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La otra protesta

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El Cristalazo

Rafael Cardona

Opacada por formas de protesta más selváticas y violentas como la irrupción masiva de maestros incultos en la ciudad de México, con allanamiento y todo de soberanías institucionales vejadas, vulneradas y reducidas, pero la fuga de capitales de los últimos meses ha sido mucho más perniciosa, pero también más silenciosa, disimulada y explosiva.

 

A fin de cuentas el dinero extraído del torrente sanguíneo de la economía en cantidades masivas, es igual al plantón en el Boulevard del Aeropuerto: en el fondo ambos grupos –los oligarcas poderosos económicamente—y los menestrales habilitados en el magisterio por la fuerza sindical y el “placismo” exigente, nada más quieren conservar sus privilegios. No importan las dimensiones ni la profundidad de la prebenda de cada quién.

Son muestras de músculo corporativo. Cada quien a su manera. 

Pero oculto o no por lo visible, lo invisible cuenta y cuenta demasiado. Vea usted esta noticia cuya explosividad nos debió poner a todos la cabellera de puntas: 

“La inestabilidad financiera internacional provocó que entre mayo y junio pasados inversionistas extranjeros retiraran unos 13 mil 800 millones de dólares, equivalentes a 178 mil 700 millones de pesos, que se encontraban colocados en bonos del gobierno federal denominados en moneda nacional, indicó el Banco de México (BdeM).

“La corrida trastocó la tendencia ascendente seguida desde 2010 por la inversión extranjera en bonos gubernamentales, y mermó en casi dos tercios el monto de 21 mil 500 millones de dólares que ingresó al país con ese propósito en los primeros cuatro meses de 2013. Entre arribos y salidas, el ingreso neto de divisas quedó en 6 mil 550 millones en el primer semestre.

“Se trata de la mayor salida de capitales golondrinos desde que se permitiera la participación de inversionistas del exterior en la compra de bonos gubernamentales para financiar el gasto público, a principios de la década de los 90 del siglo pasado”.

Obviamente esta salida de dinero foráneo no es la causa directa, pero es una de ellas, de esta otra información asaz horrible: 

“La Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) ajustó a la baja su pronóstico de crecimiento para 2013, de 3.1 a 1.8%, lo que significa su segunda revisión en lo que va del año.

“El secretario del ramo, Fernando Aportela, informó que este recorte en la expectativa de crecimiento obedece a que la economía nacional registró un avance a tasa anual de sólo 1.5% en el segundo trimestre, y en todo el año acumula un incremento de 1.0%.

“En rueda de prensa, dijo que pese a este ajuste la dependencia prevé un mayor crecimiento para la economía nacional en lo que resta del año, ya que se prevé una aceleración del crecimiento mundial, así como un aumento de la demanda interna, como ya se refleja en el comportamiento del empleo y la reactivación de la inversión pública.

“El pasado 17 de mayo, la SHCP ajustó por primera vez su expectativa de crecimiento de 3.5 a 3.1%”.

En este sentido ya hay quienes esperan tiempos mejores, pero la cautela en el ejercicio del gasto público (por decirlo de manera comedida) y otros fenómenos como la taimada actitud de los inversionistas nacionales y extranjeros ante una reforma hacendaria en cuyo contenido se pudieran gravar utilidades bursátiles (ni soñarlo) o simplemente el volumen de la renta o desaparecieran los mecanismos de evasión legal como la consolidación corporativa o se redujeran las dóciles devoluciones de cada en cuando, hacen difícil suponer una mejoría, en especial por la médula de las explicaciones: son factores foráneos.

Pues si son ajenos seguirán estando fuera de nuestro control y si lo están de esa manera no los podemos ni predecir ni controlar. Mucho menos tomar en cuenta para el diseño de una estrategia propia.

Quizá todos deberíamos tener uno, pero yo por suerte, tengo un oligarca de cabecera. No lo mencionaré por su nombre pues se marcharía molesto de ese sitio, pero él me ha dicho cuál debe ser la Reforma Fiscal ideal: generalizar el IVA (alimentos medicinas y cuanto haya) , desaparecer el IETU, suprimir el impuesto de control al efectivo (merma el ahorro interno, dice él), bajar al mínimo el impuesto sobre la renta y conceder exenciones fiscales a toda nueva inversión productiva y generadora de empleos. 

Con eso, dice mi Creso, habría más inversión y por consecuencia más empleo formal. Sin eso, no vamos a invertir, ni a reinvertir, ni a nada. 

Si los callejeros gritan “este puño sí se ve”; los ricos murmuran: “este dólar ya se va”. 

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