Columnaria
Juan Chávez
Estuve la mañana de ayer en la escuela donde mis dos nietos más pequeños estudian su enseñanza primaria.
Un colegio de colegiaturas bien caras, con dos auditorios. En uno de estos se desarrolló lo que el plantel denomina asamblea y que es un evento en el que los niños, en inglés, representan, en sencillas y breves exhibiciones, sus avances en el idioma que aprenden.
Esta ocasión vi a chiquitas y chiquitos de tercer año en una pieza que su instructora denominó “La semilla de la paz”.
Algo que me impresionó y emocionó porque los niños, en forma pragmática, aprenden sus derechos como lo que son: niños.
La directora del plantel, en breves palabras, había destacado el contenido de esa pieza de actuación que los niños presentaron.
“Van a expresar ellos sus derechos y van a exponer, lo que los niños viven en los países en guerra y donde son explotados”.
Hablaron así de Palestina, Siria, Sudán, Etiopía, Afganistán y Colombia y terminaron, luego de sus sencillas pero muy elocuentes participaciones, con una pequeña maceta en las manos (fruto de la semilla sembrada), y entonando, en el idioma de Shakespeare, una canción que a mí me pareció una especie de himno que clamó para México un respeto total a los derechos de los niños.
Los escolares de tercero de primaria habían definido, entre esos derechos, la salud, educación, agua, alimentos, identidad. Algo verdaderamente conmovedor. Algo que despierta el interés de que una enseñanza así, se extendiera al sistema escolar público. Pero no pasa de ser un sueño dorado. México no tendrá, en muchos años, capacidad económica suficiente para que la enseñanza gratuita compita con la privada.
¡Qué sorprendente es ver a niños expresarse con seguridad , ¡y en inglés!, en un escenario… aunque la audiencia la integren sus padres y otros familiares.
Fui de pegos-te, como abuelo. Pero mi nietita me reconfortó de la levantada a las 5:30 horas. Felicidad completa, no tiene remedio. Soy un abuelo feliz que abomina la pobreza en que millones de niños viven su enseñanza primaria y, según la SEP, aprenden con maestros, desgraciadamente, que no supieron aprender a enseñar en las escuelas normales.
