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El Zócalo, ágora cancelada

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·         Ayer, tomado por maestros

·         Hoy, por soldados y policías

La Plaza de la Constitución fue limpiada de maestros el día 13; el 14 fue engalanada con los colores patrios; el 15 y el 16 fue escenario de las fiestas de la Independencia de México, y el 17 amaneció nuevamente tomada ahora por personal del Estado Mayor Presidencia y policías federales. Siempre tomada, la Plaza de la Constitución.

 

El hecho es que sigue vedada a la mayoría de los ciudadanos; sólo pueden entrar a ella personas que van a realizar trámites a las oficinas del Gobierno del Distrito Federal, con credencial de influentes en las manos. Policías Federales cuidan las entradas establecidas por las aceras de las calles confluyentes y piden la identificación.

Las calles que rodean la plaza mayor de la ciudad de México están en manos de piquetes de policías acorazados. Da la impresión de llegar a un país centro o sudamericano de los años 70, de aquellos años de las dictaduras militares. Parece Panamá, o Managua, o Buenos Aires, o Bogotá, o cualquier enclave de aquellos gorilatos.

La segunda toma del Zócalo por militares y policías responde al hecho de que ni el gobierno federal ni el gobierno de la ciudad de México permitirán que los maestros oaxaqueños retornen a apoderarse de esa inmensa explanada, tradicional plaza pública en donde se dirimen las inconformidades ciudadanas, y los movimientos populares manifiestan sus inconformidades, desde inmemoriales tiempos de la colonia.

Al Zócalo no se puede ir en el Metro, porque está cerrada la estación en ese punto. Hay que caminar, o subirse en una bicicleta taxi, que deja al pasajero a una cuadra de la mera explanada, después de pagar 30 pesos al bicicletero. Las estaciones más cercanas son Allende y Pino Suárez; los comercios están abiertos, pero la gente camina preocupada, sin la alegría de tiempos de paz. Se respira una especie de Estado de Sitio, con militares y policías por todas partes.

Los maestros oaxaqueños fueron alojados en la Plaza de la República, en la explanada que rodea el Monumento de la Revolución, pero están calientes con regresar a restablecer su plantón antireformaeducativa en el Zócalo, a pesar de que el jefe de Gobierno de la ciudad los amenazó el martes, durante su primer informe de gobierno, con aplicarles la ley si siguen haciendo daño a la ciudad; a pesar de que soldados del EMP y cuadrillas de policías federales están ahí, para evitarlo.

Hasta el momento no han hecho el intento. Si lo hacen, es de temerse un enfrentamiento. Las fuerzas del orden tienen orden de no permitirles la entrada. El intento podría derivar en una tragedia de insospechadas proporciones.

Mientras dos terceras partes de los mexicanos sufren las terribles inclemencias del tiempo por la acción destructora de los huracanes, y a la ciudad de México le afectan los coletazos de la tragedia, los maestros oaxaqueños porfían en continuar oponiéndose a una reforma educativa con la que no están de acuerdo. Pudieran los maestros tener razón en su desacuerdo, pero está visto que no lograrán nada aunque permanecieran de por vida apoderados de la Plaza de la Constitución. Le están apostando a la derrota total y a que las autoridades de educación de Oaxaca dicten su cese inmediato por no presentarse a dar clases a sus centros de trabajo. Este miércoles 18, las direcciones escolares habrían empezado a levantar actas de abandono de trabajo. Y todo por un examen, me dijo un taxista.

Puede que tengan razón los maestros. Los diputados y senadores poco hicieron para escuchar sus inconformidades y aprobaron las reformas legales con extrema rapidez, ¿o con extrema irresponsabilidad?, convencidos de que eran muy buenas para el sistema educativo.

Sea lo que fuere, el hecho es que la Plaza de la Constitución siempre tiene que estar tomada. Los más recientes inconformes son los maestros de la Sección 22 de Oaxaca. Ahora, la principal plaza pública de México está tomada por soldados y policías. Cuál es la diferencia. La Plaza sigue tomada. Cómo recuerdo que a la plaza principal de Tuxtla hace años le apodaban “La Borracha”, porque, decían los tuxtlecos, siempre estaba tomada.

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www.analisisafondo.com

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