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Los demonios, la fuga, la impotencia

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Rafael Cardona
 
Si no fuera tan vieja la frase, si no fuera también su uso tan frecuente debería decir, “los demonios andan sueltos”, pero quizá sea falso. Quizá no viven los diablos en libertad y sin  ataduras, quizá ya son hermanos nuestros, posiblemente moran  y reinan por los siglos de los siglos en un país ingobernable, lleno de recovecos, mentiras, falacias y cochupos diversos cuya historia es un rosario de pendencias, salidas en falso; acumulación de privilegios, defensa de feudos y perpetua búsqueda de cómo salirse con la suya, la de cada quien.
 
Mucho hablan del tejido social. En nuestro caso tejemos una red (para colmo) de enormes agujeros y poca trama o como dijo André Breton, un cuchillo sin mango y sin hoja…
 
O quizá los pobres diablos ni siquiera existan y nada más somos nosotros quienes no sabemos vivir de otra manera sino en el borde de las presiones, las negociaciones infames, los pasos laterales o de plano el retroceso para buscar impulso o nuevo sendero desde el cual hacer las cosas mal. 
 
También puede ser cosa del optimismo o el pesimismo de cada quien pues cuando vemos el Palacio Legislativo bloqueado y retirada de la agenda una minuta cuya votación resultaba tan necesaria como para convocar con ese fin un periodo extraordinaria del Congreso y aprobados sus otros complementos, hasta el Presidente de la República se bebe jubiloso el vaso medio lleno (¿medio vacío?) y dice sonriente:
 
“…Expreso mi reconocimiento a los avances legislativos alcanzados en recientes sesiones extraordinarias del Congreso de la Unión”.
 
Sin embargo la ley de profesionalización de la docencia es hasta ahora un sueño guajiro, una posibilidad, un documento guardado en la caja fuerte de las presiones magisteriales de una sección cuya minoritaria condición nunca ha sido obstáculo para su explosividad, ni para doblar cuando así lo quieren a gobiernos estatales (Guerrero, Oaxaca, Michoacán); policías locales o federales y ahora al “Honorable Congreso de la Unión” cuyos diputados y senadores pasan a salto de mata por una ciudad desquiciada, lamentablemente rehén de su pasado y de la masiva votación ciudadana por un partido cuyo mejor lenguaje siempre ha sido la alcahuetería hacia los “movimientos sociales”.
 
Hoy resulta muy simple (y muy injusto) echarle la culpa de todos los males de la capital a Miguel Ángel Mancera, el jefe de Gobierno cuyo cuerpo ya ardería en la pira vengativa si la policía hubiera arremetido a palos contra los energúmenos. 
 
Ya estarían con el alarido en el cielo todos los teóricos con la letanía de los Derechos Humanos, mismos cuya vigencia nadie invoca cuando los manifestantes golpean a los policías quienes en labor inútilmente disuasiva se exponen (injustamente) desarmados a la ira protegida de la marabunta armada con tubos y botellas; piedras y cachiporras. 
 
Uno de estos críticos es Ernesto Cordero, presidente de la mesa del Senado de la República quien tiene por obligación constitucional (artículo 61) garantizar la inviolabilidad del fuero de los senadores y del recinto parlamentario. La policía de la ciudad protegió el edificio y ahora el culpable de todo es quien protege, no quien  agrede. Con razón  Madero lo corrió.
 
Pero en todo esto hay algo sobre lo cual vale la pena reflexionar: la actitud del gobierno de la ciudad (y también el gobierno federal) en relación con las manifestaciones. 
 
Como consecuencia de la catástrofe política de 1968 y los posteriores sucesos del 10 de junio con todo y sus “Halcones”, alguien decidió cortare las uñas al gobierno. Pero lo hizo hasta el codo. 
 
Desde entonces nadie (excepto Francisco Javier Ramírez Acuña en Guadalajara), les ha metido candela a los manifestantes. No será este el espacio para aplaudir ni para condenar el uso de la fuerza. Sólo consigno hechos y los relaciono con el caótico presente.
 
En Michoacán se les dio dinero, mucho dinero a los maestros a cambio de nada. 
 
“(16 de junio).- La sección 18 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) terminó este domingo el paro indefinido que mantenía desde el 22 de abril en Michoacán.
 
“Los docentes tomaron esta decisión luego de llegar a un acuerdo con el gobierno estatal, en el que se prevé la contratación de mil 200 plazas, acción que necesitará de aproximadamente 800 millones de pesos”. Eso sin contar el pago de los “adeudos” heredados de la administración anterior: 250 millones de pesos más.
 
En Guerrero la solución no fue distinta. El gobernador Ángel Aguirre dobló las manos y de hinojos reiteró las órdenes de aprehensión contra los vándalos del incendio de Chilpancingo (después de haber sacado al Congreso de la capital y llevarlo Acapulco para legislar en una “sede alterna”) y llevar la reforma educativa a su mínima expresión.
 
En el caso de Oaxaca, donde la virulencia magisterial es notoria, crónica e incurable, Gabino Cué se ha convertido en el Santo Patrono de la disidencia. A querer o no, les patrocina sus movilizaciones, los asiste y les consiente todo, a cambio de una relativa paz en el estado:
 
“Al mediodía de éste domingo (18 de agosto, Libertad Oaxaca), el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), inició el pago retroactivo del aumento salarial al magisterio de la Sección 22 del SNTE, para “facilitar” su traslado masivo a la ciudad de México en donde iniciarán su movilización masiva nacional.
 
 “A pesar de que en la asamblea estatal permanente, que inicio en la víspera poco después de las 14.00 horas y recesó después de las 20.00 de anoche, se acordó “que los pagadores habilitados de las zonas escolares realizarían los pagos del retroactivo del aumento salarial en la Ciudad de México.
 
“Sin embargo, en un acto de “extrema solidaridad del gobierno del estado”, a pesar de ser un día inhábil, se ordenó el pago inmediato del retroactivo a los más de 73 mil trabajadores de la educación para “facilitar” su urgente traslado a la capital de la República”.
 
Los ejemplos son interminables. Las pruebas también. La coordinadora de los maestros es una herramienta poderosa en el chantaje perpetuo. Como lo fue la APPO, como el grupo de la “defensa de la tierra” en Atenco, como lo son –en otras proporciones–, los zapatistas, los guerrilleros emboscados, los anarquistas del primero de diciembre y todo aquel cuya intención sea plantarle cara a un  sistema timorato y lleno de sentimientos culpígenos. 
 
En la ciudad de México hay otro ingrediente. El Partido de la Revolución Democrática, al cual Mancera pertenece, si no por convicción sí por cobijo –quiera o no–  , se ha nutrido de cuadros formados en la movilización callejera. 
 
Si se hace a un lado la parte “ideológica” de los fundadores (Cárdenas, Muñoz Ledo, etc) el PRD es un amasijo de organizaciones callejeras (en el mejor sentido) cuya fuerza reside en la movilización. Por eso sus mejores momentos se los debe a López Obrador, el maestro de la manipulación masiva y el chantaje. 
 
Hace algunos años, el PRD nos dio una muestra de su inmutable naturaleza: ocupó la ciudad con un plantón interminable en la Plaza de la Constitución y el Paseo de la Reforma, con un costo brutal. Todavía hace unas semanas el Instituto Federal Electoral le ordenó pagar las deudas de aquellos días. Después de ese plantón por todos condenado, André Manuel se alzó con casi 17 millones de votos en las elecciones federales y el candidato Mancera; de ese mismo partido, arrasó con más del 60 por ciento de los votos. 
 
–¿Eso significa el respaldo ciudadano a los plantones desquiciantes?
 
Obviamente no; pero prueba la irreflexiva forma como los capitalinos votan sin darse cuenta de la organización detrás de un candidato cuyas acciones serán dominadas no por sus electores sino por sus captores, como es el caso de MAM.
 
Hoy censuran la tibieza de quien busca salidas políticas a problemas acumulados por las políticas de otros. 
 
Por cierto, ¿alguien le llevará los diarios del día a Elba Esther? Le haría menos duro el encierro.

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