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El primer año

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Acento

Salvador Flores Llamas

Acotados por el tiempo, acostumbramos celebrar cumpleaños y aniversarios y hacer corte de caja por uno, dos o más años; por eso no extraña que se haga un balance del primer año de gestión de Peña Nieto.

 

Cada sexenio gubernamental despierta en México expectativas por el anhelo de todos de que se resuelvan los problemas principales y se emprendan nuevos esfuerzos para obtener más oportunidades de superación y bienestar.

El mexiquense llegó entre expectativas muy prometedoras y temor de que volviera el viejo PRI con su cauda de devaluaciones y crisis económicas, que demolieron el patrimonio de millones de familias, sembraron pesimismo y llevaron a sustituirlo en el poder.

En su último trienio inició la crisis y astringencia legislativa que hizo imposible aprobar las reformas urgentes que requería el país y se prolongó los dos sexenios que ocupó la Presidencia el PAN, porque la operación distó mucho de ser su fuerte.

Eso atornilló a México. Ni Fox ni Calderón le encontraron la cuadratura al círculo, porque estaban impreparados y no supieron capotear una oposición férrea de la izquierda y el PRI  les cobró caro haberlo sacado de Los Pinos.

Eso sirvió de caldo de cultivo  al retorno del tricolor, argumentado que él si sabía gobernar y llevaría a México a nuevos niveles de justicia, bienestar, avance económico y seguridad pública.

La clave del buen inicio de Peña Nieto fue el Pacto por México, que signó solemnemente al día siguiente de asumir el poder en un acto espectacular, que sembró grandes esperanzas.

Si fue suya o no la iniciativa, su acierto fue adoptarla y negociarla con los otros dos partidos importantes; aseguró así mayoría en las cámaras del Congreso para aprobar reformas constitucionales, que demandan las dos terceras partes de los votos.

Eso ni en sueños lo vieron Calderón, Fox ni Zedillo en su segundo trienio, cuando perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y la oposición se unió y le dobló los brazos.

El pacto logró las grandes reformas que los mexicanos soñamos: laboral, telecomunicaciones, educativa, hacendaria (mayor control del gasto y transparencia) están a punto la nueva político-electoral y la energética.

Son la clave de un México más promisorio.

Desde luego falta aterrizar las reformas: con sus respectivas leyes reglamentarias y su aplicación objetiva, sin olvidar que los frutos se cosecharán en dos o tres años, pues no son obra de milagrería.

Mas no todo es miel sobre hojuelas, la economía y la seguridad publica dejan mucho a desear. La reforma fiscal no ayuda a superar rezagos económico-financieros, avanzar la producción industrial ni a enfrentar efectos de la crisis económica internacional, que frena las exportaciones y puede devenir en desastres.

No es de soslayar que el aumento del gasto público, el déficit fiscal y la deuda externa pueden traer graves quebrantos. 

La energética será oportunidad para que no desperdiciar nuestras grandes reservas del subsuelo y del Golfo no se desperdicien, antes que Irán, cuarto productor mundial, reanude sus exportaciones,por su acuerdo con EU y éstos sean autosuficientes en petróleo, lo que está a punto.   

La reforma abarataría además el consumo interno y  traería fuertes ingresos petroleros en beneficio de la economía y bienestar de las mayorías. De lo contrario podríamos perder esa riqueza.

Es de esperar que la pericia operativa de los políticos encuentre par en lo económico y en seguridad pública, pues no podemos olvidar que apenas si se han reducido los asesinatos y crecieron los secuestros y extorsiones.

El crimen organizado, coludido con  funcionarios, jueces, policías y autodefensas, causa zozobra en estados como Michoacán, Oaxaca y Guerrero, contra el deseo presidencial de menos violencia y más seguridad y justicia.   

Pese a que estamos por dejar un año de reformas transformadoras, Peña estimó que no debe perderse el tiempo en celebrar su primer año, sino que llegó el tiempo de aterrizar las reformas, ser más eficaz, y se comprometió a redoblar esfuerzos. 

Vale reavivar la esperanza, porque si le va bien al Presidente, nos irá igual a los mexicanos.

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