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Notimex, La Tintorería

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Agora Política

Por Jesús Yáñez Orozco

Durante casi 44 años, que cumplió el pasado 20 de agosto, Notimex ha sido la lavandería de ocho sexenios: remoja, lava, exprime, tiende y plancha los trapos sucios de los gobiernos –que nunca Estado, como insisten en afirmar sus respectivos directores– en turno, incluidas, por supuestos las máscaras con las que ejercen el poder.

 

Salvo la llamada Docena Trágica panista –Vicente Fox-Felipe Calderón de 2000 a 2012— la Agencia Mexicana de Noticias, que se sostiene con el dinero del pueblo– siempre ha sido la oficina de relaciones pública del Presidente de la República y secretarios de Estado.

Y lo digo porque tengo los pelos de la burra en la mano. O la mano en los pelos de la burra: da igual: fui trabajador de la Agencia en dos ocasiones.

Hace 13 años, durante mi segunda estancia laboral en la Agencia, que se cumplen por estas fechas y que habría de durar  poco menos de 12 meses, el gobierno mexicano tuvo la oportunidad de contar con una empresa periodística que estuviera al servicio del pueblo, que es, reitero, quien la sostiene con sus impuestos, y no para limpiar con clarasol noticioso la cara y manos de la cúpula política en turno.

Incluyo a las administraciones federales encabezadas por Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Alvarez, Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa. Y lo que va de la actual con su Alteza Serenísima.

Durante ese 2001 un grupo de periodistas que habíamos sido reporteros de la Revista Proceso, algunos de ellos casi 30 años, con Francisco Ortiz Pinchetti a la cabeza, intentamos convertir el infierno en cielo: hacer que la agencia sirviera a la sociedad, no a intereses personales o políticos, de grupo. 

Fue una quimera que duró alrededor de un año.

Mi primera experiencia profesional en Notimex fue de 1982 a 1986, como reportero-editor de las áreas de noticias y radio. Y Fundador del Sindicato de Trabajadores de Noticias de Notimex (Sutnotimex que, de ser un ente laboral que resguardaba los derechos de los trabajadores, se convirtió en una caricatura sindical con el paso de los años).

Llegamos a la empresa un grupo de reporteros y editores de los casi 40 trabajadores fuimos despedidos de la Revista Proceso por el director, Don Julio Scherer García y su brazo derecho, Vicente Leñero, a mediados de 1982.

Tuvo a bien darnos asilo laboral Miguel López Azuara, entonces titular de Notimex, quien había dejado huella en su paso por dicho semanario.

Ibamos: Charalambos Hazdzilambis Alexius, de origen griego, Raúl Monge, Pablo Hiriart, chileno, Gaspar Fe Alvarez (hermano del entrañable  Don Francisco, director de la Agencia Comunicación e Información S.A., –CISA—de la Revista Proceso) y quien esto escribe.

Al poco tiempo que llegué a la agencia sentí descender como en tobogán del cielo al infierno, sin escalas, periodísticamente hablando. Acepté por la insistencia de “Pambos”, como era conocido Alexuis, quien fungía como coordinador del área internacional de noticias.

Después pasó al área de radio de Notimex. Junto con Jaime Hernández intentaron reactivar el área. También me sumé con él.

Siempre me mostré reacio a ejercer mi labor reporteril para la Notimex. Me apachurraba el alma mirar cómo la Secretaría de Gobernación, ejercía un control férreo sobre todo lo que ahí se escribía. Más bien no se escribía. La censura era permanentemente férrea.

Más que periodística parecía una labor de Ministerio Público.

Recuerdo cómo se enloquecían los directores de operaciones nacionales, responsables del contenido de la información de los textos, cuando había una nota incómoda.

“Hablen a gobernación”, ordenaba a sus subordinados para que le ordenaran qué hacer.

Por eso, casi siempre hice una labor de redacción. Como corrector de estilo. Jamás censuré información alguna.

Para intentar romper con las cadenas del control de Gobernación sobre los trabajadores, me involucré en la creación del Sindicato de Notimex. Fue una experiencia grata porque se ampliaba el espectro de desarrollo laboral de todos sus empleados. Ya no había encorsetamiento alguno en ese sentido. 

Mas sí, en el contenido de la información periodística.

Conforme pasó el tiempo el Sutnotimex se convirtió en el reverso de la moneda. Y me tocó vivirlo en mi segunda época en la Agencia, como coordinador de deportes. Más delante contaré.

Cuando tuve la oportunidad pude cambiar mi panorama laboral, lo hice, dentro de la misma Agencia. Y ocurrió a finales de 1984. Como uno de los países miembros de la Agencia Latinoamericana de Servicios Especialidados de Información (Alasei), el director de la Agencia, Héctor Manuel Ezeta, me comisionó como reportero.

Alasei era un intento interesante de confrontar en el aspecto periodístico a las poderosas agencias internacionales de información. Tenía un apoyo económico de la UNESCO y otro de gobiernos latinoamericano. Fue una bocanada de oxígeno periodístico. Pude trabajar con mayor libertad. Su difusión era semanal.

Como titular estaba José Carnero, hijo, Jorge Flores, un hombre de apellido Manrique, peruanos los tres. Los editores eran Carlos Fazio, uruguayo, y Miguel Bonasso, argentino.

Antes de mi despido de Alasei por razones injustificadas, Bonasso, refugiado político en México, comenzó a auto promocionar a través de Alasei, que se distribuía en 12 países, su novela Recuerdo de la Muerte.

Eso me pareció poco ético, para quien la calidad moral es su principal arma. Es de los argentinos que se dice de izquierda, pero cobra con la derecha. Igual que el entrenador de futbol César Luis Menotti.

Dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Mi despido de Alasei obedeció a que en el último trimestre de 1985, como becario del Instituto de periodismo José Martí, en la Habana, Cuba, en una de las materias me atreví a hacer un cuestionamiento, con otros tres compañeros –Gerardo Tena, mexicano, y Marcos Fernández, panameño– por escrito de los contenidos de Alasei.

Era como un juego para nosotros.

La materia era coordinada por el matrimonio González Manet, Enrique y Olga, creo que se llamaban. Me hicieron un airado reclamo por el contenido y, al estilo castrista, castroso, amenazaron con ponerme una baja calificación.

“No vine a Cuba por una calificación de 10, estoy aquí para conocer la realidad de un pueblo”, respondí. Ambos, como representantes del gobierno cubano ante Alasei, explicaron a Carnero qué había sucedido.

Cuando llegué a México, a principios de 1986, se confirmó lo que había pensado después de mi charla con los González Manet: Carnero Roque, agobiado, me despidió.

“Hermano”, le dijo antes de informarme de mi salida,

Y no es menor la importancia de Notimex. Su equipo hoy incluye 310 “profesionales del periodismo”: redactores, editores, reporteros, colaboradores, corresponsales.

Cubren todo el territorio nacional, además de Estados Unidos, Canadá, América Central, América del Sur, Cuba, España, Bélgica, Alemania, Suiza, Gran Bretaña, Francia, Italia, El Vaticano, China y en su momento Tokio y Singapur.

Supongo que habrá hecho una fuerte inversión para reactivar la agencia e intentar ponerle otra capucha. En aquél 2001 se sabía que Notimex tenía un déficit de 230 millones de pesos. En parte por la curiosa manera de manejar sus finanzas. Pof ejemplo, Mario Vázquez Raña dueño de la cadena de periódico de la Organización Editorial Mexicana (OEM), alimentaba a casi medio centenar de sud diarios con el precio de una sola suscripción del servicio de Notimex. 

Vale destacar el caso de Pablo Hiriart Lebert, de origen chileno, vinculado al dictador chileno Augusto Pinochet, con una desmedida ambición de poder y dinero, poco tiempo después, dejó la agencia y se convirtió en destacado reportero de La Jornada.

Su labor periodística acabó encandilada por el Presidente Carlos Salinas de Gortari, o al revés, convirtiéndose en uno de sus tantos periodistas incondicionales. A él se suman José Carreño Carlón y Otto Granados.

Después, antes de finalizar su sexenio, Salinas lo hizo director del desaparecido diario El Nacional, también propiedad del gobierno.

Recuerdo que cuando comenzábamos como imberbes reporteros de Proceso, en sus días de descanso Hiriart andaba como perro sin dueño en la redacción de la revista, en Fresas 13, en la colonia del Valle, durante sus descansos los fines de semana. Pocos compañeros le tenían aprecio. Era un apestado. Y él actuaba como tal.

En un acto solidario varias veces, como reportero de deportes, lo invité a la cobertura de los partidos de futbol en el Estadio Azteca. Se le iluminaba el rostro.

Cuando tocábamos el supuesto vínculo con el dictador chileno, siempre lo negó.

Hiriart era sobrino de Lucía, ya fallecida, esposa del dictador chileno.

Además Pablo Hiriart, fue director de información de la Presidencia. Dirigió y fundó el periódico La Crónica. Ahora es el responsable editorial del Diario La Razón. Ha participado en empresas televisivas con información periodística y análisis político, como los canales 28, 13 y 40.   

Mi segunda experiencia en Notimex fue una grata quimera; casi todo el año de 2001. Ahí llegué como coordinador de deportes. Sabía que me echaba un alacrán al seno con esa responsabilidad. Había vicios –era hábito reportear por teléfono– y corruptelas en la sección a mi cargo.

Conocía a la mayoría de los reporteros y sabía que oscilaban entre la ley del mínimo esfuerzo –reportear por teléfono, como principal fuente generadora de información, y  chayotear –aceptar dinero mal habido–.

A uno de los reporteros, incluyo, apodaban “chayotín”.

El espíritu de la sección deportiva a mi cargo era trabajar asuntos especiales —crónica, entrevistas, reportaje—sin dejar de cubrir la nota del día.

Sin embargo, privilegié el trabajo propio, nuestra agenda periodística por sobre el cascajo informativo como yo llamo a la nota.     

Un mes después de mi llegada fue grato recibir dos llamadas telefónicas para felicitar el trabajo que se realizaba en el área a mi cargo: Ramón Márquez y Rafael Ramos, editores de los diarios El Universal, y La Opinión de Los Angeles, California, Estados Unidos.

Igual que en información general, la política informativa de la sección a mi cargo fue la misma: compromiso con la sociedad, no el funcionario.

 Recuerdo que Nelson Vargas Basáñez, entonces titular de la Comisión Nacional del Deporte, llamó a mi celular para quejarse de un reportero que le había tomado ojeriza.

Si cumple con los requerimientos periodística se difunde, dije al “Profesor”.

“Es que estamos en el mismo barco”, espetó.

“Sucede que si criticamos al Presidente, criticamos a todos”, respondí.

Otra anécdota significativa fue cuando Fox Recibió en los Pinos a los jugadores de Cruz Azul, luego del título obtenido. Xóchitl Gálvez, coordinadora de Pueblos Indígenas, y aficionada al Cemento, en una falta de sensibilidad política rompió el protocolo y comenzó a pedir autógrafos y tomarse la foto con los futbolistas.

Parecía quinceañera rodeada de chambelanes celestes.

Yo me encargué de la crónica correspondiente. Cuando la funcionaria lo leyó se quejó amarga y, personalmente, con Ortiz Pinchetti, durante una reunión en Los Pinos.

El director llamó al coordinador de la Redacción de información general, Tomás Domínguez. Quien le leyó parte del texto. Nada pasó.

Poco a poco se tensó la relación entre algunos de los reporteros de deportes y yo. A tal grado que el Sutnotimex exigió mi destitución. Un día pegó carteles en la planta baja, a un lado del elevador, y en el cuarto piso, donde se encontraban mis oficinas.

Hubo, incluso, una amenaza de parar la agencia.

“Hazte cargo de tu Frankenstein”, me dijo Gerardo Galarza, brazo derecho de Pinchetti en la agencia, en referencia a que yo había sido fundador del Sindicato de Notimex.

Nada pasó.

Salvo que suspendí tres días a un reportero, con más de 20 años de labor en la agencia, que voló  –inventó– una entrevista con el ex tenista mexicano Raúl Ramírez. Para aclarar la información se trasladó desde Baja California al Distrito Federal donde brindó una conferencia de prensa.

Dicho personaje, que no quiero mencionar, cubrió la información, pero no llevó el material a la redacción.

Lloró cuando le anuncié que estaba suspendido tres días. “Nunca me habían hecho eso en 20 años en la agencias”, se quejó conmigo. 

 Pero la gota que derramó el vaso y que provocó la salida de unos 40 trabajadores de la Agencia, fue cobertura por parte de una reportera de Notimex de la presentación de un libro de Ortíz Pinchetti.

Se difundió por el servicio de Notimex. Cuando esta información llegó a la Revista Proceso, publicó que el director de Notimex usaba un bien público para beneficio personal.

La verdad era otra.

Pinchetti, como reportero de Proceso, casi 30 años, y quien había salido con el director, Julio Scherer García, de Excélsior, en julio de 1976, hizo una crónica sobre Vicente Fox, antes de llegar a la Presidencia de la República.

El texto fue considerado propanista y, en consecuencia, censurado-matizado. Esta situación desencadenó la salida de Ortiz de la Revista. Se sumó, luego Gerardo Galarza.

La cúpula de procesiana –encabezada por Julio Scherer y Vicente Leñero—quiso hacer cera y pabilo de Ortiz Pinchetti tras su salida de la revista, pues era su mejor carta como experimentado reportero. A él y otros periodistas del semanario los tenían congelados.

Todo hace suponer que Martha Sahagún de Fox, quien había llevado de Pinchetti a la dirección de Notimex, tomó la decisión de prescindir de sus servicios, por el procesaso recibido.

Mas por mi experiencia, mi teoría es que Martha despidió al director de Notimex porque un política informativa se había convertido en una piedra en el zapato para los políticos en turno.

Ahora está al frente de la Agencia Alejandro Ramos, periodista probo. Fui reportero de deportes de El Financiero cuando él fungía como director, cargo en el que estuvo alrededor de 30 años.

Por su calidad profesional, me quedo con el beneficio de la duda si Notimex puede ser, en realidad, una agencia de Estado. Lo logrará si se quita el encorsetamiento de Gobernación.

Al tiempo, como dicen los que saben, que no saben.

Pero si algo me hizo desternillar de risa fue una declaración del priista César Augusto Santiago ante la Comisión Permanente porque, dijo –el 3 de junio de 2010– que Notimex “manipula” información para favorecer, entonces, a la administración de Felipe Calderón.

Incluso exigió la comparecencia de su director, Sergio Uzeta.

El burro hablando de orejas.  

Y tantan.

Mentadas –de menta—comentarios –también de menta, críticas y sugerencias: tzotzilyaoro@hotmail,com y feizbuk: @kalimanyez

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