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¿Cuál cambio?

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No se haga cruces

Juan Chávez

Un gobierno no transita sobre hojuelas de miel. De acuerdo. Pero tampoco debe hacerlo por caminos violentos, inseguros y llenos de incertidumbre.

 

Soy de los pesimistas que no ven que las reformas estructurales vayan a rendir fruto alguno para la sociedad que vive en ascuas frente a los acontecimientos de todos los días, fatalmente envueltos en sangre.

Tampoco se trata de aceptar, así como así, que con varita mágica, se vayan a dar los cambios que tanto anhela el pueblo mexicano.

Ayer, me enfrasqué, con un viejo amigo, en recia polémica. Él, viejo priista, que hizo carrera política con hombres como Hernández Ochoa, que fuera gobernador de Veracruz; Alfonso Martínez Domínguez y otros miembros del PRI que fueran de gran calado en sus tiempos, no acepta la menor crítica al gobierno de Peña Nieto.

Lo define como “un gran Presidente” y compara los problemas que le están surgiendo como racimo de uvas, con los que tuvo cualquier otro mandatario en sus momentos.

“Sí, pero a Calderón, para no ir tan lejos, no le incendiaron ningún Palacio de Gobierno”, intervino un reportero que se detuvo justamente a saludar a mi viejo amigo y participó brevemente en la pelotera.

Recordé, para bajarle presión a la discusión, la rebelión de los machetes, que le impidió al panista la que anunció como obra cumbre de su sexenio: el nuevo aeropuerto internacional de la ciudad de México.

Claro que hay bemoles. Seguro que las cosas no le salen al inquilino de Los Pinos, como él quisiera. Pero infortunadamente, se le amontonan. Los acontecimientos, a veces, parecen desbordarle: el movimiento de los estudiantes del IPN; la desaparición de 43 normalistas y ejecución de seis, incluido el futbolista de tercera división; los 22 civiles asesinados por militares en la bodega de San Pedro Limón en el municipio de Tlatlaya, estado de México.

En Ecatepec, las ejecuciones de esta semana, que hacen extrañar los tiempos tranquilos de monseñor Onésimo Cépeda, que extendía la santidad de sus oficios religiosos hasta los matones que ahora no se miden para despachar al otro mundo a quienes se les da la gana o tienen cuentas pendientes que ajustar.

La violencia, la inseguridad, se vuelve el  tema central, y nos remontamos al 68, cada quien con los criterios con que vivimos aquella matanza estudiantil de la Plaza de las Tres Culturas.

Pero yo, que comulgo también con el PRI, le ataja y le pregunta: ¿Qué me dices de la economía del galopante desempleo, que está golpeando a la sociedad tanto como el crimen organizado se da vuelo en sus ejecuciones?

No hay respuesta. No acepta que la atonía del mercado interno sea la mecha que debe echar andar todo el proceso productivo para que todos ganen más y, sobre todo, se generen puestos de trabajo.

Pocos tienen poco para comprar algo. Los más, le suelto, parecemos tener agujerados los bolsillos. Quinto que nos cae en ellos, quinto que se esfuma  sin redituarnos beneficio alguno. Así andamos, le disparo antes de despedirnos.

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