Columnaria
Juan Chávez
Me pidió mi hijo lo acompañara a una audiencia en uno de los juzgados del penal de Barrientos.
El desahogo fue rápido y explicito, y salí complacido de una justicia “pronta y expedita”, de conformidad con los preceptos constitucionales.
Se trató de la presentación de una prueba testimonial, la del principal en el presunto fraude por el que a su hermano se le sigue proceso.
–Sí papá, tienes razón, todo fue rápido, pero esta era la cuarta ocasión que presentaba al testigo para que rindiera su declaración, y la ministerio público se opuso tres veces a que compareciera.
Eso retrasó la causa tres meses.
–¡Ay carajo, dónde queda entonces la justicia expedita!, respondí.
–En el aire, colgada de la brocha o de los dineros que siguen corriendo en los juzgados.
–Entonces seguimos igual, incluso porque te escuché aludir al código de procedimientos penales abrogado del estado de México.
–Sí, en este caso llevo un año litigándolo y no aplica el Sistema Penal Acusatorio.
En tales circunstancias, dónde queda la economía procesal, reflexione. No es posible que se siga tirando el dinero de la sociedad, nomás porque su representante, como se identifica al ministerio público, aplique criterios cerrados y no abra el abanico de la justicia.
Luego supe, porque mi hijo me lo anotó, que la parte acusadora no se ha presentado al juicio y se le han enviado, a los domicilios que asentó en su querella, notificaciones por tres veces.
–Sí… y espántate, la jueza, hace 15 días dispuso enviar oficios al IMSS, Comisión Federal de Electricidad, Instituto Nacional Electoral y Teléfonos de México solicitándoles que de sus respectivos bancos de datos informaran sobre la dirección real de la querellante.
Ninguna de las cuatro instituciones dio respuesta positiva y así, el procesado prosigue en juicio, ya con denunciante invisible.
La economía procesal se va al diablo.
A nadie le interesa, y menos al ministerio público, acelerar las balanzas de la justicia. En tal forma, los juicios parecen ser retrasados a propósito o mejor, para exprimir un poco más el bolsillo del acusado. Al fin que la justicia, ya se sabe, es de cuánto más cuánto.
Algo que también está aconteciendo en los juicios orales y abiertos al público de conformidad a ese invento peñista llamado Sistema Penal Acusatorio, del que nos ocuparemos en otra ocasión.