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¿Presidente sacrificado?

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Moisés nchez Limón

Cuando el maestro Daniel Cosío Villegas publicó El estilo personal de gobernar, patentó un referente que se ha extendido más allá del destinatario original: Luis Echeverría Álvarez, entonces voluntarioso, populista y antojadizo Presidente de la república y censor de periódicos, periodistas y críticos.

 

Mucha agua ha corrido bajo el puente y cada Presidente ha impuesto su sello a la praxis de gobernar. Cada cual se ha alzado con sus debilidades y pocas fortalezas, menguadas las más por la gula de poder, especialmente cuando se comienza a perder en el quinto año del ejercicio y, sobre todo, en el momento que hay Presidente electo.

Cosas de la vida política y las casualidades. Cosío Villegas fue el fundador del Fondo de Cultura Económica, cuyo actual director, José Carreño Carlón, utilizó el 80 aniversario como pretexto para redondear una entrevista concedida por el presidente Enrique Peña Nieto a seis periodistas, en un programa denominado Conversaciones a Fondo, el pasado 20 de agosto.

Más allá de esas casualidades y de los entretelones de dicha entrevista, amén de las calificaciones que recibió de la crítica ciudadana, la sola entrevista muestra una faceta del actual mandatario en ese que, paráfrasis de Cosío Villegas, es su muy personal estilo de gobernar.

Por supuesto Peña Nieto no es Luis Echeverría ni los críticos que lo persiguen tienen la estatura de Cosío Villegas cuyos tamaños se reconocen por haberlo hecho en aquellos días de la, entonces innegable, Presidencia Imperial.

Hoy, la crítica es abierta y salvo el ejercicio dictatorial de ciertos virreyes en los estados o de oficiosos servidores o serviles públicos que cuestionan y amenazan a los críticos de verdad, no los de peluche y de a cuánto la plana o banner, no puede considerarse que haya persecución o censura dictada desde Los Pinos.

En fin. Peña Nieto ha desplegado su estilo de gobernar que tiene mucho de reminiscencia de los días de gloria del Partido Revolucionario Institucional, específicamente en lo que concierne a la negociación, al acuerdo político.

Un ejemplo lo demuestra, el del aeropuerto internacional alterno de la ciudad de México que se le negó al incapaz Vicente Fox, cuyos operadores fueron un fiasco, como el entonces secretario de Comunicaciones y Transportes, el Pato Pedro Cerisola y Weber.

Y es que los gobiernos priistas han demostrado capacidad para negociar cuando se debe negociar, es decir, antes de emprender un acto de gobierno que, por sus características, puede volverse un dolor de cabeza, un problema grave e irresoluble.

Los operadores de Vicente Fox negociaron después de anunciarse que se tenía el proyecto de construir el AICM alterno en terrenos que afectaban a ejidatarios y comuneros de San Salvador Atenco.

Por supuesto, el problema lo tuvo que enfrentar el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, quien luego asumió las consecuencias de un enfrentamiento entre elementos de la Policía Federal e integrantes del Frente de Pueblos en Defensa, surgido éste precisamente en oposición a la pretendida construcción de la terminal aérea alterna.

Hoy está de vuelta el amago beligerante de dicha organización más conocida como “Los Macheteros de Atenco”, ultra radicales vecinos de aquella localidad del oriente del Valle de México que se han manifestado en alerta frente al anuncio del presidente Enrique Peña Nieto de que se construirá dicha terminal aérea, sobre terrenos colindantes con el municipio de Texcoco y de San Salvador Atenco.

Sólo que esa obra no toca los terrenos de esos comuneros que están prestos a incendiar el espacio político en vísperas de la elección federal intermedia. Lo saben los atencos, lo saben bien, pero en este gobierno de filiación priista se ha operado conforme a la básica escuela priista: primero negociar, transar, acordar y luego proceder, actuar, construir.

Por eso, no hay una evidencia de que, como dice Emilio Gamboa Patrón, el presidente Peña Nieto haya sacrificado popularidad por impulsar las reformas estructurales y mucho menos a consecuencia del anuncio de obras de esta envergadura como la del Aeropuerto Internacional alterno, o la ampliación del actual de la Ciudad de México; como quiera vérsele.

No. Cada paso está medido; cada consecuencia calculada. La consulta Mitofsky refiere un severo descenso en la popularidad de Peña Nieto, a menos de 40 por ciento. ¿Usted cree que eso tenga preocupado al mandatario? Quizá no valga como punto de referencia el aplauso que se le brindó reiteradamente, este martes, en Palacio Nacional, porque el auditorio era a modo.

Pero, si se pregunta al ciudadano si está de acuerdo con obras como esa del AICM o la ampliación del Metro y el tren rápido México-Querétaro, ¿usted cree que cuestionarán a Peña Nieto? No, no es ésta, insisto, apología o complacencia oficiosa en aras de la popularidad presidencial. Es el estilo de gobernar del actual inquilino de Los Pinos.

O, como dijo Silvano Aureoles Conejo, diputado perredista y presidente de la Cámara de Diputados, cuando se le preguntó si estaba de acuerdo con lo dicho por Gamboa, respecto del sacrificio presidencial.

“(…) en este caso como titular del Ejecutivo federal no se puede hablar de sacrificios; es la responsabilidad que se asumió como tal y lo que sigue es entregar los resultados. Aquí no podemos hablar de sacrificios, porque si de eso se tratara, pues todo mundo estaría solamente hablando de sacrificios o de costos políticos”. ¿Presidente sacrificado? Conste.

MIÉRCOLES. No hay duda, el equipo presidencial requiere de ajustes. ¿Quiénes ya no cargarán a los peregrinos en diciembre como integrantes del gabinete de Enrique Peña Nieto? Digo.

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@msanchezlimon

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