Editorial Jovel/septiembre 2016
Chiapas vive momentos álgidos, de mucha agitación social, en parte debido a reformas estructurales que se implementan a nivel federal, y porque estas reformas generan irritación social, y en parte por rezagos sociales acumulados por siglos. Producto de ello, algunos miles de indígenas se levantaron en armas en enero de 1994. ¡Ese es un gran pendiente que tiene la Federación… Que tiene México! Lograr una solución negociada del conflicto, que aunque no bélico, es una cicatriz abierta que nos mantiene divididos entre hermanos. La existencia del EZLN y su proclama de libertad, justicia, democracia… es algo que no se puede soslayar ni ignorar; por el contrario, nos debe llamar a la reflexión sobre el modelo de país que queremos.
La irritación social que generan los ajustes estructurales y las reformas legales, no son exclusivos de México; no son exclusivos de Chiapas. Son, eso sí, reformas estructurales impopulares, porque lesionan, casi siempre, a los que menos tienen. Y aquí, como en todas las Naciones donde se implementan, estamos pasando por eso: los recorte presupuestarios a servicios sociales afectan siempre a los sectores más vulnerables de la sociedad. Por eso la irritación social, la inconformidad, el hartazgo, la protesta. Pero la inconformidad que hoy escenifican algunos sectores, como el magisterio que aglutina la CNTE, no es exclusiva de Chiapas (no es solo en México); el descontento social se manifiesta, también de manera masiva y a veces violenta, en Atenas, Grecia; en París, Francia, en Berlín, Alemania; en Roma, Italia.
Son, pues, momentos de gran agitación social (de muchísima ‘movilidad social’, prefieren llamarlo otros) en muchas partes del mundo.
Chiapas es una entidad federada con cierta autonomía respecto a la Federación; pero la Federación de 33 estados (incluyó a la Ciudad de México) nos sujeta a un estatuto federal (nuestro Contrato Social) cuyas ‘adecuaciones’ o ‘reformas’ hoy por hoy han convulsionado a nuestra sociedad. No es pues responsabilidad del gobernador Manuel Velasco Coello, aunque él pague los platos rotos, como suele decirse de manera coloquial. Es responsabilidad de diputados y senadores que integran el Congreso de la Unión, al legislar una Reforma Educativa que es rechazada por un sector importante del magisterio, no sólo en Chiapas, también en Oaxaca, Guerrero, y Michoacán. Otros estados más también han escenificado manifestaciones de inconformidad, de rechazo.
Chiapas es un pueblo de pueblos, con 13 identidades distintas (incluyéndonos a nosotros los mestizos, que somos el grupo mayoritario); y eso por sí mismo hace aún más complejo y más frágil el manejo de los hilos para la gobernabilidad, la estabilidad, y la búsqueda de los consensos: lo que es bueno para unos, no necesariamente es bueno para los demás. En Chiapas por tanto no puede imperar aquélla máxima jurídica que dicta ‘trato igual a los desiguales’. En Chiapas (y porque no decirlo, en México) estamos inmersos en un proceso de cambio, de alternancia política, con avances y retrocesos, y con mucha agitación social, pero que al final, muy seguramente resultará en un sistema democrático mucho más robusto, en una sociedad más igualitaria, menos desigual, más justa.
Ojalá que así sea…
