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Sabios, no tecnócratas

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Juan Chávez

Por mucho que les pese a políticos y analistas, los tecnócratas no son aquellos llamados despectivamente así.

 

De los tecnócratas depende el político, inclusive.

Un tecnócrata puede llegar a ser el cerebro del político y gobernar realmente desde las sombras oscuras del poder.

Está, siempre, tras bambalinas, aconsejando a quien ejerce el poder desde la cúpula misma del poder.

Ha sido así desde siempre, desde los años que se pierden en la historia.

Podría jurar que hasta Dios tuvo “su tecnócrata”. Fue el Espíritu Santo, como reza la Bublia.

No más por eso, hay que calificarlos como sabios y no motejarlos más como tecnócratas.

Ha habido estudiosos que han escalado el poder. La mayoría, sin embargo, se convierten en asesores y “hacedores” de los discursos del hombre en el poder.

Viene el tema a cuento porque el aspirante a la Presidencia a la que el PRI ha facilitado su membrete para que pueda competir en el hándicap presidencial, es considerado un tecnócrata tan solo por no haber militado en ningún partido político en los más de 20 años que lleva en el servicio público, desde los tiempos en que el poderoso instituto político perdió las elecciones en el 2000.

José Antonio Meade se hizo genio en las aulas académicas y ostenta el grado de doctor en una de las dos licenciaturas que obtuvo en las universidades: Derecho en la UNAM y Economía en el ITAM.

Eso le critica López Obrador, un soberano “burro” que pasó corriendo por los planteles universitarios y cuya licenciatura ha sido considerada dudosa en varias ocasiones.

Las precampañas por la candidatura presidencial que arrancaron en los primeros minutos de este jueves 14 de diciembre, describe, en sus discursos, el grado de preparación de los tres presidenciables que ya están en la lid.

El aspirante tabasqueño hace alarde de demagogia. En su posición populista pretende “becar” a los “ninis” con un ingreso mensual de 3 mil 600 pesos y ofrece empleo por 360 pesos al día a jóvenes.

Eso significaría, junto con el apoyo a la población senil, un gasto de 147 mil millones de pesos al año.

La mitad del gasto de la SEP, lo que desequilibraría las finanzas nacionales.

El otro soñador de la Presidencia, el que va por el frente opositor designado con título de Guerra “Por México al frente”, Ricardo Anaya, al ofrecer un “ingreso universal”, apunta que de finanzas no sabe nada.

Hace cerca de tres mil años, el sabio padre de la lógica, el filósofo Aristóteles, fue maestro y tutor de Alejandro Magno. Y le transmitió conocimientos de tal forma, que los historiadores consideran que lo formó a su modo para “vengarse de Atenas” que le había impedido suceder a su maestro Platón en la Academia.

Aristóteles fue sabio, no tecnócrata, y actuó tras bambalinas para cobrar la afrenta de ser macedonio y no griego para ocupar el puesto platónico.

Pero Aristóteles, sabio al fin, consolidado su poder tras haber conquistado Grecia su adelantado discípulo que construyó el imperio más grande en aquellos tiempos, fundo su Liceo y pidió puras habas a la cultura ateniense.

Otra de las locuras de Lopitos es la descentralización de las secretarías de Estado e institutos administrativos.

Ignora que allá por los 80 del siglo pasado, Miguel de la Madrid fracasó en su proyecto de descentralización del aparato administrativo federal.

Sólo salió el INEGI en 1985 y escogió la ciudad de Aguascalientes como su sede, aunque en la avenida Patriotismo ocupa un edificio de 13 pesos desde donde despacha el cuadro director del órgano que lleva las estadísticas en México.

Y es que no es posible movilizar a más de dos millones de burócratas a ciudades del interior.

Querétaro rechazó a la secretaría de Agricultura, en aquel intento de cambio de sede.

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