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Medalla de la Cueva

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José Dávalos

El Colegio de Profesores de Derecho del Trabajo de la Facultad de Derecho de la UNAM tuvo a bien otorgarme la Medalla Mario de la Cueva, el profesor universitario que con su obra Derecho Mexicano del Trabajo mostró al mundo las grandes tesis sociales del derecho del trabajo mexicano.

 

Se me impuso la presea al mérito en derecho del trabajo en una ceremonia efectuada en el Aula Magna Jacinto Pallares. El homenaje lo promovió el presidente del Colegio de Profesores y Consejero Universitario, Profesor, el Doctor Enrique Larios Díaz. El año anterior esta medalla fue impuesta al Maestro Alfredo Sánchez Alvarado, reconocido entre los abogados postulantes laborales, con 60 años ininterrumpidos de docencia en la Facultad de Derecho de la UNAM.

Hablé de la generosidad del Maestro De la Cueva. En la ceremonia se tuvo presente su personalidad, sus cátedras, sus conferencias, su obra escrita. Se recordó que en los pasillos, en los patios de la Facultad, respondía las preguntas que le planteábamos los profesores y los alumnos. Se mencionó que León Tolstoy dijo que no hay más que un modo de ser felices: Vivir para los demás.

Recordé que cuando cursé Derecho del Trabajo con el Maestro Alberto Trueba Urbina, el Doctor Mario de la Cueva impartía Derecho Constitucional. Los dos tomos de Derecho Mexicano del Trabajo del Maestro De la Cueva, publicados en los años 30 del siglo anterior, los estudié, siempre los consulté y los sigo consultando. En esta obra el Maestro aborda tesis tan importantes como: El derecho del trabajo es un derecho protector de los trabajadores; la estabilidad del trabajador en la empresa; el derecho de escoger el trabajador en caso de despido injustificado del empleo la reinstalación en el puesto o la indemnización; el pago de los salarios que el trabajador ha dejado de percibir por culpa del patrón desde el despido hasta el cumplimiento del laudo, salarios caídos, que fueron enterrados en la reforma del 30 de noviembre de 20l2 y otras más.

Se agradeció a los maestros que presidían la ceremonia y a los maestros que estaban presentes. Se agradeció “a los maestros que nos observan desde los luceros: Jorge Carpizo, Carlos del Río Rodríguez, Jesús Reyes Heroles, Andrés Serra Rojas, Alberto Trueba Urbina, Aurora Arnaiz Amigo, Raúl Cervantes Ahumada, Guillermo Floris Margadant, Mosart Víctor Rusomano, Ignacio Burgoa Orihuela, Alfonso Noriega Cantú, Ignacio Galindo Garfias… y tantos más”.

Se agradeció la presencia de los alumnos, que son la razón de nuestros quehaceres de todos los días, de todos los meses, de todos los años.

Hice recuerdo de estos tres actos de generosidad y humildad:

– Sí, Dávalos, véame en la clase siguiente. Así me respondió el Maestro de la Cueva, cuando, como estudiante, al final de su cátedra, me acerqué a él para pedirle un mensaje para los estudiantes en la revista ”Humanitas”, de la promoción 1963-1967, que estaba por publicarse.

– Aquí tiene, Dávalos, se lo obsequio, es un trabajo que me publicaron sobre el Contrato Colectivo de Trabajo. Esto sucedió en otra ocasión, cuando yo empezaba a impartir la cátedra de Derecho del Trabajo en la Facultad de Derecho, en 1969.

– Cuando tenga alguna duda llámeme por teléfono a la casa, yo le contestaré cuan tas veces me hable. Así me dijo el Maestro de la  Cueva cuando prestaba mis servicios para la Junta de Conciliación y Arbitraje y me surgían dudas, para mí muy difíciles de resolver. Nunca tuve una duda que consultara con él y que no me resolviera.

Se apuntó que el Maestro de la Cueva no quería un país en manos de los trabajadores, mucho  menos en manos de los patrones. Él soñaba en una patria en que estuviera desterrada la explotación del hombre por el hombre.

Dije que los profesores podemos tomar, para aplicarlos, muchos aspectos de la personalidad del Doctor Mario de la Cueva como Maestro. Una virtud que los profesores que nos dedicamos a la investigación y a la docencia podemos tomar, que podemos practicar todos los días en el trato con los demás maestros y en el trato con los alumnos, es su humildad ejemplar.

Hoy sentimos en el mundo que hay una oleada de pensamiento conservador que se llama neoliberalismo, que se ha impuesto primero en el centro del mundo y ahora nos llegó acá. Tenemos que buscar alternativas. La primera es elaborar un sueño, como lo pensó el Maestro de la Cueva: Reinventar la humanidad.

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