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La Costumbre del Poder

*Nuestros gobernantes insisten en vivir en un mundo que ya no es. El país, así, se pudre. El que es responsable, también es culpable

 

 

Gregorio Ortega Molina 

Azora y atemoriza la facilidad con la que las autoridades se sacuden su responsabilidad constitucional. Pienso, sobre todo, en los que llegaron al cargo mediante elección popular. No lo buscaron a ciegas y sin información.

Sostiene el mandamás de Claudia Sheinbaum que ella no está sola. ¿Cómo iba a estarlo, si él es corresponsable de lo que sucede bajo la mirada de su pupila, ahora también arropada con la Guardia Nacional? Ambos supieron, en tiempo y forma, del estado en que recibieron el poder tan anhelado, con la certeza de que al asumirlo ellos, el cambio -para bien de los gobernados y para hacerle fácil la deconstrucción institucional de la República y la gentrificación política en los cargos- se daría por ensalmo, por el solo hecho de haber triunfado, porque ellos sostienen ser incorruptibles, honestos, buenas y correctas personas.

     Las buenas intenciones son insuficientes para gobernar. Se requiere de esa legítima ambición que anida en una conciencia lo suficientemente flexible para proteger al Estado por sobre la vida. La deidad del Antiguo Testamento lo exigió de otra manera; se sirvió del ejemplo de la mansedumbre, la fe, con la que Abraham asumió la necesidad de sacrificar a Isaac.

     El hecho de que asesinen estudiantes en la Ciudad de México, o se invadan propiedades privadas con total impunidad, requiere señalar culpables, de idéntica manera a lo que ocurre con la indignidad a la que se somete a las fuerzas armadas y se empantana la compra consolidada de medicamentos. Al no cumplirse con la responsabilidad constitucional, deben asumir la culpa de las consecuencias de sus errores y dejar de responsabilizar al pasado. Sí, recibieron un país podrido, lo supieron en tiempo y forma, y asumieron el compromiso de limpiarlo, pero resulta que lo empeoran.

     Me denuestan porque he señalado en su tiempo, y ahora sostengo, que Felipe Calderón Hinojosa es culpable de miles de muertes, por violencia, ocurridas en su sexenio. Lo aprendimos en los juicios de Núremberg. Imposible eludir la responsabilidad porque no se apretó el gatillo, o no se hicieron funcionar las cámaras de gas, o los hornos crematorios. La autoridad es culpable de lo que sucede bajo su mandato, porque buscaron el poder con la promesa de que harían cambiar las cosas, cambiarían de régimen y fundarían otra República, pero hete aquí que la situación empeora en lugar de mejorar.

     Hace mucho que desapareció el México de Antonio Ortiz Mena y que el proyecto de la Revolución se abandonó, pero nuestros gobernantes insisten en vivir en un mundo que ya no es. El país, así, se pudre. El que es responsable, también es culpable.

www.gregorioortega.blog                                   @OrtegaGregorio

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