Hugo L. del Río
Es evidente que los gobiernos de México y Venezuela no quieren desvelar los misterios del aerotaxi mexicano destruido en el espacio aéreo o en suelo venezolano. La hipótesis del Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en el sentido que el avión mexicano iba cargado de cocaína es insostenible.
El contrabando de estupefacientes es de sur a norte. A este paso, Caracas un día nos acusará de enviar arroz de contrabando a China, o dirá que Washington envía estupefacientes a Sudamérica. Por lo pronto, está claro que los cinco pasajeros y los dos pilotos recibieron un trato, digamos, preferente, por parte de las autoridades aeroportuarias de la ciudad de Querétaro. Ni el Instituto Nacional de Migración, ni el Sistema de Administración Tributaria ni la comandancia de la Dirección General de Aeronáutica Civil detectaron anomalías en la presentación de documentos falsos y un plan de vuelo elaborado a la mexicana con el ánimo de dejar hacer, dejar pasar. Según esto, el Hawker haría un viaje de cinco horas diez minutos para aterrizar en las Antillas holandesas. Y sí, el vehículo aéreo tomó tierra allá. Luego despegó, presuntamente con rumbo a La Ceiba, Honduras (donde fue ahorcado Cuauhtémoc hace casi 500 años), pero en realidad se internó en el espacio aéreo venezolano a la altura de Barquisimeto, de donde se desvió a Apure. En el celoso cumplimiento de su deber, el Comando Estratégico del Ejército (CEE) ordenó que un cazabombardero Sukhoi interceptara a la aeronave azteca. Y a partir de ahí, entramos en un enorme banco de niebla cuyo único rayito de luz es el tuit del jefe del CEE, Vladimir Padrino, quien se felicitó a sí mismo por…¿por qué: el derribo de la máquina voladora, su aterrizaje forzoso o qué? Misterio impenetrable. Se filtró la versión de que a esas alturas sólo iban en el bimotor Hawker los dos aviadores y un tal Isaac Pérez Dubon. ¿Y los otros cuatro viajeros? Al Presidente Peña Nieto no le conviene aclarar las cosas. Ya salió a flote la corrupción de las tres citadas dependencias, y comenzó, además, a circular la hipótesis de que militares corruptos controlan la terminal aérea de Querétaro. Y el pajarito no le ha dicho a Maduro qué debe hacer. Lo más probable es que el Sukhoi haya destruido al yet azteca en pleno vuelo. ¿Para qué incendiar en tierra un aeroplano que, con edad suficiente para votar y todo eso, como sea sigue valiendo unos millones de dólares? Pero esto no afecta las relaciones con el pueblo hermano; Peña Nieto ya nombró embajador en Caracas a Leandro Arellano Reséndiz. EPN y Maduro se entienden. Hablan el mismo idioma y se mueven en el mismo espacio de putrefacción moral.
