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Medios, cómplices de la ruindad económica

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Índice Político 

Francisco Rodríguez

‎Después de un debate de más de tres siglos se ha llegado a la conclusión de que un programa gubernamental que acate a la mayoría para la toma de  decisiones, disminuya los índices de pobreza y desempleo, siempre irá en la dirección correcta.

 

‎Cuando ese sistema logra la distribución equitativa de la riqueza pública, consiguiendo un país socialmente justo, es cuando puede considerarse auténticamente progresista y moderno.

‎El asunto de la distribución equitativa de la riqueza pública ha acaparado la atención de la sociedad internacional, desde siempre. Pero, cuando menos de 300 años a la fecha, es un tema toral.

El fondo del debate sobre la materia es cosa juzgada. Se origina en la necesidad de que la sociedad democrática ofrezca una libertad real, cuya base fundamental sea la protección general contra los riesgos de la vida.

Desde que las teorías sobre el “Estado de Bienestar” (Welfare State) ganaron la partida histórica, todos los países civilizados tendieron hacia la búsqueda de ese ideal. Todos, sin excepción.

¡Ah!, pero si en México se le ocurre profesar esas teorías a un gobernante local, lo pasan a degollina. Vivimos en el oscurantismo total en ése y en casi todos los órdenes de la vida comunitaria.

Los primeros que se le echan encima como perros de presa son los levantacejas televisivos, los foristas paniaguados y los medios a modo, para hacerlo talco, para meterlo a la pira, para mandarlo al cadalso con sus fervorines medievales.‎

Sin saber que los medios radioeléctricos están en la mira del intervencionismo extranjero. Sin saber que están a punto de quedarse sin trabajo, colgados del cable del micrófono “fustigador”, que sólo sirve para adocenar las conciencias de la masa menos informada.

Estamos tan atrasados que no sabemos que en este momento existen gobiernos locales en México que rebasan las expectativas del bienestar danés, el emblemático, porque allá han preferido gravar con más impuestos a las empresas transnacionales del sector servicios, y aún del industrial, quizá porque ya tienen poblaciones longevas, “aburridas de tanto bienestar”…

… y requieren fondos para pensiones en vez de fondos de inventiva para acceder a nuevas tecnologías. Ese es el nivel de nuestra ignorancia. No los atacan ¡porque no saben sus guionistas de qué se trata el asunto!

 

Breve repaso a las teorías del equilibrio social

 

‎Como usted y yo sabemos que los loritos de la telera no están enterados de los cambios en otras partes del planeta, hasta tenemos tiempo de darle una repasadita a las más avanzadas teorías sobre el equilibrio social de las poblaciones.

Thomas Hobbes, el clásico inglés de la ciencia política, decía en su tiempo que “gobernar es el arte de lograr la paz, la seguridad y la estabilidad, cohesionado en un conjunto social”. Engrana una serie de conceptos…

… que proponen técnicas específicas –desconocidas por los diletantes– para producir y distribuir bienes y servicios, es decir, para lograr la verdadera justicia distributiva y conmutativa.

El origen del capital, considerado por Bastiat, David Ricardo o Carlos Marx, existe sólo para asignarlo a los fines del bienestar; “sólo como una condición identificada con la democrática, que considera a la libertad y a la autoridad cómo un dúo inseparable”.

Los conservadores fisiócratas, por boca de Turgot, consideraban que la circulación de la riqueza era “la verdadera vida de un ente político”. Quesnay atribuye la máxima importancia al propietario de la tierra.

Adam Smith, incluye el factor de la “plusvalía”. Jean Baptiste Say, introduce al empresario como participante en el reparto. David Ricardo, considera que el precio natural del trabajo alienta la acumulación y merece un resarcimiento.

Sismondi señala que la desigual distribución de los ingresos origina la superproducción de bienes necesarios y el incremento de los artículos de lujo. En los momentos de la transición ideológica del clasicismo a las concepciones sociales…

… John Stuart Mill recomendó “la inclusión de un plan de distribución de las ganancias, el control demográfico, los impuestos sucesorios y una política fiscal que redujera las desigualdades económicas”.

Todos los que ahora consideran los “geniales” financieros del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, como sus grandes aliados ideológicos, señalaron que “debe procurarse la igualdad entre el valor de intercambio de un bien y la cantidad de trabajo que representa producirlo”.

Marx propone el establecimiento de “una comunidad socialista en la que los medios de producción sean del pueblo y sólo deba retribuirse el trabajo”. Owen, incluye la democracia de cooperativas.

Marshall deriva la ganancia de la “productividad marginal”, la que se desprende de la agregación del factor trabajo, como el fiel de la balanza del reparto de bienes y servicios útiles y socialmente necesarios.

Y así…

 

El Estado debe imponerse para evitar concentración de riqueza

 

Otra cosa es que en nuestras universidades “patito” nos hayan enseñado a odiarlos, por opinar que eran decididamente partidarios de la “mano invisible”, aquélla que actuaba, independientemente de las fuerzas del mercado para corregir desigualdades.

Eso, obviamente, no es cierto. Independientemente de las propuestas teóricas que hemos repasado para lograr la redistribución de los beneficios en una sociedad plural, es necesario insistir en que el sistema institucional requiere de condiciones para operar.

Para tener éxito, requiere de usar medidas imperativas y fiscales; planificar la economía y orientar a la realización de metas comunes; vigilar el equilibrio entre la empresa y el trabajador para impedir los abusos…

… controlar estatalmente –no subastar– los recursos naturales y las industrias básicas: que los genuinos líderes laborales participen, tanto en el campo legislativo, como en el manejo de las empresas y en las funciones dirigentes.

Separar la esfera de acción del particular de la del Estado, reservándose a éste la facultad de administrar los recursos naturales, las operaciones mercantiles e imponer al derecho de propiedad las modalidades y restricciones indispensables para el mejor reparto de los beneficios.

‎Todos, sin excepción –no eran ningunos tarados– opinaron que el poder del Estado debía imponerse para impedir la incesante concentración de la riqueza, recurriendo a sistemas de todo tipo, para moderar las desigualdades y regular la circulación de los flujos monetarios.

 

Aquí, encienden las alarmas de sus corifeos a sueldo

 

La paz social, dijo uno de los más grandes pensadores de todos los tiempos, Montesquieu, indispensable para el progreso, “debe conseguirse por el convencimiento popular de que las metas buscadas…

 

… lleven al ideal común y de que no se permitiera jamás a ningún grupo, casta o clase social sacar ventajas que en estricto derecho y justicia no le correspondieran”.

Es importante, sentenció, “la preferencia constante de lo público, sobre el interés privado”.

Pero como los mandarines mexicanos siempre van atrás y a contrapelo del cuaco de la historia, en estos momentos están haciendo exactamente lo contrario que el mundo viene haciendo desde hace tres siglos: privilegiar a una casta de rateros y desalmados.

Cuando sienten que alguien llama la atención sobre la meridiana equivocación del modelo de concentración y propone un sistema de pesas y contrapesos para refrenar su ambición desmedida, prenden el foco de alarma de sus corifeos a sueldo.

Los ponen a repetir, día y noche una sarta de sandeces, propias de las era de las cavernas, haciendo que aparezcan como unos iluminados de petate. Total, tienen los tiempos y el espacio patrimonio de los mexicanos al servicio de su ruindad.

 

 

Índice Flamígero: Lo dice el colega Rogelio Hernández López, estudioso de los medios de comunicación y desinteresado defensor de los derechos de los periodistas: “La oscilación en la aceptación social del presidente de la república pareciera arrastrar a los grandes medios de comunicación y de prensa. Así lo indica la comparación de las encuestas de los últimos diez años sobre la credibilidad en los presidentes y de los medios.” Y agrega, tomando datos del Informe País sobre la calidad de la ciudadanía en México 2014, difundido por el todavía IFE y el Colegio de México: “En cuanto a los medios de comunicación, 61% de los mexicanos en 2010 confiaba en ellos mientras que en 2013 sólo 32% dijo confiar mucho o algo en ellos”. La caída llegó hasta el nivel más bajo en algunas regiones: “La región Norte alcanza el nivel más elevado con 42%, pero el resto de las regiones varía entre 32 y 28% de confianza; excepto en la Sur donde alcanza sólo 22%”. Hasta aquí los datos parecen indicar la liga estrecha entre la aceptación social del presidente y la de los medios de comunicación y la prensa en particular. Parecen ir de la mano los vaivenes en la credibilidad de los regímenes políticos y la prensa.

 

 

www.indicepolitico.com / [email protected] / @pacorodriguez

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