No se haga cruces
Juan Chávez
La noche del Grito es para arengar a los héroes que nos dieron patria. Así se le rinde pleitesía a Hidalgo, Allende, Morelos, Guerrero y otros, y se olvida la esencia, el espíritu de otros grandes, que no son invocados.
Los ¡Viva México! cierran el fervor mexicano de tal rememoración que comienza a darse a iniciativa de Ignacio López Rayón en 1811, a quien he considerado el auténtico Padre de la Patria, no por este evento, sino porque él fue el continuador de la lucha independentista al fusilamiento de los grandes cuatro iniciadores: el cura de Dolores, Allende, Aldama y Jiménez, además de haber sido el redactor original de los Sentimientos de la Nación.
La historia que se nos enseña, es repetición de hechos que están lejos de haber sido reales. Se sostiene, por ejemplo, que en el basamento de la Columna de la Independencia se encuentran los restos de José María Morelos y Pavón. Nada más falso, porque se hallan en un panteón de París.
¿Cómo fueron a dar allá?
Morelos, que tuvo bajo su rigor de padre (no católico, sino biológico) a su hijo Juan Nepomuceno Almonte, a quien indujo a crear el Batallón Infantil de la Independencia, amaba a su primogénito y lo promovió por el mundo de las enseñanzas.
No pudo impedir, con todo, que pensara distinto a él y que entre sus fanáticas ocurrencias haya viajado a Europa para entrevistarse con Napoleón III y pedirle que enviara un príncipe europeo a gobernar a México.
Nepomuceno Almonte acometió tal traición a la Patria cuando llegó a ser presidente con una Junta de Gobierno (1863-1864) y logró que viniera a gobernar México Maximiliano de Habsburgo.
Su travesura mayor, sin embargo, fue cuando hurtó los restos mortales de su padre de la Catedral Metropolitana, allá por 1823 y los ocultó en una caja de metal con candado, que yacía en un baúl forrado de terciopelo rojo con remaches de plata y lo llevó consigo siempre, hasta enterrarlo en la fosa 626 del panteón parisino de Pere Lachaise.
Los restos del llamado Siervo de la Nación pues, nunca han estado en el Ángel de la Independencia. Se encuentran en ese cementerio de la Ciudad Lux.
Al hijo de Morelos hay que reconocerle, aparte, que en el sitio de Cuautla fue él quien, comandando el batallón infantil, dio la orden a Narciso Mendoza “El Niño Artillero”, para que prendiera la mecha y soltara el histórico cañonazo que rompió el cerco de los realistas sobre Cuautla.
En ese batallón infantil figuraron niños que luego fueron presidentes de México. Antonio López de Santana y Pedro María Anaya, entre otros. El primero, héroe de la Batalla del 2 de Abril, un evento perdido en la lucha contra la invasión francesa; el segundo, héroe en la defensa de Churubusco frente a la incursión de las ropas estadounidenses.
Otros que formaron fila en ese batallón bajo el mando del hijo de Morelos fueron Manuel Lombardini, de 12 años, y Presidente del 7 de febrero al 20 de abril de 1853; Martín Carrera, de 9 años y Presidente del 14 de agosto al 12 de septiembre de 1855.
También se cuentan otros grandes de la historia como José Timoteo Rosales (11años) y Vidal Alcocer (13 años).
Todos los citados, menos Almonte, en 1821 se unieron al Ejército Trigarante y ayudaron a consumar el movimiento de Independencia al lado de Vicente Guerrero.
Y pa’cabar pronto, como dice mi cuate del colectivo: “En el Grito, soy mexicano de banderita”.
