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Izquierdas y derechas

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Moisés Sánchez Limón

Cada quien con sus conflictos y desencuentros, izquierdas y derechas atomizadas en busca de eso que llaman unidad. Quieren, cada cual en su línea, en frente armonizado en busca de restar poder al PRI en el Congreso de la Unión y arrebatarle mayoría en los gobiernos estatales. Suena bien, pero es un recurso mediático que pretende matizar la esquizofrenia de las tribus perredistas y panistas.

 

¿Cómo lograr esa unidad de las izquierdas a la que convoca empecinadamente el senador poblano Miguel Barbosa Huerta? Y, de qué manera calderonistas y maderistas pueden sentarse en torno de una mesa de negociación, cuando las descalificaciones, severas por cierto, han ubicado a unos y otros como ladrones y mentirosos.

Lo peor es que los prohombres de las cúpulas del poder de izquierda y de derecha, empecinados unos desconocer al Pacto por México y, otros, aferrados a una posibilidad de que éste sobreviva, entraron en el tobogán del descrédito que no alimenta, de manera alguna, la posibilidad de retomar la postura del frente común para pelearle, en las urnas por cierto, el poder al Partido Revolucionario Institucional.

Porque, mire usted, parecerá una perogrullada pero, mientras sambranos, Chuchos, maderos, corderos, lozanos, ruffos, barbosas y bejaranos, por citar a las corrientes más conocidas del PRD y del PAN que un día sí y otro también hace todo lo posible por desprestigiarse, en la banqueta de enfrente los operadores y dirigentes priistas, de la mano del presidente Enrique Peña Nieto, capitalizan rumbo a la contienda intermedia de 2015.

Dice el senador Barbosa que en el próximo periodo ordinario de sesiones, febrero-abril, se aprobará en la Cámara alta la Reforma Política del Distrito Federal, que permitiría elevar a la capital del país al estado 32 con todas sus atribuciones y obligaciones constitucionales.

Esa reforma igualmente permitirá convertir a las delegaciones políticas en municipios, donde la lucha por el poder será de pronóstico, porque difícilmente el PRD podrá conservar esa hegemonía en el gobierno local y en el que sería el Congreso de la Ciudad de México. Del PAN, ni qué decir; la gravedad de su división doméstica simplemente no le permitirá crecer.

Hay una orfandad de liderazgo en el PAN, más grave que la sufrida en el PRI durante la docena trágica, porque mientras los tricolores se reagruparon y lavaron la ropa sucia en casa, los panistas perdieron el poder y, con ello, la oportunidad de consolidarse como la principal fuerza política nacional; su caída legislativa fue de suyo bochornosa, tanto que un senador pide a un diputado hacer todo lo posible para tumbar a su coordinador y al dirigente nacional del partido.

El optimismo de Gustavo Enrique Madero se significa como una falacia o el sueño de opio de quien no quiere ver cómo se derrumba su dominio porque a los embates los califica de inocentadas o cuestiones elementales de una democracia de Disneylandia.

No, el PAN está condenado a irse al tercer sitio en la preferencia electoral, salvo que algo extraordinario ocurra antes de octubre próximo, cuando formalmente arranca el año electoral 2014-2015. ¿Podrán dialogar el diputado federal Luis Alberto Villarreal García y el senador Ernesto Cordero? Entre políticos que han aprendido a comer sapos, siempre es posible, aunque el mensaje de unidad y eventual pacto de caballeros, nadie se los creería.

Y del lado del PRD, el senador Barbosa Huerta insiste en esa posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador lleve a su Morena a una alianza con el PRD, primero en la campaña para echar abajo la reforma energética –algo legal y literalmente imposible—y luego en pos de crear un Frente Amplio de las Fuerzas Progresistas Nacionalistas, una especie de remedo del Frente Democrático Nacional que estuvo a un tris de instalar en la Presidencia del país a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.

Pero Andrés Manuel no quiere. Y el ingeniero Cárdenas de plano se descarta. Y, quién para dirigir al PAN si sus aspirantes están distanciados y cada cual se las arregla con su tribu. Y así quieren pelearle el poder al PRI. ¡Caray! Digo.

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