DE FRENTE Y DE PERFIL
RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
Si no buenos gobernadores, cuando menos no tan malos como los últimos habían sido los gobernantes veracruzanos, cuya ciudadanía está ávida de un cambio que repercuta en beneficios para la población.
Políticos ambiciosos, uno de poder y otro de dinero han sido los dos últimos gobernantes electos en las urnas, que han mostrado la gran equivocación ciudadana.
Javier Duarte dejó la entidad sumida en un caos, violencia, inseguridad y corrupción chorreaba por todo el estado, cuando dejó la administración en manos de Flavino Ríos.
Hoy, Duarte y Flavino se encuentran presos en distintas circunstancias. El primero acusado del saqueo de las finanzas y los abusos cometidos en cinco años de gobierno, recluido en un penal de la CDMX y el segundo, en prisión preventiva domiciliaria de un año en Xalapa, señalado de facilitar la huída de su antecesor.
El abuso y saqueo de Duarte y sus huestes (los más de ellos protegidos por el fuero) provocó que un Miguel Ángel Yunes que ya había sido rechazado en las urnas, obtuviera la victoria y se erigiera como gobernador por dos años.
Las promesas de campaña de Yunes de enderezar la nave nunca se cumplieron y mucho menos las de terminar con la inseguridad y frenar la violencia que azota a la entidad desde hace más de una década.
Yunes dedicó más de la mitad de su gobierno en mostrar la perversidad de Javier Duarte, los abusos de su familia y perseguir al ex gobernador y su esposa, además de fomentar al orgullo de su nepotismo para que lo sucediera, casi de manera monárquica.
Sin embargo, Miguel Ángel Yunes hijo fracasó en su intentona por suceder al padre, al ser rechazado en las urnas y las consecuencias se pagan ahora.
Veracruz, sigue siendo un desastre, el crimen continúa enseñoreado en distintas plazas, el gobernador hace caso omiso de los compromisos contraídos y como su antecesor entregará una administración estatal casi en ruinas, con deudas por todos lados y una violencia desatada.
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