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Ni Dios perdona

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Columnaria

Juan Chávez 

Pueda  ser que el presidente Peña Nieto, al pedir perdón por  la casa blanca, lo haya hecho en acto de contrición real.

 

Pero puede pensarse también que lo hizo buscando la conmiseración de la sociedad, ahora que su imagen política sigue a la baja y anda ya cerca del suelo.

La indulgencia  requerida difícilmente le llegará.

En las urnas del 2018 veremos si la ciudadanía digirió la petición presidencial y se cuadra ante el candidato del PRI para mantener al partido tricolor en Los Pinos.

Pueque que antes, en 2017, en su tierra bendita, el estado de México, se vea retratado tal perdón o la negativa total al mismo.

La entidad mexiquense tendrá elección para cambiar de gobernador y es oportunidad adelantada para ver resultados.

Reconoció el mandatario que el tema causó indignación; “afecto  a mi familia y lastimó la investidura presidencial”.

Esta abolladura a la investidura le dolió a él mismo y por eso la ha perfilado como pretexto para fundar el perdón solicitado.

Pero hirió, en lo más profundo, la credibilidad del pueblo en “su” Presidente y es ahí donde hay que abrevar y concluir que la opinión pública que el pueblo ejerce le dejará caer, en lugar de perdón, el mayor de los desprecios que presidente alguno se haya llevado.

Nada le enderezará ya el barco a Peña Nieto.

No sólo por lo de la casa blanca, sino por haber designado al secretario de la Función Pública (Virgilio Andrade)  al que encargó la investigación, el agravio tomó dimensiones nacionales. Un achichicle de Peña pues “lo investigó” y eso la opinión pública lo calificó de burla.

El caso ubica a la creencia de que ni Dios  perdona. El diluvio universal, el mayor de los castigos de la divinidad que desapareció a la humanidad de los tiempos bíblicos y solo puso a salvo al buenazo de Noé y su familia, no es, claro, parangón válido pero hay alguna semejanza con la disculpa presidencial.

Jehová, el dios antiguo castigó también inmisericordemente a Sodoma y Gomorra, a las que desapareció de un soplido nomás porque en ambas ciudades imperaban la prostitución, el vicio, la corrupción, la descomposición social.

El perdón, desde aquellos tiempos que se pierden en los tiempos de la historia, se entendió no como simple palabra, sino como una actitud de arrepentimiento del que agravió y la otra cara, la del que lo otorga o lo niega.

Pero siempre como actitud, como concepto, no como simple palabra.

Aquí, en ese perdón demandado por Peña Nieto, con las 7 leyes del Sistema Nacional Anticorrupción que promulgó, veremos… Son, como en la santa palabra de la Antigua Escritura, algo que ha nacido bajo el número perfecto y que la tradición dice que Moisés elevó a los cielos: el 7. 

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