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Tabasco, el Edén Perdido

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DE FRENTE Y DE PERFIL

RAMÓN ZURITA SAHAGÚN

Tabasco estuvo considerado por décadas como un Edén, sitio idílico, con grandes ríos, costas, harto petróleo, agricultura próspera y enormes hatos ganaderos.

Estado pequeño, con poblaciones pequeñas y espíritu de trabajo. Las consejas decían que en Tabasco nadie se muere de hambre, tiras un cordel y enganchas un pescado, sea de río o de mar. Sus pródigas tierras agrícolas producían plátano a raudales, la extensión era suficiente para los índices de agostadero y la pesca abundante.

Pepe del Rivero situó a Tabasco dentro de ese espectro que establece la Biblia, con su rítmica canción “Vamos a Tabasco” con el estribillo que concluía que era un Edén:

Dice por ahí un consejo

Que va prendido en el viento

Si quieres llegar a viejo

Si quieres vivir contento

Si quieres ver las estrellas

Más lindas del firmamento

Ven a Tabasco que aquí te espera

El sol ardiente y la luna bella

El agua fresca y la tierra buena.

Llegó el petróleo y la riqueza parecía más abundante, pero con el oro negro, llegaron las ambiciones de poder, los grupos delincuenciales y la tranquilidad provinciana quedó rota.

La pasión y el bullicio abundan en los corazones de los tabasqueños y en ellos anidó la ambición del poder y del dinero. Antes de los 80 los grandes capitales provenían de la ganadería y la población era, principalmente, de clase media, con poca pobreza, y, tal vez, atraso en cuanto a instituciones educativas de primer nivel.

Los tabasqueños salían a estudiar a Veracruz, Xalapa, Puebla, la Ciudad de México y algunos más se aventuraban hasta Monterrey. En esas poblaciones de gran dinamismo y mayor población se nutrieron de conocimientos y la política los atrajo.

Al mismo tiempo, los nacientes grupos delincuenciales vieron en Tabasco un próspero escenario para sus proyectos y comenzaron a posicionarse en la entidad, poco a poco, de manera sigilosa.

La modernidad se hizo presente con los primeros delitos de alto impacto, en la última década del siglo pasado.

Un grupo de delincuentes tabasqueños asomó con el secuestro de un importante empresario, ex gobernador de Quintana Roo, que fue liberado y los “malosos” detenidos

En 2001 se supo de la presencia de los grupos delincuenciales, principalmente Cártel de Juárez, con la detención de Alcides Magaña Ramón, “El Metro”. Después de ellos sucedieron los primeros asesinatos políticos: Walter Herrera, alcalde perredista de Huimanguillo fue uno de los primeros sacrificados. Otros más cayeron y la ola delincuencial avanzó con asesinatos, secuestros, extorsiones por todo el estado, especialmente en la zona ganadera.

2009 crispó a todo el país por el cruel asesinato del marino Melquisedec Angulo y su familia por parte del crimen organizado, como venganza por la supuesta participación del marino en el operativo que costó la vida al narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, unos días antes.

Pero hasta ahí, eran hechos aislados que ponían en alerta a la población y se sabía de algunos malos elementos policíacos vinculados a la delincuencia y a políticos medios.

Sin embargo, en los años recientes la presencia criminal se hizo más visible y en el actual sexenio se radicalizó la violencia.

El Presidente López Obrador tenía en el gobernador Adán Augusto López a uno de sus principales operadores y lo requirió para la secretaría de Gobernación y para entusiasmarlo con la idea de ser su sucesor.

En Tabasco quedó un empleado de Adán, Carlos Merino, un personaje sumamente apagado, mediocre, tímido, alejado de la problemática del estado y acostumbrado a obedecer órdenes y cuadrarse ante sus superiores. Con Merino se desató la ola de violencia criminal y aunque el Presidente la desestima y la minimiza con un sencillo estribillo de que no pasa nada y son simplemente reacciones electoreras que buscan causar pánico, envió un gran contingente de más de un millar elementos de las fuerzas armadas para tratar de frenar esa violencia que intenta minimizar y declarar inexistente.

 De aquel Tabasco idílico que algunos consideraron Edén, solo queda la nostalgia. El de hoy es otro, dominado por diversos intereses que se encuentran alejados de la población y cercanos a la ambición del poder y del dinero.

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