Acento
Salvador Flores Llamas
“El Mejor Alcalde del Mundo”, apodo que compró a costillas de los capitalinos, aunque nadie, ni él mismo se lo creyó, y menos hoy que empiezan a conocerse sus pillerías de alta escuela; huyó a Francia (a ver si lo cobija con una ciudadanía postiza, por si las moscas) al perder la candidatura plurinominal, que le daría fuero legislativo e impunidad; pero cuando vio que la investigación de la Línea 12 del Metro revela ya un desfalco de 60 mil millones, el fraude más descomunal del país en los últimos tiempos, emprendió las de Villadiego.
Y quién sabe qué más vaya a descubrirse.
Tan desesperado anda que buscó la candidatura y el fuero por el PRD y Movimiento Ciudadano simultáneamente (por eso el Tribunal Federal Electoral se la negó), señal de que siente que trae el pañal sucio.
Que agradezca a Dios que no ocurrió una tragedia en su obra cumbre, entre los 500 mil usuarios diarios, porque se suspendió el servicio en 11 de las 21 estaciones de la línea, de Atlatilco a Tláhuac, unos 10 kilómetros y no debe reanudarse hasta que se remedien todas las fallas y haya plena seguridad para la gente.
¿Qué cara tiene hoy su preceptor Camacho Solís, con quien inició su carrera de ladrón político (recuérdese el fabuloso negocio que ambos hicieron con los tiraderos de basura de Santa Fe, que rellenaron para crear la zona urbana más cara del DF), y López Obrador, su promotor político, que lo reinstaló después que lo corrió el presidente Fox por el linchamiento y quema de tres agentes federales en Tláhuac (dos fallecieron y uno quedó inválido de por vida) pues no acudir a salvarlos, como era su obligación de jefe de la policía capitalina.
Pero el Peje lo reinstaló y nombró secretario de Desarrollo Social del DF; o sea, lo puso donde había dinero para que se promoviera con “obras sociales” para sucederlo en el gobierno, como ocurrió, y eso no fue gratis, porque Andrés Manuel no tiene un pelo de tonto y sabía muy bien para qué lo dejaba; basta y sobra que había sido el correo de Camacho Solís, cuando gobernó el DF con Salinas de Gortari, para entregarle millones por desalojar del Zócalo a sus barrenderos y demás acarreados, que trajo de Tabasco dos veces.
El mismo Camacho Solís afirmó un día, en la tribuna de la Cámara de Diputados, que en una de esas ocasiones había dado a Amlo 10 mil millones.
Quién puede creer así en su “honestidad valiente”, que cayó más por los suelos con los videos de Carlos Ahumada en que el tesorero del DF Gustavo Ponce apostaba millones de dólares del erario en el casino del Hotel Bellagio de Las Vegas; Bejarano se retacaba bolsas y portafolios con miles de dólares, y varios delegados perredistas: Carlos Ymaz, de Tlalpan, y Ramón Sosa Montes, de Iztapalapa, por las obras que le otorgaban a cargo del gobierno de la ciudad.
A Ponce lo dejó huir el Peje; Bejarano fue a dar a la cárcel, pero lo sacó pronto con un juicio fugaz y tramposo, y a los demás ni un pelo les tocó.
Marcelo dijo que fue a la capital gala a preparar la defensa de su candidatura frustrada ante organismos internacionales; cuando sabe muy bien que, según la Constitución, el fallo con que se la retiró el Tribunal Federal Electoral es inapelable.
Lo que pasa es que se hace víctima para ver si puede capitalizar el hecho, como Andrés Manuel cuando lo desaforó el gobierno de Fox por pisotear amparos de la Suprema Corte de Justicia. Pero ya quisiera tener la popularidad del Peje para un día de fiesta.
Claro que sus corifeos afirman que no huyó cual vulgar rufián, y que volverá triunfante con su candidatura en la bolsa; aunque el tiempo no le alcanza, pues la elección será antes de un mes y a los organismos internacionales no puede comprarlos.
Mienten al decir que es falso que se investigue el costosísimo fraude del Metro, pues sería el colmo de la impunidad que también este delito de un político contra los mexicanos quedara impune, como hay una larga lista; máxime cuando Peña Nieto sufre las de Caín para sacudirse todos los que le cargan a él y a su primer círculo.
