Yo Campesino
Miguel A. Rocha Valencia
A la antigüita realizamos nuestra encuesta en el Metro, Metrobús, mercados públicos, tianguis y templos del DF, Querétaro y Guanajuato. Nadie de los cerca de 300 entrevistados supo decirme cuáles cambios veía en la administración federal, mucho menos en las estatales. Es más, el 95 por ciento mostró total ignorancia acerca de las medidas (diez) anunciadas por el Ejecutivo federal para reactivar la economía y contener crimen y corrupción.
Tuvimos que conceder al ser cuestionados, que tampoco nosotros vemos cambios, por el contrario las cosas empeoran, tanto que al preguntar ¿Cómo te va?, hay quien contesta, bien, de la ch… , lo cual nos dice que la visión de la sociedad es totalmente negativa y que de la miopía está pasando a la ceguera, pues no ve ningún ajuste, ni siquiera en el personal.
Para colmo, quien se rebela contra actos de corrupción, es sancionado y si no, que le pregunten al hoy ex titular de los Talleres Gráficos de México, quien tuvo la osadía de correr, por holgazán, a un pariente del Vocero Presidencial Eduardo Sánchez, y luego, lanzarse a reclamar trabajos para esa institución pública descentralizada y que hoy representan negocios personales de funcionarios de alto nivel incluso del Instituto Nacional Electoral.
Como sea, el fondo del asunto es que primero, cómo puede sumarse alguien a un reclamo cuando él es el reclamado; dos, los análisis sobre la economía se hacen a diario y si no, ahí está el Inegi y tercero, que mientras no termine la impunidad que cubre corrupción e ineptitud, no podrá haber cambios ni avances en el país.
Incluso podríamos pensar, creer que efectivamente vendrán miles de millones de dólares en inversión extranjera, pero si de por medio están actos de corrupción, estamos fritos. Tan sólo en la OCDE se conoce de 127 investigaciones que involucra cochupos de funcionarios mexicanos con empresas trasnacionales de diversos países en el tema de licitaciones.
Y a pesar de que todo está documentado, no pasa nada; nuestra secretaría de la Función Pública es incapaz de conocer tales asuntos a pesar de que varios de ellos han llegado al escándalo mediático y hasta provocado la creación de comisiones legislativas que cumplieron fielmente su misión de desvanecer los asuntos y/o enterrarlos. Ahí está Oceanografía donde el Senado designó a Rodolfo Becerril Straffon como el mero mero y después de un tiempo, el economista regresó como Presidente del PRI a Morelos, donde seguramente lo candidatearán para gobernador (¡por fin!).
Por eso la corrupción gubernamental mexicana es proverbial, es un producto de exportación que incluso ha llevado a controversias de los organismos de control en Estados Unidos (Wal-Mart-CFE) donde se ha castigado a empresas que se han dejado llevar por sus contrapartes totonacas.
Esa corrupción se da simple y llanamente por la impunidad que se otorga desde el poder, que se institucionaliza incluso con alianzas políticas. No hay que se salve; ahí están las evidencias del PRD o la de los azules. Las tricolores pusieron la marca.
Entonces, de que sirve que vengan o se hable de inversiones, de planes de desarrollo y la salpicadura de la corrupción con la consecuente impunidad, las van a contaminar.
De qué sirven los buenos deseos si no se combate la corrupción, si se permite la impunidad, la incompetencia que también daña. Ojalá por el bien de los mexicanos de a pie, soplaran auténticos vientos de cambio, que las facturas por pagar, compadrazgos y demás compromisos, desaparecieran. Sólo con eso, México sería otro.
