Entresemana
Moisés Sánchez Limón
Inevitable remitirnos a la premonición de don Pepe López Portillo en aquellos ayeres, vísperas de convertirse en el villano favorito, cuando planteó el riesgo de que México se convirtiera en un país de cínicos.
Por supuesto, el entonces Presidente de la República se refería a la clase política, ésta que camina de la mano de las alianzas y compadrazgos de ocasión, en aras de concretar ambiciones personales y de grupo, sociedades que tienen más estructura de complicidades y luego se desconocen y persiguen y luego olvidan.
Así, del golpe justiciero que llevó a prisión a la maestra Elba Esther Gordillo Morales, hoy poco se habla e incluso hasta se cuestiona si en realidad está internada en la Torre Médica del penal femenil de Tepepan, por los rumbos de Xochimilco, en calidad de vecina del ex gobernador de Tabasco, Andrés Granier Melo.
¿Poner orden en los sindicatos? ¡Pamplinas! Por ahí anda el senador Carlos Romero Deschamps en una campaña de defensa de los cinco asientos que ocupa el sindicato petrolero en el Consejo de Administración de Pemex, porque otea el riesgo de que en la reforma energética prospere la propuesta del PAN de dejarlo sin esos espacios desde los que negocia impunidades.
Al senador le importa un cacahuate lavar su desprestigiada imagen de dirigente sindical corrupto que se ha enriquecido ante la ausencia de controles en la rendición de cuentas del millonario Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, que por obra y gracia del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari administra como miscelánea familiar.
“El sindicato es mucho más que los asientos que ocupa en el Consejo (de Administración)”, dijo Romero Deschamps con el desparpajo del cínico que se sabe dueño, o copropietario, de la situación.
Ni qué agregar en el caso de Víctor Flores Morales, dueño de lo que queda del sindicato ferrocarrilero. ¿Investigar a estos dirigentes sindicales? Nada, nada. Le han servido, le sirven al sistema del color y las siglas que sea.
Así es este juego de cínicos. De Raúl Salinas de Gortari se alimenta la versión de que fue exonerado por un juez federal de los delitos de enriquecimiento ilícito, por mediación e influencia de su hermano Carlos, ahora que el PRI está de retorno en la Presidencia de la República.
Cínico sería que Raúl aceptara y prohijara esa versión, como ocurre con Pablo Salazar Mendiguchía, ex gobernador de Chiapas que apenas asumía el poder en diciembre del año 2000 y se echaba a los brazos del foxismo y desataba la persecución en contra de su antecesor Roberto Albores, pero cuando concluyó su gestión fue medido con la misma vara por su sucesor Juan Sabines, quien lo metió a prisión acusado de la presunta comisión de varios delitos graves.
Por supuesto, merced a este andamiaje de acuerdos y complicidades, hermandades y compadrazgos, Salazar Mendiguchía salió del penal de El Amate, pero lejos de irse a retiro a rumiar por los tiempos idos, anunció su incorporación a las filas del Partido de la Revolución Democrática, es decir, está decidido a seguir en la política.
El caso es que Salazar presume que obtuvo su libertad porque la negoció con su sucesor Juan Sabines, quien lo condicionó a no tomar represalias ni demandarlo al ser excarcelado. Pero, además, en esta negociación intervino el hoy secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, entones dirigente nacional del PRI y amigo de Salazar.
Si era o no inocente de los cargos que el gobierno de Sabines le imputó para mandarlo a chirona, era decisión de la autoridad jurisdiccional, pero Salazar salió de prisión porque negoció. ¡Vaya cinismo. Incluso el coordinador de los senadores perredistas, Miguel Barbosa Huerta, calificó de verdaderamente cínicas las declaraciones del ex gobernador chiapaneco que aspira, sin duda, a un cargo de elección popular abanderado por el PRD.
¿Admitirán a Salazar Mendiguchía en las filas perredistas? Todo es posible en estos andares de los nuevos escenarios políticos, de alianzas inconfesables y amasiatos políticos inocultables. País de cínicos, desde hace rato… Conste.
