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IVÁN RINCÓN ESPRÍU·SÁBADO, 14 DE OCTUBRE DE 2017

Un trance de manipuleo gubernamental
Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Jueves 5 de octubre. Se instalan mesas en cada una de las nueve secciones del municipio para que la gente con viviendas afectadas por el terremoto del 7 de septiembre reciba un “apoyo de empleo temporal” por la cantidad de 2 mil 370 pesos; dicho “empleo temporal” es el retiro de escombros de sus viviendas. La gente se forma desde las cuatro de la mañana para anotarse en las mesas instaladas.
En la cuarta sección, el registro termina quince horas después, a las siete de la noche.
Los funcionarios estatales y federales seleccionan entre la gente formada a un comité por cada cien personas de la fila; este comité se integra con un presidente, un secretario, un tesorero y dos vocales, a quienes hacen firmar una serie de documentos por triplicado sin oportunidad de leerlos por la prisa.
Una vez inscrita, la gente es citada para el 12 de octubre a primera hora.
Jueves 12 de octubre, oficialmente “Día de la Raza”. El pueblo madruga de nuevo para formarse y, así formado, espera todo el día bajo el sol para recibir el mentado “apoyo de empleo temporal”. Cae la noche y la gente, haciendo fila, duerme en la calle.
Cerca de la medianoche de ese día, los presidentes de los comités ciudadanos reciben una llamada, indicándoles que se presenten en el Hotel Delice, donde se hospedan las delegaciones gubernamentales, a las ocho de la mañana del día siguiente.
Viernes 13 de octubre, ocho de la mañana. Hotel Delice. Llegan alrededor de ochenta presidentes de comité de las nueve secciones. Después de varias horas de espera, se les hace pasar a un pequeño auditorio como para cuarenta personas y, todos amontonados, los ponen frente a una mesa de los funcionarios federales y estatales: Tomás González Ilescas, delegado federal de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), y Francisco Javier García López, conocido como Paco Piza, delegado estatal.
Los funcionarios hacen esperar tres horas más a los representantes ciudadanos para decirles que, de un total de 19 millones 525 mil pesos de “apoyo” a los damnificados, sólo se podían retirar dos millones al día, por lo que el pago será realizado durante diez días.
Los presidentes de los comités responden indignados, pues la gente se ha formado desde la madrugada del día anterior y, más de 24 horas después, no se les podía decir eso.
González Ilescas pide que le den “oportunidad de hacer el trabajo bien”, y muestra un documento que comprueba el depósito de 19 millones 525 mil pesos el 11 de octubre. Enrique Peña Nieto lo había anunciado desde hacía más de quince días.
Tiene lugar una discusión y los funcionarios piden media hora para solucionar el entuerto. Después de una hora, Paco Piza propone cobrar el cheque en el banco HSBC de Salina Cruz y dice que disponen de tres autobuses para transportarlos de ida y vuelta y para que sea posible entregar el dinero a la gente formada en las nueve secciones de Juchitán.
A algunos de los representantes ciudadanos les toca un sándwich y un refresco, pero la mayoría no tiene tanta suerte, y así los enchiqueran en tres autobuses istmeños.
Los escolta una patrulla con alrededor de seis policías federales y la promesa de custodiar el regreso de Salina Cruz a Juchitán, debido a que cada persona llevaría 237 mil pesos; en suma, los tres autobuses cargarían con gente indefensa y casi 20 millones de pesos; una irresistible tentación para la delincuencia organizada y un alto riesgo para los presidentes de los comités que, por lo demás, no tenían obligación de trasladar dinero. Aun así, por consideración al sacrificio de sus paisanos, asumen el riesgo.
Llegan al banco y el gerente se muestra sorprendido porque no sabe nada del asunto; el delegado federal se encierra con él durante hora y media, hasta que una comisión de ciudadanos irrumpe en la oficina y exige una explicación. Finalmente, se acuerda que cada uno de los presidentes endosen el cheque y recojan el efectivo en la base aérea militar de Ixtepec. En el banco los tienen de once de la mañana a seis y media de la tarde, siete horas y media.
Cada uno sale con dos copias del cheque y el sello de “pagado”, pero sin un sólo peso en la mano. Desde que parten hacia Salina Cruz, Paco Piza se hace ojo de hormiga.
Mientras tanto, a la gente que hace fila en las nueve secciones de Juchitán les dicen que van a pagarles a las cuatro de la tarde; a sus representantes les dicen que a partir de las seis pueden pasar por el dinero a la base aérea militar. Salen del banco a las 18:30 y los llevan a la base aérea militar. En el “centro de comando” hay una mesa de presidium y varias sillas que no alcanzan para que todos tomen asiento. En el presidium hay funcionarios estatales y el delegado federal que acompaña siempre a los presidentes de los comités; hay también un jefe militar y uno de la policía federal.
El solemne y ceremonial ambiente sirve para enmarcar un anuncio: No hay dinero.
Salvo Paco Piza, los funcionarios estatales señalan al delegado federal como responsable de todo y dicen que ellos pueden ayudar a resolver el embrollo, como lo han hecho antes con la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) para el mismo asunto. El aplausómetro indica que hay partidarios de los personeros gubernamentales entre los presidentes de los comités ciudadanos.
Mientras tanto, entre la gente formada en Juchitán, alguien hace correr el rumor de que la presidenta municipal, Gloria Sánchez López, ha ordenado que se vayan a sus casas y que el pago se haga hasta el día siguiente. Cunde un legítimo enojo, pero el ayuntamiento disipa el rumor a las cuatro de la tarde con un comunicado de indignación por la falta de seriedad de los funcionarios estatales y federales.
El rumor deja en evidencia la perversidad intrínseca del gobierno en los dos niveles superiores al ayuntamiento, pero resulta efectivo entre la gente del pueblo por el descontento acumulado también con el gobierno a nivel municipal, por incontables y conocidísimas razones.
Algunos pobladores de la segunda sección bloquean la entrada este de Juchitán y exigen que se les haga el pago.
A las 19:20, un temblor de 5.5 grados (proveniente de Salina Cruz, casualmente) dispersa a la mayoría de la gente que tiene más de 48 horas formada, salvo en la segunda y la sexta secciones, donde se mantiene haciendo fila; de ahí que los representantes de esas secciones decidan quedarse en la base aérea militar para salir hasta tener el dinero para sus vecinos.
Los demás suben a los autobuses y regresan a Juchitán cansados y con las manos vacías, después de trece horas y media de engaños, de que los llevaran y trajeran como manada de animales, de que los pastorearan por toda la región, mientras sus representados esperaban día y noche, noche y día, 24 horas más, haciendo fila.
De nuevo, quince minutos antes de la medianoche, Vicente Marcial Cerqueda, presidente de comité, recibe una llamada de la Semarnat para que se presente en media hora –¡bromas aparte!– en la base aérea militar de Ixtepec. Chente contiene una mentada de madre al funcionario federal y responde que ya basta de tanta burla, que los espera a las nueve de la mañana, como informaron en el templete del centro de comando.
Ningún funcionario se hace responsable, todos se labran las manos, se lanzan la pelota unos a otros entre ellos, pidiendo comprensión.
La gente se fue humillada y frustrada, pero con la esperanza de que los mismos burócratas lleguen con el dinero a las nueve de la mañana de hoy sábado 14 de octubre.

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