En las nubes
Carlos Ravelo Galindo
Tienen razón todos los que, junto a nosotros, califican de insuperable la plática que nuestro joven mandatario sostuvo en Los Pinos, ante medio millar de invitados. Los entretuvo sesenta y dos minutos en un escenario espléndido. Lleno de luz, reflectores, pantallas, fotógrafos, lábaros patrios. Con tranquilidad y paz delineo el jefe del ejecutivo los puntos clave que puestos en práctica pronto traerán a México la abundancia aún escondida a ochenta millones de mexicanos que se debaten en la pobreza. La mitad, en la indigencia total.
Es verdad también que se necesita rescatar el camino hacia el desarrollo, la seguridad y la igualdad. La hora de exigir un justo modelo económico. No la hora del insomnio. De la pesadilla, del remordimiento. De la opulencia presidencial. Claro que se requiere cambiar el equilibrio macroeconómico. No soslayemos que desde hace décadas México no avanza. La concentración de la riqueza y el crecimiento de la corrupción solo generan más pobreza, más violencia, deterioro económico y el enorme descontento social. Tenemos aún grandes rezagos, lacerantes contrastes y profundas desigualdades, como advierte el presidente del Club Primera Plana, Raúl Gómez Espinosa al entregarnos reconocimiento por nuestro avatar, sesenta y seis años, en el periodismo. Y reclama un México donde se viva en paz, sin violencia, sin crisis, en que predomine el estado de derecho. Con un sistema judicial que funcione en equilibrio para todos, no solo para el disfrute de la clase privilegiada. El esplendor de la ceremonia en casa presidencial, que no en Palacio Nacional, dejó anonadados a los ciudadanos, que apenas tienen para mitigar su desgracia. No obstante también aplaudieron, como los asistentes al acto, con estruendo las palabras significativas, promesas por cumplir, que ahora también creen, hará realidad la burocracia. La que tiene derecho a todo, hasta comer con ostentación.
No es aceptable que en el país prevalezca la zozobra, el temor y la incertidumbre. Ni la censura periodística, bajo el riesgo de ser agredido o eliminado, como en los últimos doce años. El pueblo debe ser informado. Decirle la verdad. En nueve meses no se ha hecho más que proclamas incumplidas. Estamos, según misma gente del gobierno, en extremos peligrosos, que han abatido la popularidad de quien dice gobierna en México. El futuro, también se manifiesta continuamente, es incierto. Las reformas aprobadas o por aprobar acrecientan la incertidumbre. La gente desconfía de todo. Incluso cuando nos ofrecen que en breve podremos amarrar los perros con longaniza, y no, como sucede hoy, comérnoslos por necesidad de sobrevivencia. Qué bonita fiesta cívica, palabra.
