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En las nubes

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Claro que es espectacular el anuncio, no es otra cosa, del joven jefe del ejecutivo: “acabar con el empleo informal”.

 

Pero cómo va a hacer para lograr dar trabajo formal, bien remunerado, a veintiocho millones de personas que laboran en la vía pública en todo el país. Por supuesto es loable lo dicho por el Presidente de México. Como otros muchos programas, ofrecimientos sin resultados tangibles. Todo es a futuro. Cuánto daría el mexicano común y corriente por oírlo decir. Se hizo esto. Aquello. Ya no hay hambre. No hay desempleo. Se acabó la criminalidad. Tenemos tranquilidad. Concluí la corrupción. Por desgracia nada de esto aún acontece. Los asesores del Poder Ejecutivo, vaya los secretarios de estado, le platican de planes y sin que se hayan puesto en práctica, su jefe los anuncia a bombo y platillo. No sugerimos que le mientan. Pero sí que lo hagan creer en su plática cotidiana con la ciudadanía. Fue hoy el del trabajo, quien asegura que con la nueva Ley, se logrará conseguir  tal  beneficio colectivo. Como por ejemplo inscribirse voluntariamente al régimen obligatorio del Instituto Mexicano del Seguro Social todo aquel que lo desee: trabajadoras domésticas; no asalariados, ejidatarios, comuneros, pequeños propietarios y hasta burócratas. Sueño guajiro. Le hacen  creer que en este año podrían regularizarse doscientos mil. Y el resto de los 28 millones, en cuántos años más. Planes, planes sin concretar. Lo del hambre, que comenzó cojo, no ha beneficiado a nadie. Las quejas crecen. Y los hambrientos mueren.

De que vale lamentarse de lo que pasó, ni hacer esfuerzos por sentir a otros culpables. Reconocer quienes hoy manejan el país, que nuestro aparato productivo es incapaz de crear nuevos puestos de trabajo para el millón de mexicanos que cada año  se incorporan a la población. Mucho menos para los que ya llevan mucho tiempo sin trabajo legal, con prestaciones. Reconocer errores y ofrecer no volverlos a cometer.  Se lamentan de lo que pasó, o hacen esfuerzos por reconocerlo. Sí, en culpar a aquellos que se fueron, pero no en enmendar sus errores. No ignoramos que los pocos puestos  de trabajo formales que se han creado a raíz de la crisis de 2008, son precarios, sin salarios dignos  ni prestaciones. Claro que el secreto de este espectacular anuncio del Ejecutivo está en los cómo del programa. Que trasciendan. Se pongan sobre la mesa, para que entonces no nos suceda como el cuento de la abuela al nieto quisquilloso: “Este era un gato, con los pies de trapo y los ojos al revés. ¿Quieres que te lo cuente otra vez?”  No hay duda que el terreno del mañana es demasiado inseguro para planes y los futuros tienen esa forma de caerse a la mitad…Dejemos de aplaudir antes de tiempo.  Agradecerá si hablamos con verdad y fuerte. Acabó, creemos, la época de “lo que usted diga señor presidente…” Así lo intuye también nuestro jefe ejecutivo. Está en tiempo, palabra.

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