero municipal de Ciudad Altamirano los desayunos escolares antes que entregarlos a los alumnos. Testimonios y fotografías fueron publicados en unomásuno en 1995, merecieron el premio José Pagés Llergo al mejor reportaje.

Coincidió nuestra visita con el apadrinamiento a una generación egresada de una escuela secundaria. Acudimos al guateque, la comida, la música, el mezcal para los adultos, el baile para todos. Intenté pararme a sacar a una hermosa egresada a bailar, y la mano derecha de Hugo Arce, como garra de águila, me detiene y advierte: puede costarte la vida.

Se azoran por lo que ahora sucede en Guerrero, pero han aguantado tanto, han sido tan engañados, que qué puede esperarse de esos mexicanos dispuestos a reeditar la Guerra en el Paraíso, para honrar su dignidad y la memoria de Carlos Montemayor.

Y me cuentan, me dicen, porque en mis visitas no lo vi, que en esas secundarias inauguradas a la sombra de Solidaridad, las niñas dejan de acudir los días de su menstruación porque los baños estuvieron en los planos, en el presupuesto, pero nunca se entregaron.

De ese tamaño.

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