Libros de ayer y hoy
Teresa Gil
Como Joaquín Sabina, todos esperamos las rebajas de enero -antes de que nos roben el mes de abril- y nos topamos con la principal: el país está de rebaja. Y lo está en lo que más agrede no en lo que necesitamos. Es verdad que baja la gasolina para los que tienen carro, pero sube el gas, para que los que tienen que cocinar todos los días y bañarse en estos días de invierno. Anuncian nuevas rebajas en el petróleo y el peso y se les suma a la baja la bolsa de valores, con afectaciones que no queremos y el país en tanto, se hunde. Lo que es un insulto es la elevación de precios en los museos, cuando hay un repunte cultural en las familias y más en los niños. Como un punto para los gringos, recuerdo los muchos viajes que hacía emocionada a Estados Unidos desde mi adolescencia, a comprar las rebajas de enero subsumidas a ese mecanismo mercantil de vender caro en temporada y rebajar hasta 90 por ciento fuera de la misma. Aquí, eso les pasó de noche o no leyeron a Keynes. Acabo de ir a comprar un queso de marca que anunciaba rebaja y ésta fue -no lo van a creer-, de ¡seis centavos!, como para cantar una ópera. Le hice la broma a la empleada sobre el parecido del aumento al salario mínimo de los trabajadores y ella, con mucho sentido del humor estuvo de acuerdo. En efecto, el llamado aumento de casi de tres pesos al salario mínimo se suma a las rebajas de enero, por la forma como repercuten en ese emolumento los aumentos desbocados para los que no hay control ni vigilancia. La también llamada Procuraduría del Consumidor solo tuvo sus quince minutos de fama cuando apareció una lady Profeco que causó la renuncia de su padre, titular de esa dependencia. La mujer había protagonizado uno de los más inicuos casos de prepotencia que hemos visto y eso que el sector público nos apabulla con muchos. A la baja se siente el país pese a la captura del Chapo y cuando con los 43 no vemos la misma diligencia ni el mismo empeño, a casi 16 meses de su desaparición. A la baja, cuando se le rinden honores al líder cetemista que sirvió más de cincuenta años al corporativismo gobernante, que palió y empobreció a la clase obrera del país. Acerca de todo esto, ¿Que piensa usted, amigo Juan?, se le preguntaría al gran escritor, argumentista y adaptador cinematográfico Juan de la Cabada. Y él, con su sonrisa de adolescente moviendo su cabello largo plateado, nos respondería que vivimos en Un paseo de mentiras (Editorial Séneca, 1940). Cuentista ante todo, llama la atención que a casi 20 años de su muerte la obra de de la Cabada no se promueva como la de otros escritores, de quien José Revueltas decía: “El fabuloso Juan de la Cabada es él mismo la fábula andante y andariega, la fábula fabuladora de todas las confabulaciones imaginables…”.¿Que piensa usted amigo Juan? ( Editado por la Universidad Autónoma de Guerrero, 1978) es una compilación de once cuentos, al final de la cual, en el cuento La última voluntad donde se burla a los que esperan una herencia, el escritor cierra con la pregunta que aparece en el título. De la Cabada fue comunista hasta su muerte, participó con las fuerzas republicanas en la guerra contra Franco y colaboró con Buñuel como adaptador en varios filmes.
