De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
La nueva fuga de Joaquín Guzmán Loera representa todo un reto para el gobierno mexicano.
La facilidad con que rompe los máximos esquemas de seguridad pega en la línea de flotación gubernamental, dejando al descubierto la corrupción existente en los sistemas carcelarios.
Se considera que los penales de alta seguridad como el Altiplano y Puente Grande, se encuentran a prueba de casi todo, aunque ya se mostró que permea más fuerte la corrupción dentro y fuera de los máximos controles de seguridad.
Claro que se puede argumentar que, con excepción de los escapes de Guzmán Loera, no hay más fugas de esos reclusorios y entonces queda en mayor evidencia que el asunto es de dinero, ingenio y contubernio.
De otra manera la fuga no se hubiese producido, ya que la construcción de la ruta de escape fue sumamente costosa, porque en ella se requirió de recursos económicos, tecnología y paciencia.
En esta segunda ocasión que se escapa de un penal de alta seguridad, Guzmán Loera y sus cómplices recurrieron a una estrategia distinta de la usada en Puente Grande.
Si en Jalisco se contó con ayuda interna y huyó en un carrito de servicio, en el Estado de México recurrió a la tecnología que conocen perfectamente los miembros del crimen organizado, pero que fue desestimado por las autoridades, la de construir un túnel de escape.
Es sumamente conocido que uno de los principales métodos usados por los cárteles de la droga para pasar su mercancía del lado mexicano a los Estados Unidos es el de la construcción de túneles.
Decenas de ellos se han descubierto en los principales puntos fronterizos de Baja California y Sonora, principalmente, por donde pasa la droga y hasta los indocumentados.
Se usa la mejor tecnología existente, ya que el negocio deja para eso y más, pero las autoridades carcelarias confiaron en que los altos rangos de máxima seguridad en los penales evitaban ese tipo de obras.
Con lo que contaban es con la corrupción que permea dentro y fuera de los penales, ya que para la fuga debió contar con ayuda de ese tipo.
La fuga del llamado Chapo sorprendió a todos y se produjo en un momento en que el Presidente Enrique Peña Nieto y algunas autoridades se encontraban fuera del país.
Claro que para alcanzar el éxito requirió de mucho tiempo de planeación, sofisticación, una gran inversión y por supuesto, complicidades.
Guzmán Loera fue detenido hace 16 meses y con ello el gobierno mexicano dio un gran campanazo en la lucha contra el narcotráfico.
El gobierno mexicano recibió reconocimiento dentro y fuera del país y hasta el entonces procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, se ufanó de esa captura, aduciendo que cumpliría con su sentencia en suelo mexicano, antes de extraditarlo a Estados Unidos.
Primero cumple con sus sentencias de 200 o 300 años y luego se verá lo de extraditarlo, dijo, aunque aclaró que el gobierno estadounidense no había planteado dicha petición.
Lo curioso es que siendo el enemigo público número uno para ambos gobiernos, no se procediera a realizar algunas medidas distintas para asegurar su permanencia en la cárcel.
La noticia de la fuga de Joaquín Guzmán Loera sacudió las estructuras del gobierno mexicano y fue difundida ampliamente por todo el mundo, siendo como lo es un delincuente de fama internacional.
El Ejecutivo federal fue informado de la huida en pleno vuelo, por lo que giró instrucciones para su búsqueda en territorio nacional, aunque el gobierno estadounidense replicó rápidamente de que contribuirá en su búsqueda.
Y es que la captura del sinaloense se logró con el apoyo de las autoridades del vecino del norte que dieron seguimiento a los pasos del considerado nuevamente como enemigo público número uno en ambas naciones.
Para quienes desconocen los rangos de seguridad del penal del Altiplano que antes tuvo varios nombres, incluido el original de Almoloya, les damos algunos de los adelantos tecnológicos con que cuenta:
Cámaras de circuito cerrado, sensores de movimiento, controles de acceso, alarmas, detectores de metal, drogas, explosivos, sistemas de voz y datos, así como los más sofisticados adelantos tecnológicos.
Lo insólito del hecho provocó causó estupor entre los encargados de la seguridad que tardaron en reaccionar.
Dieron una explicación a todas luces incomprensible.
Según ellos, Guzmán Loera fue a las ducha por la noche y al ver que no salía fueron a ver el porqué, dándose cuenta que no estaba.
Fue allí donde encontraron el agujero que conectaba al túnel: “un hueco de 50 por 50 y 1.5 metros de profundidad, que conectaba con un conducto vertical y este a su vez con un túnel”.
La explicación la dio Monte Alejandro Rubido García el que precisó que en el túnel se encontraron tanques de oxígeno, equipo de construcción, recipiente con combustible y otros artículos y que al final el túnel desembocaba en una construcción en obra negra.
Total que el famoso Chapo nuevamente pinta su raya con sus captores y muestra que el dinero mueve al mundo y lo más preocupante, que la corrupción permea por todos lados.
LA SONRISA DE RUBIDO
Monte Alejandro Rubido García llegó con una sonrisa a la supuesta conferencia de prensa. Algunos la calificaron de cinismo, de sarcasmo o una mueca que se reflejaba en la preocupación de un rostro compungido.
Como acostumbran los políticos mexicanos cuando deben responder a sus tareas, llegó después de la hora fijada, leyó un breve comunicado y se retiró, sin responder a ningún cuestionamiento.
No se sabe si no lo hizo por no tener respuestas, encontrarse en shock o por simple prepotencia.
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