Columnaria
Juan Chávez
No se refiere el funcionario Roberto Campa a la recaptura sino a la relación entre El Chapo, Kate del Castillo y el actor-reportero Sean Penn.
Y no le falta razón.
En el fondo la reaprehensión misma, tan peliculesca como la entrevista del actor-periodista de Rolling Stone allá arriba, en la sierra del Triángulo Dorado, ha sido un rollo del celuloide que ni a Hollywood se le hubiese ocurrido.
Joaquín Guzmán Loera tuvo su libertad, como en los originales y tormentosos cuentos de Charles Perrault que Hollywood mismo convirtió en historias felices tres siglos después, detrás de un espejo.
Como en el cuento de Alí Babá y los 40 ladrones, que ya no es del escritor francés sino de la hermosa arabesca Scherezada que se la pasa contándole cuentos al Califa de hace más de dos mil años para que no le corte la cabeza, el capo más buscado del mundo escapó de los 17 elementos de la Marina que le acosaban jalando una breve palanca para que el espejo pegado al muro le abriera el espacio para huir.
En otras palabras, El Chapo pudo huir con su cómplice con un “ábrete espejo”.
Y el subsecretario de los Derechos Humanos de Gobernación, con su declaración, abre un episodio más en esa cinta sin celuloide que sigue despertando la morbosidad del 37 % de la población que, según encuesta de El Universal, no se ha perdido un centímetro del rollo de esa segunda reaprehensión del jefe del cártel del Pacífico.
En la película, claro, no entra la matanza de seis jóvenes en una cancha deportiva mientras se echaban una “cascarita”.
Tampoco figura el “levantón” de 22 personas en una boda en la población de Arcelia, Guerrero.
Ambos eventos, del sábado para acá, fueron ejecutados por comandos del crimen organizado.
¿Efectos de la sonada recaptura que Peña Nieto concretó como “misión cumplida”?