Acento
Salvador Flores Llamas
La Congregación de los muertos o El enigma de Emerenciano Guzmán nos lleva a Salvatierra, Guanajuato, en la época de la promulgación de la Carta Magna de 1917, cuando el abuelo del autor, político liberal y carrancista, se proyectaba a cargos importantes y fue victimado por sus copartidarios, por envidia.
De ése, a la sazón gran pueblo del Bajío con aromas de sabrosas frutas y brisa del caudaloso Río Lerma, parte la trama que serpentea por Moroleón, Morelia y el DF, instancias de vida de antepasados, padres y hermanos del autor, que narra sus vivencias en una microhistoria con lujo de reflexiones y detalles, se adentra en personas, costumbres, lugares y en la idiosincrasia del país que iba integrándose.
Heredero del esfuerzo creador de ancestros españoles, criollos y mestizos, indaga, un poco tarde, vida y personalidad de Emerenciano con testimonios de algunos coetáneos, el apoyo de un cronista salvaterrense, la indiferencia de burócratas y archivos raquíticos, pues intuyó el carisma y proyección de aquél cuyos descendientes lo olvidaron, en vez de asumirlo de palanca para su superación.
Como balde de agua fría cayó el asesinato en la viuda Felipa, quien cerró la página y la tienda de que vivían con holgura, y se llevó a sus hijos a Morelia con sus padres, y los condenó a la pobreza y frustración.
Sabrosas descripciones del devenir capitalino de los 40s hasta los 70s en la Colonia Obrera, reducto de provincianos de clase media baja; las páginas que protagoniza el papá Luis Guzmán, hombre laborioso que rehuye dar el estirón en su trabajo y condena a eso mismo a sus hijos, incluido Ubaldo que, con dotes de figura taurina, rechaza contratos, sin dejar de soñar en tardes de triunfo en los grandes ruedos y resulta un malogrado obrero.
Ante el desinterés paterno y familiar por desentrañar la figura subyugante del abuelo, el actor emprende la tarea, y encuentra que los amigos de aquél consideran que sus hijos deberían imitarlo, pero su padre rechaza una invitación del alcalde de Salvatierra, que quiere llevarlo al DF a presentarlo con políticos de alcurnia para que retome su camino.
Bien puede señalarse al autor como émulo de Samuel Ramos y Octavio Paz, grandes ensayistas sobre el mexicano, que anota costumbres, dichos, vicios que configuran nuestra realidad sociológica idiosincrática.
Las figuras y metáforas son deleitosas, revelan el oficio del autor y aliño en entrevistas, imágenes y reflexiones en torno al patriarca indagado, no sólo como paradigma familiar, sino como políticos de su hora, cuyo avance fue frenado mediante un cobarde asesino por un cacique que llegó a alcalde, diputado federal y gobernador, cuando ya los políticos de Guanajuato se dividían en verdes y rojos.
Finalmente ese triunfador erigió para retirarse un palacete de mal gusto, en la incipiente Colonia del Valle de la capital mexicana.
La obra, que debe ser estudiada por expertos, historiadores, literatos, pasó por un calvario para editarse, por incuria de funcionarios y burócratas, que desdeñaron algo que trascenderá.
Hasta el gobierno de Guanajuato, primero que debió interesarse en editarla por ser su estado el principal escenario del relato, la rechazó, cuando pudo ser uno hito prestigioso para celebrar el bicentenario de la Independencia.
Humberto Guzmán deja, tras una investigación persistente y acuciosa, un relato novelado, crónica y ensayo de la evolución del México del siglo XX, y rompe el sino fatal que afectó a su familia tras el asesinato del abuelo, pero él sí se realizó.
Su estilo es fluido y elegante por sus estudios en instituciones nacionales y extranjeras y su experiencia didáctica, reconocidos con diversos galardones prestigiados.
El libro será presentado el miércoles 30 de abril, a las 19 horas, en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes. Lo editó la Universidad Autónoma de Querétaro, cuyo Instituto de Investigaciones Multidisciplinarias aquilató su valor periodístico, histórico, sociológico y literario.