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Por qué marchan los maestros

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Francisco Rodríguez

Y a todo esto, ¿qué mueve a los maestros disidentes? ¿Qué los orilla a mantener al Zócalo de la capital nacional bajo su dominio? ¿Por qué sus marchas por las principales avenidas del Distrito Federal, Veracruz, Guerrero, Quintana Roo, Baja California Sur, Michoacán, Aguascalientes, Chiapas, Tabasco? ¿A qué obedece que hayan dejado de dar clases a sus alumnos desde hace ya casi un mes? ¿Por qué se suman a la Insurrección Magisterial más y más mentores?

 

Muy sencillo: porque desde las mareadoras alturas del poder ni los ven, ni los oyen, cual reza el malhadado aforismo salinista que, todo indica, se ha puesto otra vez en práctica.

Y es que en la segunda decena del más reciente mayo, tras marchas por la metrópoli capitalina y un “plantón” en el Zócalo en contra de la (mal) llamada reforma educativa –laboral, en realidad–, consiguieron negociar en la Secretaría de Gobernación que su opinión al respecto sería tomada en cuenta en la elaboración de las iniciativas que, ya aprobadas, promulgara hace un par de días el Presidente Enrique Peña Nieto.

Levantaron entonces su ocupación de la Plaza de la Constitución antes de que comenzara junio. Regresaron a sus centros de trabajo, a sus escuelas, a su organización gremial y se lanzaron de lleno a realizar foros en los que, a final de cuentas, diez mil maestros manifestaron su opinión con respecto a las iniciativas. Las trajeron al Distrito Federal. Las entregaron en la Secretaría de Educación Pública, y…

Todo indica que permanecieron en el cajón de algún escritorio –probablemente el de Vasconcelos, sobre el que hoy recarga los codos Emilio Chuayffet–, si no es que en el bote de la basura.

Las propuestas de los profesores disidentes –ellos se autonombran democráticos– no fueron consideradas. Ni un párrafo. Ni una línea. Nada.

Hasta donde sé, cuando las iniciativas fueron presentadas en el Congreso, los primeros sorprendidos por su contenido –o por lo que no contenían–, fueron los negociadores de la Secretaría de Gobernación, quienes habían conseguido la tregua y empeñado su palabra a finales de mayo.

¿Qué pasó? ¿Por qué no tomaron en cuenta las propuestas de los maestros disidentes? ¿Hubo “línea” de Los Pinos para que en la SEP procedieran como finalmente lo hicieron sus más altos “funcionarios”? Entonces, ¿por qué, también desde Los Pinos, no se les avisó siquiera a los negociadores de Gobernación, cuya palabra fue la que quedó en entredicho?

 

LOS PADRES, A PAGAR

 

Pese a que han sido satanizados en los “grandes” medios –los califican cual “vándalos”, “violentos”, etc.– para que lectores de diarios, radioescuchas, televidentes se lancen en su contra, la gesta de los mentores que participan en el movimiento Insurrección Magisterial, también están dando la cara por los padres de familia, a quienes las iniciativas ya aprobadas obligan a la autogestión de los planteles, lo que consideran los disidentes es un primer paso para la privatización de la educación.

Ni los ven, ni los oyen. Los acusan del caos vial, de la ocupación de plazas y calles, de las pérdidas que sufren los negocios, de…

Defienden los maestros la situación de la niñez y la juventud.

De acuerdo a sus estudios, durante el fatídico y fallido calderonato, concretamente en 2008, el INEE reportaba un total de 3 millones 641 mil 861 millones de niños y jóvenes fuera de la escuela (457 mil 557 en preescolar; 232 mil 156 en primaria; 572 mil 734 en secundaria y 2 millones 379 mil 414 en media superior); son, claro, niños y jóvenes que pertenecen a los sectores sociales más pobres.

La dizque reforma educativa ¿atiende esa situación?

Todavía más. El Censo de 2010 señala que están fuera de la escuela 2.9 millones de niños en edad de cursar el preescolar y actualmente el porcentaje de atención para los niños de tres años es de 46%. En el año que debió cumplirse la universalización, la autoridad educativa señaló que no se revisaría la ley, aunque reconoció que: “No hay recursos suficientes para hacernos cargo de todo al mismo tiempo y la obligatoriedad ha crecido de manera gradual, particularmente en primero de preescolar; en segundo y tercero cada día se mejora (Reforma, 01/12/2010).”

La cobertura nacional en secundaria es de 97%, aunque algunas entidades como Campeche, Chiapas, Puebla o Quintana Roo tienen una cobertura del 90%. Sin embargo, el problema de deserción crece día a día debido a que millones de niños dejan las escuelas para incorporarse al mercado laboral.

¿Resuelve este desastre la (mal) llamada reforma educativa?

Hay 6.4 millones de jóvenes, de 15 a 19 años de edad, que pueden acceder a la Educación Media Superior, pero que año con año son excluidos de ese derecho por el examen de selección al que son sometidos; mientras que 16 millones de jóvenes de 20 a 29 años no tienen oportunidad de ingresar a la Educación Superior.

La cobertura de atención en estudios de educación superior (licenciatura y posgrado) es sólo del 27 % del total de aspirantes. (Roberto Rodríguez El Censo 2010 y la cobertura de la educación superior Campus Milenio. No. 417. Marzo 17, 2011).

Existen 3 millones de alumnos de preescolar y primaria en escuelas multigrado que son atendidos en las en las modalidades: comunitaria, indígena y generales del medio rural.

En nuestro país, la exclusión escolar de 2.3 millones de niños de 5 a 14 años, ahora se suman 1.2 millones de niños, de tres y cuatro años de edad.

Pero ya se aprobaron las iniciativas.

¿Ya cambió México? ¿De pronto somos ya un país educado? ¿Con edificios escolares bien equipados como los que hay en Finlandia o Corea del Sur, países con los que nos comparan?

 

Índice Flamígero: La situación se complica aún más. La noche del martes fue asesinado Everardo Hugo Hernández Guzmán, diputado del Partido de la Revolución Democrática, importante cuadro de la Sección 22  del SNTE y edil electo de San Andrés Cabecera Nueva. Fue ejecutado de dos balazos en la cabeza, mientras cenaba en una fonda ubicada sobre la calle Juan de la Barrera de la colonia La Paz, perteneciente al municipio de Santa Cruz Xoxocotlán, demarcación situada a unos 5 kilómetros del zócalo de la capital oaxaqueña.

 

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