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Tlatelolco 1968

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Molinos de viento

Roberto Rodríguez Baños

(AMI) En las páginas 12 y 13 de la edición 799 del semanario Siempre!, fechado el 6 de octubre de 1968, precedido por el balazo Cinta sonora que relata el drama, firmado por Leonardo Femat y con el título La noche de Tlatelolco, “este relato [advierte el servicio de Amex, la Agencia Mexicana de Noticias de Luz María Díaz Caneja] ha sido extraído de la cinta magnetofónica grabada por el reportero Juan Ibarrola. Como un registro fiel de la dramática realidad ha sido trasladado al papel”. Continúa:

 

México, DF, 2 de octubre (Amex). “La grabadora habla por sí sola. Qué les puedo decir. Vayan, vayan todos; probablemente después puedan decir algo”, dice Juan Ibarrola al llegar, exhausto, a la redacción de la Agencia Mexicana de Noticias.

La cinta empieza a correr. Ruido de fusilería […] Silbidos que se pierden entre los “trazos”. Tabletear de ametralladoras. Una voz: ¡Estoy herido… llamen un médico…” ¡Estoy…! Una descarga más fuerte aún. –Esas son las ametralladoras calibre 30 y 50 de los carros de asalto dice Ibarrola a los que, apiñados, escuchamos la grabación.

La voz de Rodríguez Baños, en la redacción: “Betancourt, vete a la secretaría de la Defensa; espera hasta que den una información. Lorence, ve a Gobernación, que den una explicación. Meneses, localiza a los dirigentes de los ferrocarrileros, que den una opinión sobre el paro que anunciaron en Tlatelolco los trabajadores que no están con ellos, que están con el movimiento estudiantil. Femat, toma el relato de Ibarrola.

Ibarrola cas ino puede hablar. Muestra la grabadora.  La cinta sigue corriendo. El ruido es estremecedor. Otra voz, en la línea de fuego, la de nuestro reportero Sotero Garcíarreyes: “La balacera ha durado mucho; tenemos y una hora y ya ves… -Es la que más ha durado. La de Santo Tomás fue un juego, responde, al parecer, Ibarrola. Las torres de los blindados giran, chirriando, de un lado a otro. Las carabinas disparan una y otra vez. –Déjenme salir. ¡Quiero salir! -¡Échese! ¡Échese, le digo!

“Estábamos frente al vértice oriental del edificio Chihuahua, desde donde se cruzaba el fuego contra el Guanajuato, tirados entre dos carros; nadie se podía mover”, explica Ibarrola. –Mira qué pasa allá, le tiran a todo. Otra voz, de más lejos: ¡Ahí! ¡Ahí! ¡Cérquenlos, cérquenlos, les digo! –Parece que ya se va a calmar. Descargas esporádicas. Los carros de asalto cambian, al parecer, de lugar, entre disparos silbantes. –Ahora avanzan hacia allá… -hacia el costado occidental de la Plaza de las Tres Culturas, levantados, todos, a sangre y fuego.

De nuevo la voz de Ibarrola: -¡Tenemos un herido aquí! ¡Sanidad, tenemos un herido…! Había caído a nuestros pies, con el pecho destrozado. Era el soldado Luis Gudiño. Los cuerpos ensangrentados de los muchachos eran conducidos de aquí y de allá hacia los carros, nos explica en la redacción, refiriéndose a los estudiantes, a los trabajadores que estaban con ellos, a la gente que salía de sus casas o del cine cercano. -¡Sanidad, tenemos un herido…! –Que salga del carro y se tire al suelo, ahí le pueden dar –indica otra voz sin rostro que refleja angustia, miedo, indignación. -¡Oficial, aquí tenemos un herido! ¡Oficial…! –el grito insistente, impotente, de Ibarrola, es apagado por otra descarga, una más.

“Los que no habían logrado parapetarse en ningún lado corrían de un lado a otro, entre el fuego graneado. Había muchas mujeres y niños. Vi caer a decenas de ellos; no se si muertos o heridos”, nos relata otro compañero desde el escenario de la lucha entre la soberbia y la inquebrantable rebeldía juvenil. -¡Cuidado con las balas perdidas…!”-¡Identifíquese! –Agencia Mexicana… tenemos un herido -… -No, no es un civil, de aquél lado -¿Por dónde podré salir? Los disparos continúan incesantes, ominosos, cargados de muerte y odio. –Juan, Juan, ¿traes la cámara? –Con cuidado, la herida está en el pecho ¿Periodistas o camilleros? Yo creo que hombres. -¿…? –Agencia Mexicana de Noticias –United Press –Por aquí, por aquí, con cuidado –Carefully. Carefull! –Cierra la puerta -¡No puedo salir, no puedo salir!

La gente corre y grita. Los oficiales gritan. Luego hay un lamento, probablemente un estertor. Los muertos no hablan. Se inicia una descarga más intensa que cualquiera de las otras, que se prolonga más y más. Esta es la representación del genocidio en su justa, dolorosa dimensión. Sesenta y dos minutos de fuego nutrido hasta que los soldados no soportan el calor de los aceros enrojecidos.  -¡Muy bajo, están tirando muy bajo!, espeta uno de los oficiales, ¡Ahí, ahí, en las ventanas, sigan los trazos! Algunas balas dan en el blanco, estas, sobre todo, a los que se movían, añade nuestro reportero, con los ojos enrojecidos. “Muchos que se movían sólo se habían acercado a las ventanas de sus casas para ver qué pasaba…”

-¡Alto el fuego, alto el fuego, alto el fuego!, grita todo mundo. Los oficiales gritan, gritan mucho, nadie entiende, aparentemente, lo que gritan. Los dedos están pegados a los gatillos. -¡Oye, ven acá, no metas la cabeza! -¡Ya vámonos…! La grabación es espantosa. La imaginación monta sobre la cinta, que repite hasta la desesperación las descargas de escopetas y ametralladoras pesadas.

¡Apaguen eso!, grita alguien en la redacción. Los demás permanecemos asidos a la mesa, con las manos sudando, los rostros horrorizados. -¡Sanidad, oficial, tenemos un herido! -¿Quién?, ¿quién ordenó esto? Lamento de mujer […] -¡Súbase al carro! -¡No! ¡No! ¡No puedo! -¡Sube, te digo, nos van a matar! ¡No puedo, no soporto más! Más y más descargas. Más y más lamentos. Más y más ordenes que nadie escucha. -¡No salgas! Ruidos de helicópteros. La cinta ya no gira.

He querido rescatar esto para que quienes lo lean tengan, a su vez, la verdad que nunca ser puede objetiva de hechos que nunca deben ser ni olvidados ni, ni ignorados ni, mucho menos, perdonados. Luz María, Paco, Edilberto, y todas mis compañeras y compañeros de la comunidad de trabajo de Amex que luego fertilizarían la simiente periodística de otros proyectos, y de cuyos méritos no falta parásito que hoy insista en medrar incluso utilizando el nombre de la agencia, merecen este mínimo reconocimiento. [email protected] http://nrrb.blogspot.mx/

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