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Mota sí; no cigarro; no alcohol

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Ágora Política

Jesús Yáñez Orozco

En lugar de asustarnos con el petate del muerto cambiemos de chip mental: fumemos mota. Tendríamos una sociedad más sana. O menos enferma. Mil veces su consumo que tentar al diablo: beber alcohol en exceso o fumar cigarros.

 

Suicidios chiquitos, llamo yo, como los que provoca cualquier sustancia adictiva.   

No es irresponsable mi propuesta. No tenga grima, agorero lector. Estoy consciente que es un tema que provoca urticaria mental.

Lo sugiero su consumo y, obvio, su despenalización, porque sé de qué lado masca la iguana. 

Iba a escribir que sólo en México. No: en todo el mundo mundial.

Y no sólo eso, propongo que se despenalicen todas las drogas duras, maduras, blandas y reblandas.

Sí, leyó bien el agorero lector: todas.

Porque ya hubo quién desmitificó que las drogas son, casi, una pandemia mundial.

Ese alguien se llama Carl Hart, reconocido neurólogo, siquiatra y sicólogo en el país de las Bardas y las Estrellas. Nació y creció en uno de los barrios periféricos más complejos de Miami.

Asegura que 80 por ciento de los consumidores Cara Pálida de cocaína “no” son adictos. Y que la mayoría de ellos son miembros “responsables” de la sociedad.

Recientemente presentó en Río de Janeiro, Brasil, el libro El alto precio, autobiografía que desmantela viejos mitos sobre la adicción a diferentes sustancias ilegales.

Hart es partidario de la regulación de todas las drogas de forma progresiva, acompañada por políticas sociales y educativas realistas.

 

Confieso, desde mi agorero espacio, como lo he hecho en otros momentos, que durante tres años, de los 15 a los 18, consumí Hierbabuena, Marihuana, sólo los fines de semana, de forma recreativa, en mi barrio la Colonia Pensil, en la Ciudad de México, donde se inspiró Chava Flores para escribir la canción Los Pulques de Apam.

Y la volví a probar sólo una vez en más de 40 años.

Aprendí que la práctica del deporte coadyuva en reducir el riesgo de alguna adicción. O se puede combinar, cuando su consumo es recreativo. La vida no es blanca o negra. Tiene matices en todos sus ámbitos.

Existe hace unos 10 mil años, de acuerdo con una historiografía de la mota en internet. Tenía otros usos. Sobre todo para el vestido.

Pocos sabes que durante algunos meses, en 1940, fue legalizada en México. El entonces secretario de Salud, Leopoldo Salazar Viniegra, convenció que se despenalizara a Lázaro Cárdenas del Río, presidente de la República.

Mas volvió a criminalizarse por presiones del gobierno estadounidense.     

Hace casi una centuria se sataniza su consumo en México. Más a través de los medios de comunicación.

Recuerdo la memorable actuación de Miguel Inclán, quien hace el papel de marihuano, en una de las estultas películas de la Trilogía de Pepe El Toro, con Pedro Infante, cuando comienza a alucinar por consumo de la “verde”, incluso patea a la tullida madre del carpintero.

“Andaba mariguano”, suele ser el comentario popular, generalizado, cuando alguien comete un delito.

Falso de toda falsedad. Eso difícilmente sucede. Al menos por mi experiencia. Lo más que sufrí en un par de ‘pasones’ fue que vomité. Nunca se pierde la conciencia con su consumo.

Siempre daba tres profundas inhaladas

y con eso tenía para sentirme pacheco: se aguzaban mis sentidos y vivía con mayor intensidad el momento. De ahí no pasa. Dura el efecto entre dos y tres  horas. Dan hambre y sed. Depende de la calidad de la yerba. Se disfruta más lo que uno oye, mira, come o bebe, toca.

Por eso muchos artistas –pintores, escultores, escritores y actores hacen uso de ella: lo hace más creativos.

Recuerdo que conseguíamos la grifa en las instalaciones del Campo Militar Número 1, en los límites entre el Estado de México y el Distrito Federal. Sin rubor alguno la vendían los soldados.

Creo que a 20 pesos el carrujo. Unos 30 gramos, en promedio.

Mis hijos también la consumieron. Pero la dejaron. Ambos son deportistas. El es actor. Ella estudia sicología en la UNAM.

Muchos de mis amigos, que hasta la fecha frecuento, dejaron de fumarla. Algunos que se hicieron adictos a ella, lograron a dejarla.  Abrazaron la bebida y, paradójicamente, murieron a consecuencia del alcoholismo: cirrosis.

Llama mi atención la postura pública de Eruviel Avila, gobernador de Estado de México, sobre la permisividad para el consumo de mota. Durante un mitin, hace algunos meses, comentaba con sorna, que no se imaginaba que algunos de sus hijos pidiéndole dinero para comprar droga.

Luego entonces, si daría para adquirir cigarro y alcohol, que sí matan.

Ignaro vil.

Pienso que su legalización, cuya iniciativa ya se encuentra en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, que debiera ir acompañada de las demás drogas, duras y blandas: crack, cocaína, morfina…

Porque en el combate a la delincuencia organizada, unos 90 narco cárteles en el país, que ha dejado alrededor de 120 mil muertos en los últimos seis años y medio, se han gastado miles de millones de dólares.

Eso lo pagamos todos con nuestros impuestos.

La guerra contra el narco, considera Hartha beneficiado a políticos y agentes del orden, cuyos presupuestos se han incrementado”.

Mi teoría es que en México no se legaliza la ‘achicalada’ porque históricamente hay políticos, priistas sobre todo, involucrados con los cárteles del narcotráfico.

Así de fácil.

   

Ya activistas y ex secretarios de Estado han pronunciado por despenalizar el consumo de mariguana. Coincidieron en que el enfoque de criminalizar a sus consumidores ha tenido un “alto costo” para el país; uno de los argumentos más importantes fue que la mariguana causa sólo 9 por ciento de adicción, menos que el alcohol y el tabaco.

Por lo que incluso propusieron iniciar la legalización en el Distrito Federal.

En el foro Marihuana: ¿despenalizar su consumo?, hace algunos meses, el ex secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont; el ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente; el ex canciller Jorge Castañeda; Pedro Aspe, ex secretario de Hacienda; la activista María Elena Morera, y el escritor Héctor Aguilar Camín coincidieron en que se debe abrir paso a políticas públicas con enfoque de salud y sustituir las medidas de corte punitivo por la prevención.

De la Fuente comentó que hay sectores de la población que se oponen a la propuesta de legalizar la mariguana y a ellos dirigió una pregunta:

“¿Qué es preferible, que detengan a sus hijos fumando mariguana y los lleven a la cárcel, o que sea sometidos a un tratamiento?”

El ex rector de la UNAM coincidió con Gómez Mont respecto de que ha habido un “alto costo” en el país bajo el enfoque punitivo y es el momento de que el tema se aborde como un problema de salud.

De la Fuente sostuvo que se debe buscar “una despenalización efectiva” con esquemas más flexibles para que el consumo personal de mariguana no sea criminalizado y propuso una “visión más preventiva”, en la que el consumo de cannabis sea tratado como una enfermedad y no delito.

Apuntó que sólo 9 por ciento de los fumadores de mariguana se hace adicto, con lo que esta droga sería la menos nociva bajo este parámetro, pues en cuanto a cocaína es de 17 por ciento y de tabaco es de 32 por ciento.

Vuelvo con Hart. Con disciplina y no pocos tropiezos, llegó a ser el primer profesor afroestadunidense titular de la Universidad de Columbia (Nueva York) y uno de los mayores neurólogos especialistas sobre uso de drogas en Estados Unidos.

En días pasados fue entrevistado por el diario La Jornada:

–¿A qué se refiere con el título El alto precio?

–Al alto precio que muchos han pagado para alcanzar el éxito, según los mandatos sociales. También se refiere al precio que paga la sociedad por el enfoque político sobre el control de drogas. La ciencia también paga un precio alto porque pierde credibilidad como consecuencia de acciones políticas que parten de interpretaciones sesgadas de la realidad

–¿Cómo distorsionan la realidad los medios de comunicación ?

–La mayoría retrata a los usuarios de drogas o adictos en términos extremos que no concuerdan con la mayoría de los comportamientos. Ochenta por ciento de los consumidores de cocaína no son adictos. La mayoría son miembros responsables de la sociedad. Esto es cierto incluso para los usuarios de crack. Por ejemplo, Rob Ford, alcalde de Toronto, admitió que consumió crack y al mismo tiempo realizó su trabajo. Es responsable y se hace cargo de su familia. Hay investigaciones que sustentan lo que digo.

–¿Qué hay detrás de esa distorsión generada por muchos medios de comunicación?

–Es un drama que se convierte en una buena historia, y es fácil de vender, porque la mayoría del público no ha utilizado muchas de las drogas en cuestión.

–Sí lo han hecho Barack Obama, Bill Clinton y George Bush, según señala en el libro.

–Menciono a los presidentes –todos han consumido mariguana–, porque eso demuestra que se pueden utilizar drogas ilegales y ser decente y responsable. También podría sugerir que la mariguana es una puerta de entrada a la Casa Blanca.

–Explique esto último.

–Quiero decir que esto echa por tierra la creencia de que la mariguana lleva al individuo a consumir droga más duras como el crack o la heroína. Por ejemplo, muchos consumidores de heroína o cocaína fuman mariguana antes de usar otros estupefacientes. Sin embargo, una amplia mayoría de usuarios de la yerba no van a utilizar cocaína o heroína. El concepto de puerta de entrada, como se presenta, es ilógico. Es como si dijese que debido a que los tres más recientes presidentes de Estados Unidos fumaban mariguana cuando eran más jóvenes, ésta es una puerta de entrada a la Presidencia. ¡Es ilógico!

–En ese porcentaje de adictos que no representa a la mayoría, ¿cuáles son las principales causas que generan las adicciones?

–La gente se vuelve adicta por una variedad de razones, que van desde trastornos siquiátricos hasta la desesperación económica. Por eso, en primer lugar, es de vital importancia determinar las razones que subyacen a la adicción de cada persona antes de intervenir con soluciones preconcebidas.

“Por ejemplo, si alguien utiliza heroína para hacer frente a la ansiedad o el trauma, el tratamiento eficaz de la enfermedad siquiátrica debe aliviar la necesidad de usar ese estupefaciente. Del mismo modo, proporcionando a los adictos indigentes herramientas específicas y oportunidades económicas viables que les permitan recorrer el largo camino que los lleve a superar su adicción a las drogas.

“La lección de esto es que no se puede poner a todos en el mismo zapato, por lo que la evaluación cuidadosa es un componente importante para ayudar a los adictos. Es más complejo cuando se trata de personas que viven en condiciones marginales.

“Un problema clave es que quienes viven en pobreza tienen pocos estímulos protectores. No es que el crack o pasta base no sean tan estimulantes. El crack ganó la popularidad que tiene (menos de lo anunciado) porque no había muchas otras fuentes asequibles de placer y muchas personas con mayor riesgo tenían otras enfermedades mentales prexistentes que afectaban sus decisiones. Mientras las tasas de consumo de drogas son similares en las diferentes clases sociales, la adicción –como la mayoría de otras enfermedades– no es un trastorno desvinculado de las diferencias socioeconómicas; como el cáncer y enfermedades del corazón, afecta de manera desproporcionada a los pobres porque tienen menos acceso a una alimentación sana y atención médica constante.

–El crack o pasta base se vende en pequeñas cantidades, lo que es más accesible para las personas pobres, pero a su vez están adulterados. Con miras a atenuar este problema, ¿podría explicar la distinción entre legalización y descriminalización?

–Es correcto, los adulterantes pueden ser mucho peores. Si se legalizaran las drogas, entonces habría control de calidad, pero el Estado tendría que garantizarlo, como con el alcohol. Esto no ocurriría en el caso de la descriminalización. En el libro veo a la descriminalización del consumo –junto con el aumento de educación– como un paso intermedio hacia la legalización.

–¿Qué papel desempeña la educación?

–Por ejemplo, en Estados Unidos, en la década de los 50 y 60 las cifras de accidentes de tráfico y víctimas mortales eran extremadamente altas. Pero con el aumento de la educación y nuevos reglamentos, los accidentes y las muertes disminuyeron drásticamente.

Decisiones racionales

–En una investigación, ofreció a sus pacientes una dosis de la droga a que eran adictos y luego una compensación alternativa. ¿Qué ocurrió?

–En un estudio propusimos a adictos a la metanfetamina elegir entre tomar una gran dosis de esa droga (50 miligramos) o cinco dólares en efectivo. Tomaron la droga en aproximadamente la mitad de los casos. Pero cuando incrementamos la cantidad a 20 dólares, casi nunca eligieron el estupefaciente. Conseguimos resultados similares con adictos a la cocaína o crack en un estudio anterior. Esto indicaba que no era el potencial adictivo a la metanfetamina o al crack el que reclamaba; su adicción no era extraordinaria. Los resultados también demostraron que los adictos pueden y toman decisiones racionales; esta información podría utilizarse para desarrollar tratamientos.

–En el mundo ha sido muy comentada la iniciativa del presidente uruguayo, José Mujica, que legalizó la mariguana. El mandatario subraya que la guerra contra las drogas ha fracasado y esto es un experimento. ¿Qué le parece?

–La guerra contra las drogas ha beneficiado a muchos, incluidos los políticos y los agentes del orden, cuyos presupuestos se han incrementado. Sin embargo, hay un gran número de personas que han sido afectadas negativamente. Creo que todas las drogas deben ser reguladas. El alcohol y el tabaco lo están, y esto disminuye la probabilidad de que contengan adulterantes.

Las regulaciones para cada estupefaciente variarían según su perfil farmacológico. Esto significa que como sociedad tenemos que usar la lógica cuando se considera cada droga.

Que no le digan, que no le cuenten: que quien consume alguna droga, en particular la “hierbabuena”,

trae al chamuco dentro.

No es el diablo: es Dios.

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