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Por El Buen fin discriminan a tercera edad con medidas mal aplicadas

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Teresa Gil

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Económica más que de salud parece ser la medida impuesta por los organizadores de El Buen Fin, al aplicar represión contra sectores vulnerables de la sociedad, que no están excluidos totalmente por la normativa de la Secretaría de Salud. Muchas quejas se han presentado, sobre todo en estados norteños, contra gobiernos que avalan esa medida empresarial. La estrategia de El Buen Fin tiene como propósito liberar grandes cantidades de mercancía sobre todo electrónica, artículos en cierta manera caros que no incluyen la cotidianidad de las compras. Sacar de ese universo de compradores a los que no tienen suficientes recursos es una jugada necesaria para dar entrada a los que sí pueden adquirir esos productos. Los postergados son los que se mencionan como preferenciales en los Lineamientos, normas, guías y /o protocolos que publicó en mayo el gobierno de la CDMX pero que funcionan de manera similar en otros estados: tercera edad desde 60 años, mujeres embarazadas, lactantes, discapacitados y personas que tengan algún mal crónico.  La Confederación Nacional de Cámaras de Comercio, Servicios y Turismo, en voz de su líder José Manuel López, informó que debido a las medidas sanitarias y de protección a la salud se restringirá entre 30  y 50 por ciento la asistencia, de acuerdo con la situación que cada estado tenga en el semáforo vigente. En esa restricción, han estado entrando desde hace días los señalados como preferenciales y las quejas abundan en las redes.

 

 

NO HAY PROHIBICIÓN FEDERAL; SÓLO MEDIDAS RESTRICTIVAS DE FLUJO CONTINUO

Las quejas que se están presentando sobre las medidas discriminatorias contra los adultos mayores y los sectores de preferencia mencionan a tiendas como Costco, Sam, otras tiendas de autoservicio y departamentales. Desde hace meses, en algunas de ellas como Soriana han fijado en cartelones de entrada la selección del ingreso y, en el caso de la tercera edad, se menciona a una persona por turno. En otras tiendas, se han fijado horarios específicos diarios. De todas maneras, el trato es deficiente y en eso debería de estar más atento el INAPAM ya que, si bien se instalan cajas especiales, no siempre funcionan y en las cajas normales cuesta trabajo que los cajeros ayuden a los ancianos a mover del carrito, cuando sus compras son de artículos pesados como garrafones de agua, por ejemplo. Las medidas de la CDMX publicadas en su gaceta incluyen 47 destinatarios de todo tipo y funcionamiento y en las señaladas a las tiendas de autoservicio y departamentales, se están fincando las cámaras de comercio para actuar en su Buen Fin. Lo mismo debe pasar en las otras entidades. Nada más que el desalojo anterior al evento y durante éste de los sectores mencionados, debe ser revisado para que el flujo, guardando todas las precauciones, sea el cotidiano. Que se sepa, hasta este momento no estamos en toque de queda, ni en suspensión de garantías.

 

PLATÓN, VIRGILIO Y AMPARO MONTES

La caída de un libro, los diálogos de Platón, de uno de mis libreros, no sé por qué me hizo pensar en Amparo Montes, la cantante. Quizá estaba pensando en una frase que me dijo, cuando la entrevisté, allá a mediados del año dos mil, casi dos años antes de que falleciera en 2002. Era entonces una persona de la tercera edad que dedicaba su vida a donar su voz en las canciones de grandes compositores mexicanos, dos ellos Agustín Lara y Gonzalo Curiel. Chiapaneca de origen, llegó a la ciudad de México con la ilusión de triunfar en aquel viejo romanticismo de la canción que, tardía, desparramaba la radio mexicana. Su voz sensual causó impacto y todavía antes de su muerte, alegraba la vida de sus  parroquianos, en la que se llamaba La Cueva de Amparo Montes.  Me encontré en la entrevista con una mujer alegre, llena de vida, que no exhibía los 80 años de vida que cargaba. Me llamó siempre hija, preciosa y me llevó a su cocina a preparar café y a confesar que la música de entonces no le gustaba, pero que, en la insistencia de escucharla y tararearla, llegaba a tomarle gusto. Lo dijo y tarareó una balada de moda. En su biografía, Mi vida (Edamex 1988), un libro en el que habla de su trayectoria y los personajes que conoció, muestra sobre todo muchas fotografías de personas famosas que fueron sus amigas y cuenta el recorrido de sus éxitos.  Recordando a los millones de ancianos que transitan por México, ya cargadas sus espaldas, y que reciben el desprecio por su edad como es el caso que inicia esta crónica, reproduzco una frase breve que me dijo y que también aparece en su libro. Una frase que demuestra la hondura que se esconde en muchos de esos seres, a los que simplemente se llama viejos.  En uno de sus viajes a Europa, Amparo dijo que había pasado tan feliz en aquel viejo continente, porque “He cumplido todos los caprichos que mi imaginación pintaba: pararme en la parte del piso de un mercado que contiene un pedazo de lo que fuera la casa de Platón, ver la firma de Virgilio y recorrer el Vaticano, donde tantos siglos de historia y belleza se condensan”. Esa fue y muchos aún son, nuestros valiosos ancianos.

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