Hugo Passarello era bastante joven la primera vez que leyó Rayuela, de Julio Cortázar. Como muchos lectores de esa obra, quedó cautivado por la narrativa y sus juegos de estructura. Ambientada en París, la novela tiene 155 capítulos para los que Cortázar da tres opciones de orden de lectura: cronológico, en saltos con instrucciones o como uno guste.
“Cortázar jugó con la idea de que un libro fuera una historia con la cual jugar”, dijo Passarello. “Me inspiró a hacer lo mismo con las fotografías”.
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CreditHugo Passarello
Después de mudarse él también a París y de pensar cómo realizar un proyecto basado en un texto lleno de historias inesperadas, Passarello produjo “Rayuela”: retratos de amigos, lectores y contemporáneos de Cortázar compilados para el centésimo aniversario del natalicio del escritor, en 2014.
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El trabajo de Passarello es un diálogo entre la imagen y el texto. Empezó a finales de 2013 por medio de redes sociales, donde encontraría a once participantes que eligieran su pasaje favorito de la novela y acordaron ser retratados en la ubicación parisina de ese fragmento.
Terminó por atraer a muchísimas más personas.
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“La gente seguía diciendo que quería participar”, dijo Passarello. Terminó tomando seis retratos cada fin de semana, después de conversar con cada persona para entender sus vínculos con Rayuela.
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En uno de los retratos, Érica, profesora de español, yace pensativa al lado del Sena. Le dijo a Passarello que cuando era joven “los periplos metafísicos y festivos” la ayudaron a preguntarse y descubrir. Eligió un pasaje sobre tirarse al río parisino como “algo lúcido y liberador”.
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Otro de los retratos es el del artista argentino Julio Silva, amigo de Cortázar. Por medio de la lente de Pasarello, Silva aparece solemne cerca de la tumba de Cortázar, de espaldas.
“El proyecto fue una prueba”, dijo Passarello sobre la experiencia de retratar a varios sujetos. “Retó mi capacidad de conocer rápidamente a desconocidos y conseguir que se expusieran”.
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El uso del blanco y negro le permitió también convertir a sus fotos en un homenaje a un París muy distinto, aquel que fue retratado medio siglo antes por Cortázar. “El París de hoy es menos bohemio y mucho más costoso”, dijo. Pero muchos de los edificios siguen prácticamente idénticos. “El blanco y negro me permitió retratar los mismos lugares que retrata Cortázar en otro punto del tiempo”.
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Pese al paso de las décadas, el proyecto de Passarello comprueba la fortaleza que aún tienen —por no decir que magnifican— las palabras del escritor argentino.
“Las historias básicas y mundanas de grandes cuentistas se vuelven memorables y fantásticas”, dijo Passarello. “¿Es posible contar un relato con el mismo poder, por medio de las imágenes?”.
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