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¿Está el mundo avanzando hacia una desglobalización?

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 Economipedia
 

La pandemia que se extiende por el planeta ha cuestionado la eficiencia de la globalización económica. El bloqueo de las cadenas de suministro ha supuesto la llegada de nuevos mensajes proteccionistas que alimentan el odio hacia una economía globalizada.

 

Con la llegada de una pandemia sin precedentes, si existe un debate que ha salido a la palestra de forma, además, reiterada, ha sido el de la efectividad de la globalización. En un escenario en el que la economía se está enfrentando al mayor bloqueo de la historia, con un claro shock de oferta que ha provocado el colapso forzoso de la actividad económica, muchos han sido los líderes políticos en el mundo que han cuestionado la eficacia, así como la eficiencia, de una economía globalizada.

Al más puro estilo fisiócrata, muchos líderes políticos han hecho pública la tensión que perciben en el comercio global, entre los países que operan en este mercado cada vez más globalizado. Sin embargo, el papel de la Organización Mundial del Comercio (WTO, por sus siglas en inglés), la cual sigue tratando de controlar la situación y fallar arbitrariamente a favor de aquel miembro que tenga la razón, en muchas ocasiones ha sido duramente cuestionado. Especialmente por líderes como Donald Trump, que en su insistencia de derrocar a China como líder del comercio, acabando de paso con una balanza comercial históricamente deficitaria, ha denunciado al país asiático en repetidas ocasiones. Unas denuncias que, tras no reconocer las peticiones del mandatario norteamericano, acabaron en amenazas de ruptura, así como una guerra comercial que, hasta la llegada del Coronavirus, se mostraba como una de las mayores amenazas para la economía.

Un fenómeno que, acentuado por el Coronavirus, muchos expertos han definido como la desglobalización de la economía.

China y Estados Unidos: El vencido y el vencedor

Con la proclamación de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos, muchos ciudadanos en el planeta fuimos testigos de mensajes como “America First” o “Make America Great Again”. Mensajes de campaña de un presidente que entraba en el poder con una gran ambición. Una ambición repleta de metas y objetivos entre las que destacaba una: acabar con el déficit comercial de los Estados Unidos. En este sentido, a muchas personas le llamarían la atención otra serie de logros y metas, pero cuando hablamos de globalización, la que ocupa la tribuna en este sentido es esta; razón por la que muchos economistas centran la atención en esta afirmación.

Así, tras una serie de conflictos que, incluso, podríamos llegar a discutir sobre la legalidad de las prácticas, así como sobre el proteccionismo asiático, el presidente Trump inició una guerra contra China para acabar con una situación que, para el, estaba acabando con parte de la economía estadounidense. Prácticas como la devaluación monetaria —nunca confirmada por el Fondo Monetario Internacional (FMI)—, las políticas arancelarias chinas, así como otra serie de herramientas que favorecían la competitividad de las exportaciones chinas en un escenario de dudosa legitimidad, llevaron al presidente norteamericano a iniciar con el gigante asiático lo que se conocerá como la mayor guerra comercial de todos los tiempos. Una guerra por el comercio global que paralizó drásticamente las previsiones de crecimiento para el comercio.

Al margen, justo en un escenario en el que China y Estados Unidos comenzaban a limar sus asperezas, el Coronavirus se impuso entre lo que muchos llamaban o denominaban como “tregua comercial”. En este sentido, paralizando todas las relaciones y negociaciones que China y Estados Unidos mantenían para acabar con una guerra comercial que, como ya dijimos en Economipedia, no tenía ganadores, sino, y únicamente, perdedores. Una paralización que, de no haberse producido, habría sido sustituida por esa tregua comercial que, como decimos, ponía el broche a una tensa relación que parecía no tener un buen desenlace.

Sin embargo, el Coronavirus, al igual que para la campaña del Trump, se impuso entre China y Estados Unidos, pues el bloqueo que supuso el cierre comercial, dejó a ambos países en un escenario de bloqueo y de incapacidad para continuar con el flujo de mercancías que, de forma diaria, se producían entre ambos países. Pero, además, debemos situarnos en este escenario y centrar la atención, pues justo se produce en este momento un punto de inflexión en el que Donald Trump encuentra la oportunidad de volver a la carga contra China, tratando de meter, nuevamente, el mensaje que ya inició en campaña y que parecía haber abandonado tras la posible tregua comercial que se estaba gestando en los meses pasados.

Un mensaje que, como decíamos al principio, ponía en relevancia una situación en la que los Estados Unidos eran incapaces de contar con material sanitario, ya que la industria, o el mayor peso de ella, como hemos sido testigos durante la pandemia, se encuentra en China. En este sentido y ante la oportunidad de meter dicho mensaje, Donald Trump aprovechó para meter su mensaje de que, excusándose de una gestión que mostró sus mayores vulnerabilidades, no es posible seguir en una situación en la que los países dependan de un único país para contar con bienes. Una situación que, para el, estaba provocada por una intensa globalización, la cual era la causante del bloqueo de las cadenas de suministro. 

Una rotura que, de no producirse esa deslocalización de la producción, según Donald Trump, no se habría dado. Motivo por el que solicitó a sus empresarios, así como a todos los ciudadanos norteamericanos, el repliegue de toda industria que se encuentrase operando en el extranjero por motivos de competitividad. Una apuesta que, si vemos el mensaje que emiten muchos miembros de la sociedad civil, así como cargos políticos electos, parece haber calado en la sociedad.

Una apuesta arriesgada (y cara)

El comercio, con una contribución al producto interior bruto (PIB) mundial del 60%, se posiciona como uno de los principales motores de crecimiento económico. De hecho, podemos decir que más de la mitad de la economía mundial se encuentra plenamente supeditada al comercio, por lo que ningunear su importancia, técnicamente, es un error. De hecho, si tuviésemos en cuenta su contribución indirecta, el 60% anteriormente mencionado no sería más que un aperitivo para la cifra que nos quedaría tras hacer los cálculos y mostrar el cómputo absoluto.

En este sentido, estamos ante una situación muy complicada. El Coronavirus, en un escenario en el que el comercio se mostraba ya delicado por la guerra comercial, se ha interpuesto en el crecimiento del comercio global, paralizando toda actividad comercial que, hasta entonces, se estaba desarrollando. Una situación que ha dado mucho de qué hablar, máxime en un escenario en el que la escasez de recursos, en cierta forma, estaba precedida por la incapacidad de comprar material sanitario a los países asiáticos, así como la capacidad de exportar el material comprado en un escenario de bloqueos fronterizos.

Una situación que muchos expertos han calificado como la desglobalización, pues si añadimos el miedo que el Coronavirus ha generado en la sociedad global, estamos ante una situación en la que la interconexión entre países se ha vuelto una práctica que, pese a estar muy inculcada en nuestra sociedad actual, parece errónea en la mente del “ciudadano post COVID”. Y es que, la globalización se ha visto duramente cuestionada ante la incapacidad de dar una explicación razonable sobre la deslocalización de las cadenas de producción en el exterior y la incapacidad de contar con material sanitario en muchos países que, a diferencia de China, no presentaban industria de esta tipología.

Leyendo muchos análisis geopolíticos, China ha dado un palmazo encima de la mesa, imponiéndose a Estados Unidos en el liderazgo de una respuesta global que calme al orden mundial. Por su parte, Estados Unidos ha jugado un papel secundario en la gestión de esta crisis, con una pandemia que se cebaba con la ciudad de Nueva York y que ni el mismísimo Donald Trump podía parar. Una situación que, en clave geopolítica, suscitaba la hipótesis, así como la posibilidad, de que Estados Unidos perdiese esa destacada importancia en el organigrama global, dejando paso a China como un nuevo candidato para el liderazgo de la economía global.

Una hipótesis que Estados Unidos contempló como una clara amenaza, dejando claro el mensaje de que el virus era un producto “made in China”, esperando que la sociedad lo replicase tal y como esperaba él esperaba. Situación que no solo ha deteriorado las relaciones multilaterales que mantenían los países, sino que han provocado el que, como decíamos al inicio, muchos mensajes proteccionistas que, anteriormente, eran vistos como un mensaje erróneo y equivocado, hoy sean vistos como una opción viable, en un escenario en el que una pandemia, ante la gran posibilidad de que no se produzca ese repliegue en las cadenas de producción, dejaría desabastecido al resto del mundo no productor.

Para finalizar, debemos subrayar la importancia de no caer en dogmas equivocados que podrían llevarnos a situaciones más complejas para la economía global. Es decir, acabar con un fenómeno que, contribuyendo al PIB mundial con un del 60% (como muestra el dato del Banco Mundial), se ha convertido en una falsa amenaza es una apuesta, más que arriesgada e incluso muy cara e inasumible para muchas economías. Estamos hablando de economías que dependen íntegramente del comercio y que se verían drásticamente afectadas con una solución proteccionista. 

Estamos de acuerdo que debemos cambiar muchas cosas, debemos mejorar, incluso reformar cosas que, a priori, no se consideraban. Pero, al margen, debemos seguir apostando por el crecimiento y la integración económica. Pues ya no estamos hablando de un aporte económico, sino un aporte que, contando con los intangibles, ha pronunciado el progreso de la sociedad, así como del desarrollo humano.

 

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