El futuro inmediato de los mexicanos está encapotado. En un desorbitado esfuerzo por conservar lo que ya no es, lo que dejó de funcionar en el instante mismo en que Carlos Salinas de Gortari realizó el cambio del secretario de Gobernación con el único argumento definitorio: lo que ya no funciona. El presidencialismo a la mexicana, hoy, es imposible en la medida en que en 1929 fue la solución.

     Para conservarlo como en frasco de formol han militarizado a la sociedad sensiblemente, por más que los mandos argumenten lo contrario.

     El hecho de que esos militares que desempeñan funciones en la PGR vistan de civil, de ninguna manera significa que hayan dejado de lado el honor de vestir el uniforme, el orgullo de pertenecer al Ejército o a la Armada; el que anden disfrazados de políticos no desmiente la militarización del gobierno mexicano, ni la posibilidad de que de la noche a la mañana se trasmuten en milicos.

     Allí están las declaraciones del Director de Derechos Humanos de la Defensa Nacional, quien afirma que los civiles dejaron de hacer su trabajo en las áreas de seguridad, y por ello hay militares en cargos que tradicionalmente no desempeñaban. No se contiene Juan Carlos Beltrán, advierte que directores y jefes de policía, presidentes municipales e incluso gobernadores debieran rendir cuentas; nada del Poder Ejecutivo, que es el jefe de las Fuerzas Armadas.

     Ahora que está en tránsito la reforma del artículo 29 constitucional -tema que abordaremos en detalle mañana-, las declaraciones de Juan Carlos Beltrán aparecen como un querer o necesitar curarse en salud. Para comprender la dimensión del problema que enfrentamos, conviene recordar el Protágoras.

      “… He aquí de que manera el hombre recibió la ciencia de conservar su vida; pero no recibió el conocimiento de la política, porque la política estaba en poder de Zeus, y Prometeo no tenía aún la libertad de entrar en el santuario del padre de los dioses…

     “… (los hombres) no tenían ningún conocimiento de la política, de la que el arte de la guerra es una parte. Creyeron que era indispensable reunirse para su mutua conservación, construyendo ciudades. Pero apenas estuvieron reunidos, se causaron los unos a los otros muchos males, porque aún no tenían ninguna idea de la política”.

     Y me pregunto y les pregunto ahora, lectores: ¿Ya tenemos en nuestro poder esa idea de la política que nos permitiría convivir, y no nada más vivir como perros y gatos?

     A los militares corresponderá vigilar la observancia de la suspensión de garantías. ¿Están dispuestos? ¿Querrán transitar en la consideración y respeto de la sociedad, que más pronto que tarde empezará a verlos como milicos?

     ¿Quién lo sabe?