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Reyes Heroles

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SALVADOR  FLORES  LLAMAS

Una de las tres personas que más lo conocieron, su hijo Federico (Gloria, su viuda, y el primogénito Jesús) nos regala esta biografía de D. Jesús Reyes Heroles, de lo mejor en la política mexicana, impulsor del avance democrático nacional.

 

Sin esquema biográfico, es una serie de viñetas y relatos que pintan al político protagonista de los años 60 a los 80 (con puestos destacados con los presidentes López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo y De la Madrid) y al padre cercano y cariñoso en las duras y las maduras.

El veracruzano, catedrático universitario, historiador, lector voraz y metódico, intelectual, sin descuidar encomiendas, fue diputado federal, director general de Pemex, del IMSS y del Complejo Industrial de Ciudad Sahagún, presidente del PRI, secretario de Gobernación y de Educación, asesor y negociador de los presidentes.  

Coordinó la negociación del gobierno y el Consejo Nacional de Huelga, intento para evitar el desenlace del movimiento estudiantil del 68. Sus apuntes, consultados por Federico, dicen que agitadores de derecha e izquierda  y decisiones equivocadas de Gobernación devinieron en tragedia, contra la voluntad de Díaz Ordaz, a quien se señala como máximo responsable.

Su apreciación coincide con la del representante de Ciencias de la UNAM en el Consejo Nacional de Huelga y uno de sus líderes connotados, Luis González de Alba.     

Negociaron por el gobierno, Andrés Caso Lombardo y Jorge de la Vega con gran colaboración del rector de la UNAM Javier Barros Sierra.

Ahí empezó D. Jesús a pergeñar la reforma política de 1973, que propuso a López Portillo desde Gobernación, tras un dialogo tenaz con líderes opositores, extremistas y priistas, que reconoció oficialmente al partido comunista y a otros, les otorgó diputados y amnistió a guerrilleros.

“Hay que abrirles la Cámara para bajarlos del cerro”, fue su dicho célebre.

Realizó una consulta pública sobre el tema en Gobernación con personajes destacados de todos los sectores; conversó y consultó con extranjeros, con españoles de la apertura democrática post-Franco, como el presidente Adolfo Suárez y Enrique Tierno Galván, su gran amigo.

Meses después de que lo despidió de Gobernación, López Portillo pidió al exmaestro de ambos D. Antonio Martínez Báez organizar una cena en su casa e invitar a Reyes Heroles

De momento el presidente preguntó a éste: ¿te gustaría  pasar 6 años al Palacio de Gobierno de Jalapa? (le ofrecía la gubernatura del estado para limar asperezas). La respuesta contundente: “No, mientras sea presidente López Portillo”.

Varias veces Díaz Ordaz lo sondeó sobre si aspiraba a ser presidente, y sus respuestas fueron concluyentes: hijo de madre descendiente de españoles y de padre naturalizado, aprobaba el impedimento del artículo 82 constitucional para los hijos de extranjeros.

Un sondeo: ¿Sabe, abogado, que Ávila Camacho y López Mateos eran hijos de extranjeros?

De Ávila Camacho no lo sabía, pero lo parecía; López Mateos era hijo de guatemalteco y no fue abogado porque no se recibió; pero yo sí soy abogado y creo que el artículo 82 constitucional es muy conveniente para México.  

En otra ocasión Díaz Ordaz le dijo que debía echar a andar su sucesión y que si él de plano se descartaba. “Sí, señor presidente, creo que el impedimento constitucional es correcto, y de no haberlo yo me inventaría uno”.

Gran conversador, promovía discusiones entre sus amigos (Antonio Martínez Báez, Alfonso “el Chato” Noriega, Jaime García Terrés, Rodolfo González Guevara, René Creel, Antonio Carrillo Flores, Ignacio Bernal, Miguel León Portilla, Hugo B. Margáin, Eduardo O’Gorman, Julio Gutiérrez Trujillo, Agustín Yáñez, Silvio Zavala, Eduardo Prieto López, Miguel Limón Rojas), porque de ellas surge la luz.

Simpática y veraz es una expresión suya a los enamorados: “Cuando cabeza chica calienta, cabeza grande no piensa”.

El 1 de marzo de 1985, D. Jesús anunció a su familia: “Me voy a morir”. Estaba desahuciado de cáncer pulmonar e iría a que lo operaran a Denver, Colorado. El presidente De la Madrid ordenó que lo atendieran los mejores especialistas del Centro Médico del IMSS; él le agradeció y le explicó que deseaba evitarle críticas por su culpa.

Páginas conmovedoras aquéllas en que Federico narra la partida del padre. Largo tiempo lo torturó su recuerdo aun con efectos somáticos, e hizo que su cariño acendrado se convirtiera en alegría vital. Cuenta sus  visitas frecuentes a su tumba, junto a la de su madre Gloria González Garza (quien murió 30 años después) en el Panteón Francés.

En “Orfandad” (de Editorial Alfaguara) Federico Reyes Heroles narra su relación con el hombre público y con su padre, a quien admiró, disfrutó y aquilató por su categoría ética e intelectual, su pasión por el trabajo y la lectura y la forma de absorber la vitamina “P” (el poder).

A los atrevidos lectores de estos engendros les expreso mis mejores parabienes en Navidad y Año Nuevo para ellos y sus familias.

@chavafloresll

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