Columnaria
Juan Chávez
El terrorismo es global, y con severos tintes de luchas interreligiosas.
Las divinidades están en el centro de los atentados con bomba, que siembran ciudades con decenas de muertos.
Bangkok, la grandiosa capital de Tailandia, sufrió el lunes un bombazo en un templo de su centro urbano, que dejo, en principio, 27 muertos y 123 heridos.
La Ciudad de Oro ardió.
Volé sobre Bangkok en una de las jiras de Luis Echeverría por el Lejano Oriente. El avión presidencial enfilaba rumbo a China.
La panorámica fue sorprendente. La Ciudad de Oro, abajo, brillaba, en efecto, con su resplandor color oro.
La visité luego, en un rápido viaje turístico y en los días que pasé en Bangkok quedé gratamente impresionado con sus palacios, templos, monumentos y budas.
Bangkok tiene miles de estatuas de budas esparcidos en sus más de 1500 kilómetros cuadrados de su superficie.
Pero impresiona el Buda de 5.5 toneladas de oro macizo y una altura de 32 metros, como también lo deja a uno sorprendido el Palacio de Mármol, el Columpio Gigante y el edificio más alto del mundo.
En Bangkok, todo está hecho en grandes dimensiones. El hogar del Buda Esmeralda y un espléndido palacio levantado a orillas del río, fue concebido como una ciudad dentro de la ciudad.
Bangkok se distingue por sus monumentos a la Victoria y a la Democracia.
Duele, por todo, porque es una ciudad de enorme atractivo turístico, que el terrorismo la convierta en teatro de su violencia siempre sangrienta.