Columnaria
Juan Chávez
Desde hace más de tres mil años, los pueblos indígenas de México celebran el “Día de los Muertos”.
Principalmente los aztecas, mayas, purépechas, nahuas y totonacas, rendían pleitesía a sus familiares difuntos.
Pero era emotivo, conmovedor, como la cultura maya hace siglos, se postraba ante los recién nacidos muertos. Los enterraban en el patio de su casa y le levantaban un altar con ofrendas de flores y miel que colocaban tres años después y daban por hecho que el primer colibrí en aparecer, era el bebecito muerto.
Un colibrí reencarnaba al recién nacido. Un colibrí atraído por las flores y el dulce. Una costumbre, por cierto, ya perdida pero que sin duda sirvió de antecedente, junto con la celebración con ofrendas vistosas en muchos pueblos del país, para que el “Día de los Muertos”, en México, fuera considerado patrimonio cultural universal por la Unesco.
El costumbrismo pues de estas fechas, es considerado una expresión espiritual por ese ente de la ONU, que así lo dispuso por ser “una obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad”.
Además, por tratarse de una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza en el mundo.
O sea: el “Día de brujas” conocido como Halloween en la cultura gringa, le pela los dientes a la calavera mexicana, concebida como la “Calavera Garbancera” por José Guadalupe Posada en 1913 y que posteriormente el muralista Diego Rivera bautizó como “La Catrina”.
En el calendario solar azteca la celebración estaba señalada para el noveno mes que correspondía a principios de agosto del calendario gregoriano, pero los españoles y misioneros conquistadores, temerosos de que el pueblo mexica rechazara las costumbres católicas, movieron la fecha para noviembre a fin de acercarla a la celebración del día de Todos los Santos.
Sin embargo, con las nuevas fechas, el “Día de Muertos” sigue siendo motivo para ver las vistosas ofrendas que se levantan en homenaje de los que ya no están en este inmundo mundo.
La flor de cempasúchil domina los escenarios de las ofrendas en lugares públicos y en muchos hogares fieles a las costumbres de nuestros ancestros.
El “Día de los Muertos” está bien vivo. No hay duda. Los muertos, los que cada familia siente, siguen hablando y asisten a la noche de las ofrendas.