Columnaria
Juan Chávez
Nadie ha reflexionado que así ha sido.
Nadie se ha atrevido a señalar que la reforma energética, una de las estructurales por las que se pavonearon los miembros del Congreso y el presidente Peña Nieto mismo, está dirigida a la generación de energía “sucia”.
Fue una de las reformas en las que el Pacto por México fijó más su atención.
Fue la más cuestionada, inclusive, porque se entregaba con ella, se argumentó, “la explotación del petróleo” a empresas privadas nacionales y extranjeras.
Farsa nacionalista. La más pura farsa. Siguen las rondas –que han tenido poco éxito—para entregar los contratos de exploración y explotación al sector privado… poco interesado, por cierto, en participar.
Pero la contaminación ambiental que ayer –con 139 puntos imeca—volvió a tocar las puertas de la contingencia, nos hace ver los empeños del gobierno peñista por seguir aferrando el desarrollo nacional a la quema de combustibles fósiles –“sucios” 100%.
Así ni pensar que en los próximos años va haber algún alivio en ese “aire malo” que respiramos todos los días.
Hay que admitir, sin embargo, que la reforma energética ha permitido la entrada de capitales para la inversión en energías limpias, aunque la reforma, reiteramos, paradójica y mayormente “acelera” la explotación de hidrocarburos.
En la mayoría de los países latinoamericanos que se están atreviendo a invertir en proyectos de energía limpia, lo están haciendo con dineros de corporaciones, no con fondos de sus gobiernos.
Mientras, el “cuento de las gasolinas” escribe otro capítulo.
En entrevista colectiva, los secretarios de Energía y Medio Ambiente y el titular de Pemex aseguraron que las gasolinas que la empresa vende en el país es “tan pura” (sin azufre pues), como la de Estados Unidos.
La defensa estuvo enderezada a precisar que el 90% de las gasolinas que se importan provienen de el país del tío Sam.
Las refinerías del país no están técnicamente capacitadas para producir buenos combustibles. Tristes realidades que surgen en la tangente que como cuchillo de doble filo abre la contaminación en una economía súper rezagada.