LA COSTUMBRE DEL PODER
- La lección del asunto está en la manera de percibir, desde la sociedad afectada, el comportamiento de los funcionarios de administración de justicia prevaricadora, fácilmente corruptible para los que tienen el suficiente dinero para hacerlo, obviamente no por cualquiera
Un lector y amigo guerrerense insiste en hacerme creer que el aparentemente eterno presidente del Tribunal Superior de Justicia del (todavía) Distrito Federal es personaje de fiar, honorable, honrado, honesto, e insiste en que le compre su imagen de Édgar Elías Azar.
Lo único que saco en claro de toda su defensa del juez, es que, efectivamente, cada cabeza es un mundo. No tendría, buena parte de la sociedad, por qué descreer de la versión atribuida a Morena y las necesidades políticas de AMLO, porque el propio presidente del TSJDF se encargó de hacer público su gafe en relación a la manera de cuidar de los recursos fiscales de la “administración de justicia” bajo su responsabilidad, pues a decir de él mismo, Ficrea consumió cien millones de pesos (sí, lectores, captaron correctamente la cifra, CIEN MILLONES DE PESOS) de los recursos del Tribunal bajo su égida, cuando por norma administrativa eso no debe ocurrir.
De no haberse ventaneado el asunto de Ficrea, la omisión administrativa de Édgar Elías Azar hubiese pasado desapercibida; de continuar funcionando ese Fondo de inversión con la complicidad de las autoridades correspondientes, ¿dónde irían a parar las ganancias dejadas por una disposición ilegal de los recursos del Tribunal, o eran de su propiedad y no aclaró su origen? ¿A su mejoramiento? ¿A manos de su presidente, quien cerró los ojos a esa ilegalidad, o de plano la instruyó?
Debemos asumir los hechos: ya no importa, se sentó por otro período “legal” en la presidencia del Tribunal y, desde la cúspide, tratará de solucionarlo o, al menos, de tapar el desaguisado propiciado por su concupiscencia por el dinero, la riqueza, bien o mal habida.
La lección del asunto está en otra parte: en la manera de percibir, desde la sociedad afectada, el comportamiento de los funcionarios de administración de justicia, ni más, ni menos: ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA, prevaricadora, fácilmente corruptible para los que tienen el suficiente dinero para hacerlo, obviamente no por cualquiera.
Se asume como una verdad revelada que las redes sociales unifican criterios, favorecen el encono contra el gobierno y los funcionarios que lo representan. Lo cierto es que nada hay más falso, pues de funcionar la red como unificadora de criterio, la impunidad estaría seriamente amenazada, y la reelección de Édgar Elías Azar no habría sido posible, pero sus compañeros jueces y magistrados necesitaron de un cómplice que les tapara sus propias tropelías.