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Humberto Romero Pérez

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Acento

Salvador Flores Llamas

Nació en La Piedad, Michoacán, por “las 8 esquinas” en el barrio de la Purísima. De chico emigró con su familia al DF, donde estudió y se graduó Licenciado en Derecho por la UNAM y su maestro Francisco González de la Vega, que fue procurador general de la República y gobernador de Durango, lo hizo su secretario particular y recomendó al presidente Ruiz Cortines (ARC, 1956-62), quien lo nombró su jefe de prensa (ése era el cargo), donde desplegó grandes habilidades de publirrelacionista.

 

Inquieto y vivaz, trabajó en “Excélsior” y fue locutor. Como tal lo conocí, cuando fue a hacer las pruebas previas de la XELC, primera difusora de La Piedad, tierra de ambos, ante la admiración pueblerina con que veíamos a quienes iban de la capital.

ARC se lo coló con fineza a quien sería su sucesor, Adolfo López Mateos (ALM): “Pollo (así lo llamaba por joven) llévele estos documentos al secretario de Trabajo”, a quien Romero conoció en la casa de Esperancita, hermana de ALM, que fue su maestra y lo estimaba mucho.

Humberto dedicó su libro “Los Dos Adolfos” a ambos personajes, claves en su vida; si bien dedica mayor espacio a “Adolfo el Joven”, de quien fue muy diligente secretario particular y vicepresidente, según decires, pues cuando al final del sexenio atormentaba a ALM el aneurisma, Humberto hubo de hacer a veces como que le exponía los asuntos de insistentes demandantes y daba a éstos indicaciones o soluciones

Es proverbial el poder que acumuló el piedadense con la venia de su jefe, a quien sirvió con dedicación hasta el fin de sus días; al grado que el humorista Carlos León preguntó un día en su columna de “Novedades”: ¿a qué se dedica el expresidente López Mateos? A administrar los bienes de Humberto Romero, se respondió a sí mismo.

Cierta vez que el secretario de Gobernación llegaba al Palacio Nacional a acuerdo con ALM se topó con Humberto, y  con su voz estentórea, Díaz Ordaz (GDO) le espetó: ¿por qué, hijo de la chingada, se atrevió a apodarme “Tribilín”. El interfecto simplemente se escurrió; entendió que saldría perdiendo con otra reacción ante el alto funcionario.

Eso devela la enorme enemistad que le tuvo GDO, acrecentada porque Humberto apoyó a Donato Miranda Fonseca para la sucesión, y más porque le atribuyó la paternidad de la rechifla (con mentadas) que el público le brindó cuando, como presidente, llegó tres cuartos de hora tarde a inaugurar el Estadio Azteca el 26 de mayo de 1966.

Casi no es sabido: al morir López Mateos, el 22 de septiembre de 1969, mi paisano hubo de exiliarse en Panamá y sufrir ostracismo político, hasta que López Portillo lo rehabilitó como diputado de la LI Legislatura federal en 1979. Entonces pensó que podría ser gobernador de nuestro estado, porque no entendió que ya había pasado su hora.

En 1961, cuando se acercaba la sucesión del gobernador de Michoacán, David Franco Rodríguez, ALM le planteó que si deseaba gobernar su estado, sería el candidato del PRI; Humberto le agradeció y contestó que “no”, que prefería quedarse con él hasta el final, como sucedió. Pero a la “ida” de su jefe y amigo, el contexto político cambió del todo.

Empero, de jefe de prensa de Ramón Aguirre, regente del DF (1982-88), rehabilitado ya, lo intentó e iba  los fines de semana al terruño a hacerse presente; lo acompañó varias veces Víctor Manuel Tinoco, su súbdito en la regencia, que sí gobernó Michoacán (1996-2002) y lo nombró representante del estado en el DF. En ese lapso tuve la oportunidad de desayunar cada mes con Humberto en el Centro Libanés (CL), del que era socio honorario, pues ALM lo inauguró el 21 de noviembre de 1962 y profirió la frase “El que no tenga un amigo libanés… ¡que lo busque!”

En el CL trataban con mucho cariño al “Chino” Romero, como le decían; él se sentía en su casa y medio mundo –muchos “polacos”— lo saludaba, pues era sumamente conocido. Allí me narró muchas anécdotas de sus jefes, más que las que incluyó en su libro “Los Dos Adolfos” y que merecen artículos aparte.

Destapado ALM, invitó a irse con él a Humberto; le respondió que estaría a sus órdenes cuando terminara su encomienda con ARC. Al parecer el Presidente y tapado tocaron el tema, y ARC propuso que fuera el enlace entre ambos durante la campaña electoral.

Así fue: todos los anocheceres el candidato lo llamaba por teléfono para que le pasara a ARC, mas durante los 4 días que dedicó a Sinaloa, dejó de hacerlo. El segundo día el Viejo  preguntó por ALM, y Humberto tuvo que decirle que no se había reportado.

La cuarta fecha, el Preciso acababa de quejarse: “Mire, pollo, lo que son las cosas: uno los pare y cuando sienten alas para volar, lo olvidan”, y cuando habló ALM, Romero le reprochó su falta de llamadas, y le sugirió preparar una buena disculpa y hablarle en unos minutos para comunicarlo.

Al hablar con el Preciso, ALM le explicó que lo habían remontado a la sierra sinaloense, donde perdió la comunicación con el DF; el Viejo Zorro soltó su risa sardónica y comentó con Humberto: el candidato cree que yo no sé lo que es pasarse unos días de juerga con mujeres hermosas como las culichis…

El presidente López Mateos evitaba contactar al expresidente Cárdenas para no darle oportunidad de interferir en su gobierno. El Tatacreía que era un ardid de Romero, y un alto funcionario se lo hizo ver a ALM, quien llamó a su secretario particular y le dijo que, para quitar cualquier mal entendido, fuera a ver a D. Lázaro y le indicara que el Presidente deseaba charlar con él, y que no volviera sin el “ex”.

Humberto cumplió la orden, ALM recibió y platicó amablemente con el divisionario, y ante ambos le preguntó si tenía alguna objeción  en que a futuro lo llamara a través de Humberto; Cárdenas no objetó, pues entendió el claro mensaje presidencial.

Una vez pregunté a mi paisano si no se había reconciliado con GDO. Me contó que, tras de que éste renunció a la embajada de México en Madrid, que le había encomendado López Portillo, una mañana que él salía del green del Club de Golf Hacienda, vio ingresar al ex mandatario.

Romero nada hizo por saludarlo, temeroso de que no respondiera o lo insultara. Cuando ya casi se daban la espalda, el expresidente le dijo: ¿Puede el Lic. Díaz Ordaz saludar a su amigo, el Lic. Humberto Romero?  Este se volvió de inmediato, se dieron un abrazo y contestó: ”El Lic. Romero tiene mucho gusto en saludar a su amigo, el ex presidente Díaz Ordaz”.

GDO le dijo que pronto lo buscaría para platicar “de tantas cosas”.  Mas poco tiempo después Humberto supo que le había arreciado el cáncer, y muy pronto pasó a vida mejor. 

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