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¿Unidad priista?

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Moisés Sánchez Limón

Las fotos han sido impecables. Los precandidatos aparecen sonrientes, ¡faltaba menos!, asidos de la mano del líder y de la lideresa o en el abrazo que los identifica llenos de esa felicidad en la reunión de definiciones, la del anuncio del parto de los montes (JJ Arreola dixit)

 

Sí, ellos y ellas sonríen a la cámara, con esa sonrisa que los denuncia con el pasaporte al éxito en la bolsa: la candidatura sólo es mero trámite. Son, de hecho, los candidatos a gobernador o gobernadora, sueño dorado en ese escenario desde el que se pueden catapultar hacia el máximo cargo de elección popular de México.

Los precandidatos sonríen y reparten miradas a punto de llover, y hablan sin sintaxis porque la vida los ha instalado, merced a su juventud, en la antesala de un sueño de poder y dinero, jerarcas o señores feudales menos gobernadores porque eso es de trámite.

Son las fotos del recuerdo, las que se publican con vastedad en los medios impresos y en los digitales. Los candidatos sonríen plenamente pero sus compañeros de partido, éstos que se quedaron sembrados en el ya merito y tienen la sonrisa de cartón, de anuncio de pasta dental diferente, abismal, de un alimento fresco que no necesariamente demuestra felicidad porque el contrincante ganó a partir de un acuerdo instruido desde la Presidencia de la República.

Son las fotos que atrapan un momento de felicidad, dizque el de la unidad de compañeros de partido, bien portados, bien trajeados y sonrientes. Cualquiera diría que ese instante en la vida de los aspirantes, es para siempre, es sello para nunca jamás volver a sentir orfandad política.

Pero eso, los compañeros de partido, compadres y hasta hermanos del candidato están lejos de sentir, porque se anotaron en los momios y perdieron. Al final del día son retratos de familia, ésta familia que ha vuelto al poder con marcada manga libre que los pinta ora sonrientes, ora molestos y nerviosos (as), siempre dispuestos a la negociación, los acuerdos, los compadrazgos, en este mundo del gato pardo, cambiar para volver a vestir lo mismo.

Son sonrisas posadas, de a mentiritas o para salir del paso. Ellas vestidas con marcas de modistos famosos, de pulcro maquillaje y uñas esmaltadas, con peinado de salón como decían en mi casa en esos ayeres de festividades de un fin de semana sí y el otro también. Pero igualmente derrotadas en la carrera interna.

Y ellos, igual sembrados en la ruta de la candidatura, enfundados en traje bien cortado llevan la sonrisa congelada y sus miradas acusan frustración, ira contenida… Son políticos y políticas potosinos y sonorenses, colimotes y sudbajacalifornianos, campechanos y campechanas y…

Sí, es la misma foto tomada en el mismo salón de la misma sede partidista. La unidad se vende como factor del nuevo partido, del que salió de entre las cenizas mas no con plumas limpias, sino un traje bien cortado para que el electorado les crea y compre su oferta de campaña.

¿Hay unidad en el partido? ¿Hay un PRI sólido y dispuesto a arrasar con carro lleno en los comicios del 7 de junio próximo? Las fotos, paráfrasis de aquello de que dicen más que mil palabras, demuestran unidad. Aunque ligeros gestos, discretos distanciamientos a la hora del click del fotógafo evidencian que no es todo miel sobre hojuelas.

Todos los comunicados tienen similar contenido, como un machote para no errarle ni mover las aguas. La idea es demostrar que el PRI está unido y que las bases deben sumar voluntades y apoyar a sus candidatos.

¿De veras hay unidad?

–¡Nooo! Nada de unidad. Eso lo asientan en expedientes, lo divulgan en los medios, pero la disputa soterrada ha dejado damnificados. Y los damnificados estarán rumiando la forma en que se cobrarán la afrenta—me refiere un joven mas experto en estos menesteres.

Juan Manuel Carreras, candidato al gobierno de San Luis Potosí; Alejandro Moreno Cárdenas que lo es para Campeche; José Ascensión Orihuela nominado al gobierno de Michoacán; Ignacio Peralta, que va por Colima; o Ricardo Barroso, reincidente en la cruzada por ser gobernador de Baja California Sur; Ivonne Álvarez Garcia, que desde el mismo momento en que fue nominada comenzó a enfrentar fuego amigo en ese camino rumbo al gobierno de Nuevo León; ni qué decir de la senadora Claudia Pavlovich que quiere gobernar a Sonora; o Héctor Astudillo que estima viable ganar los comicios y ser góber del estado Guerrero. Y el ausente de Querétaro que tal vez mañana tendrá candidato o candidata.

Todos, sin excepción, enfrentan ese fuego amigo. Porque, una cosa es la foto posada y otra es la escena real de quienes hicieron berrinche porque no salieron en la tómbola.

Y mire usted que quienes se quedaron en el camino, como la senadora Cristina Díaz, quien la noche anterior al resolutivo de la negociación política para Sonora, la bajaron de la carrera. Porque todos, todos los candidatos a cargo de elección popular en los comicios de junio próximo, dejaron damnificados. La operación cicatriz no es nueva pero sí aleccionadora.

Así que, mientras en el PRD se agarran del chongo por las nominaciones y en el PAN apenas cuaja la estrategia para combatir al calderonismo sin dejar huellas, en el PRI la foto de ocho destapes deja la impresión de que se disciplinan y asumen derrotas domésticas por el bien del partido y del gobierno y de su estabilidad personal, sobre todo y en todos los órdenes.

¿Unidad priista de foto? Digo.

VIERNES. Pues resulta que el nuevo y revalorado secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade Martínez, llegó con la espada desenvainada y ha pedido la renuncia a todos los funcionarios de jefatura de departamento para arriba, porque son espacios para sus cuates. ¿Gobernar y administrar con los amigotes? No entienden. Luego le platico otros asuntos de esa región de la SFP donde hay amores perros. Conste.

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@msanchezlimon

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