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Síndrome de Van Gogh

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Agora Política

Por Jesús Yáñez Orozco

Mientras todo es jolgorio, guateque, júbilo, triunfalismo esquizoide, en las altas esferas del poder, por  la promulgación de la reforma energética, sinónimo de suicidio nacional, con el petróleo como veneno, quedó sepultada, de golpe y porrazo, toda esperanza de un futuro halagüeño para un pueblo dolido, quebrado, hace más de 500 años.

 

Miramos a los señores de la corbata y costosos trajes y mujeres emperifolladas –cuyas costosas prendas pagamos con nuestros impuestos—ajenos a la realidad nacional. Habitan otro planeta. Políticos antidemocráticos de todo sino político: izquierda, derecha, centro. Todos unificados por el desdén hacia nosotros, el pueblo, sus hermanos.

Viven, aquellos que festinan, en el país que no hemos visto durante  más de 70 años, desde 1929, cuando el abuelo del PRI llegó al poder: PNR. Tiene una economía patito, de quinta, cuando por los recursos naturales que posee, podría ser una potencia mundial. Ya lo dicen los especialistas.

El pasado viernes 20 de diciembre de 2013 pasará a la historia como el día que explotó la ignominia, indignación popular, acallada por cientos de horas de programas televisivos y radiofónicos que alaban de la decisión del ogro filantrópico:

La promulgación de la cacareada reforma energética que (de) reforma y adiciona la Constitución Política Mexicana.

Ahí mismo en Palacio Nacional, convertido en oficialía de partes de empresas petroleras extranjeras durante una esta singular verbena popular ditirámbica, su Alteza dio los santos óleos al petróleo mexicano: el cuerpo del país dentro del féretro reformador.

Y ahí también, con las paredes de Palacio Nacional como mudos testigos, 78 años atrás, sucedió otra historia: la antítesis de ésta.

Luego del anuncio de la expropiación del oro negro, por el Tata Lázaro Cárdenas del Río, hubo un sentido acto solidario del pueblo mexicano para pagar a la indemnización correspondiente a las empresas extranjeras. Quizá el más histórico.

Con rostros de triunfo e ilusión niños, adolescentes y adultos –hombres y mujeres— acudieron a donar lo inimaginable: medallistas de oro o plata con la imagen de la Virgen de Guadalupe o Cristo; alcancías, cerdos, gallinas, pollos, gallos, conejos, guajolotes, chivos, dinero…Todo lo material que fuera susceptible de convertirse en dinero.

Era el pueblo desarrapado. Pero ahora ya no tiene acceso a Palacio Nacional. La única forma de mirar su interior es a través de la televisión.

Por eso, este recurso natural es del pueblo que no decidió sobre su futuro.

Ahora no hay animales ni imágenes religiosas en oro ni dinero, ni ilusiones. Nada. El pueblo miserable, chilapastroso, se muere en su miseria: de hambre, literal. Nos ahogaremos, así –paradojas de la vida– en un supuesto mar de oro negro, que nos llegará hasta el cuello. Por eso, mientras, tenemos que caminar de puntitas, para entrenarnos.

Hay quienes consideran dicha promulgación equivalente a la entrega de la mitad del territorio mexicano, ahora Texas, al país de las Bardas y las Estrellas, durante uno de los 11 episodios presidenciales de Antonio López de Santa Anna. A cambió, recibió 15 millones de dólares.

Es una burda metáfora –el anuncio– que pone en charola de plata el futuro nacional: ir a empeñar al Monte de Piedad, que representan las compañías foráneas, la joya de la corona del pueblo mexicano: el petróleo, que representa 30 por ciento de ingresos para el país. Algo así como 40 mil millones de dólares.

Su Alteza Serenísima se montó en su macho al desoír toda propuesta que tuviera visos de democracia para tomar su decisión cuasi privatizadora. Eludió cualquier sugerencia de especialistas que lo alertaron sobre los riesgos de su decisión. Y descartó una consulta popular sobre el tema.

Sufre en síndrome del pintor holandés Vincent van Gogh.

Pero acá se mutiló las dos orejas. Y un gobierno que no oye al pueblo está destinado a ejercer un poder fascistoide. Desconoce un principio elemental de la política: mandar obedeciendo.

Pero ¿por qué echar todos los huevos a la canasta? La supuesta petrolización de la economía eclipsará al resto de los sectores productivos del país: el campo –agricultura y ganadería–, la industria minera, la investigación, la pesca, desarrollo tecnológico, la ciencia…

El oro negro no será la varita mágica para sacar del atolladero histórico al país donde lo tienen postrado los Ratones Verdes de traje y corbata. Sí, también son tricolores, como la Selección Nacional de futbol, vamos.

Mucho menos consideró el daño ecológico que generarán las compañías extranjeras en la abertura de lutita, romper rocas para la extracción de gas shale, el verdadero negocio de dichas empresas. Que no el petróleo.

Según algunos especialistas, se requieren de 9 millones a 29 millones de litros para la fractura de un solo pozo.

“La explotación de los 20 mil pozos anuales que se está planteando, supondría un volumen de agua equivalente al necesario para cubrir el consumo doméstico de entre 4.9 y 15.9 millones de personas en un año”, ejemplifican.

Ello supondrá la disminución de agua potable disponible para uso de la población en muchas partes del territorio nacional.

En las altas esferas del poder es un secreto a voces que atrás de su Alteza Serenísima se encuentra Carlos Salinas de Gortari y su espíritu privatizador. Logró, de alguna manera, el objetivo que se develó durante su gobierno hace dos décadas: un plan transexenal: buscar la reelección a principios del siglo XXI.

De alguna manera lo logro. Pese a la tirria nacional que sabe que el pueblo siente por él.

Nunca, en 35 años de labor periodística, había sentido indefensión, impotencia y rabia tal a la hora de escribir. Incluso dolor. Soy un hombre quebrado, partido, por la realidad lacerante de un México que vive un eterno momento de parto.

No acabamos de ver la luz: un futuro promisorio. Sólo oscuridad: desamparo total.

Y mientras se “curan” la cruda delirante petrolizada, tras el anuncio de la promulgación de dicha reforma en Palacio Nacional, no es perogrullada afirmar que México se encuentra en una guerra civil incivilizada, sin declarar,  hace seis años.

Durante un lustro del sexenio de gobierno –del casi beato—de Felipe Calderón hubo más de 100 mil muertos tras el anuncio de su “guerra” al narcotráfico.

Tampoco es casualidad que antes de la docena trágica panista –Fox-Calderón– el narcotráfico creció como enredadera a la sombra de los gobiernos priistas. Ahora con el regreso de los Ratones Verdes del PRI al poder retomó nuevos bríos.

En un año del actual gobierno aumentó la cifra de cárteles de la droga en México: más de 90 y las consecuencias que ello conlleva para la sociedad.

Hay que sumar: desempleo, subempleo, economía informal, corrupción, la mitad de los 120 millones en pobreza y unos 12 millones en pobreza extrema. Debemos, poner –ahí si nosotros– oídos sordos al maquillaje estadístico de Marx Factor burocrático: de que todo es color de rosa. Salvo excepciones, siempre hacen cuentas alegres.

Incluso, la Secretaria de Gobernación, y todos sus organismos de control social y político, no han podido matizar la agudización de la violencia nacional, que crece como el hongo:

Narcofosas llenas de cadáveres como en Jalisco y Michoacán, decapitados, desmembrados, colgados, incinerados, ejecutados con tiro de gracia y otras matanzas ocurridas en el país, producto de vendettas y enfrentamientos del crimen organizado y el narcotráfico.

De acuerdo con organismos no gubernamentales, durante los primeros 12 meses del gobierno –del émulo del maratonista griego Filípides– ya lleva más de 20 mil muertos en su morralito. De mantener esta línea ascendente, al término de su mandato, llegará a unos 120 mil decesos.

Sólo en la dictadura argentina, la más sanguinaria de América latina de los  años 70, que duró seis, años hubo 35 mil muertos desaparecidos.

Pero celebremos con gusto señores, la petrolizada promesa de que ahora sí seremos la neta del planeta ante ojos  propios y ajenos.

A continuación, fragmentos del discurso de Cárdenas, con motivo de la expropiación petrolera, que vale la pena recordar en esta coyuntura política:

Las compañías petroleras… se han obstinado en hacer, fuera y dentro del país, una campaña sorda y hábil que el Ejecutivo Federal hizo conocer hace dos meses a uno de los gerentes de las propias compañías, y que ese no negó, y que han dado el resultado que las mismas compañías buscaron: lesionar seriamente los intereses económicos de la nación, pretendiendo por este medio hacer nulas las determinaciones legales dictadas por las autoridades mexicanas…

Las compañías petroleras han gozado durante muchos años, los más de su existencia, de grandes privilegios para su desarrollo y expansión; de franquicias aduanales; de exenciones fiscales y de prerrogativas innumerables, y cuyos factores de privilegio, unidos a la prodigiosa potencialidad de los mantos petrolíferos que la nación les concesionó, muchas veces contra su voluntad y contra el derecho público, significan casi la totalidad del verdadero capital de que se habla.

Seguro volverá aquel paraíso petrolero, pero sobre todo fiscal, para las empresas trasnacionales.

Va una muestra de botón: la Secretaría de Hacienda condonó tres mil millones de pesos en impuestos a Televisa. Por ello, la férrea defensa de sus irracionales jilgueros a las reformas energética, educativa, política y de telecomunicaciones en todos sus espacios televisivos.

Favor con favor. Como hace más de cinco décadas.

Ahora sí, sin duda, administraremos la abundancia con la serenata de balas en todo el país como música de fondo.

¿Qué? ¿No?

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