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Declaración de Guerra del EZLN; el Poeta en Ocosingo

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Abelardo Hernández Millán

7. Poeta en Ocosingo

“Son las 8:57 del primero de Enero de 1994. Mi padre me despierta con la noticia: “El pueblo está tomado. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional ha declarado la guerra a Salinas”.”

El poeta Efraín Bartolomé, radicado en el DF, decidió pasar los días festivos de diciembre de 1993 en compañía de familiares cercanos radicados en su ciudad natal, Ocosingo, Chiapas. No esperaba presenciar, muy de cerca, el inicio de una guerra cruenta librada entre indígenas mayas pobres (EZLN) y el ejército federal.

A esas horas, en la radio local súbitamente convertida en Radio Zapata; alguien lee el texto de la Declaración de la Selva Lacandona. “No creo en lo que oigo. Todavía no despierto bien”, agrega enseguida el poeta convertido en cronista. Le pasaba lo mismo que, en esos momentos, nos pasaba a todos en el resto del país: el estupor y la incredulidad a flor de piel ante hechos espectaculares e inesperados.

Tal experiencia es narrada, a vuelapluma, y casi minuto a minuto de los primeros 12 días de enfrentamiento, en el libro Ocosingo. Diario de guerra y algunas voces (Ed. Joaquín Mortiz, 1995). “Ahí, en la vieja casa familiar, nos sorprendió la guerra”, leemos en página introductoria.

Continúa la crónica del primer día. Efraín escucha sonidos de disparos y ruido de niños corriendo a recoger los casquillos. Balacera tras balacera; en el intermedio, calma y silencio. La guerra se va haciendo algo cotidiano: “Hace frío. Cayó la noche. Se prendieron las luces. Un grupo de seis guerrilleros ha hecho guardia en la esquina toda la tarde. En todas las esquinas hay guardias similares”.

Bartolomé reproduce opiniones que eran más resultado de la fantasía desbocada de las personas entrevistadas que de hechos reales, verosímiles, aunque éstos estuvieran ocurriendo a la vuelta de la esquina. Se habla de decenas de muertos, entre soldados federales y zapatistas. Corren rumores de que algunos insurrectos son salvadoreños o nicaragüenses, y de que otros portan “rifles de palo”.

Al mediodía se escucha un disparo. Un hombre de uniforme azul cae derribado desde la azotea del palacio municipal.

Cerca de las cinco de la tarde la radio avisa: “Atención pueblo de México. En estos momentos Radio Zapata informa…que las fuerzas de Seguridad Pública de esta cabecera se han rendido a las fuerzas del EZLN”

Ya en la madrugada es posible conocer las noticias por TV, con imágenes de la toma de San Cristóbal de las Casas (distante unos 90 kilómetros de Ocosingo): “Todo parece diferente allá: ni centroamericanos, ni mandones, ni violencia, ni rehenes, ni ataques a civiles, ni muertos. Y los guerrilleros entrevistados son claramente indígenas”, hace notar el poeta. A esa misma hora, en San Cristóbal, el Subcomandante Marcos anunciaba en voz alta a sus compañeros de armas: “¡cayó Ocosingo, compañeros”!, según puede escucharse en un video.

La crónica de ese terrible día termina así: “Me asomo a la terraza de la calle, desde la parte en construcción. Los rebeldes que resguardan la esquina duermen, hechos bolita, sobre la acera”. “Hago esta última notación a las 2:39. Ya es otro día…”

Los hechos que narra Efraín Bartolomé en este libro documentan ampliamente la existencia de una guerra real. No en balde la palabra “guerra” aparece impresa en el libro al menos 26 veces.

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