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Deontología de la prensa y las redes sociales V/V

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La Costumbre del Poder

*En las escuelas de periodismo y ciencia política, en las facultades de filosofía, entre periodistas y editorialistas, debiera estarse creando el proyecto de la deontología del periodismo como garante de la libertad de expresión, para que los órganos privados de comunicación, las redes sociales, cumplan la verdadera función constitucional del artículo sexto, aunque saque de su reducido quicio a los hombres del gran poder

 

 

A Ignacio Morales Lechuga, Priscilla Pacheco Romero y José Manuel Cuéllar Moreno

 

Gregorio Ortega Molina

 

Tengo la certeza de que los mexicanos, los medios, las redes pueden vivir, y mejor, sin el ruido de las mañaneras. Es necesario recordar la frase de Fidel Velázquez al momento de la cargada en favor de Miguel de la Madrid: Es mucho ruido.

     Lord Molécula es el epítome de lo que sucede en el salón de la Tesorería. La acusación que pesa sobre Jesús Esquivel define el verdadero perfil de la libertad de expresión y la estrategia de comunicación de este gobierno. No hay mejor acabado ejercicio de simulación. Nos llevan a la extrema derecha, pues los gobiernos de un solo hombre se confunden en los extremos de las posiciones ideológicas y ofrecen un único resultado -por más tiempo que tarde en llegar, como en Rusia-, la creación de una nueva élite económica, el perfeccionamiento de la reingeniería social.

     La ausencia de una deontología para el periodismo y las redes sociales contribuye a que así suceda. Se cuentan con los dedos de una mano los medios que se esfuerzan por mantener su independencia y reafirmarse en su compromiso con la sociedad. A toda oportunidad que se presenta, los denuestan durante las supuestas conferencias de prensa, que no son sino soliloquios destinados a imponer una deformada percepción de lo que realmente ocurre en nuestra patria.

     Lo entiendo, la casi totalidad de los propietarios de los medios nacionales y locales son empresarios y no periodistas. Si al inicio fueron fundados, administrados y dirigidos por auténticos periodistas, con el tiempo eso dejó de suceder.

     Claro, en México hay muchos empresarios con conciencia social, preocupados por el país y sinceramente ocupados en intentar resolver los problemas de los mexicanos que trabajan para ellos, pero a muy pocos les pica el gusano de la comunicación, porque desconocen que la información puntual y sin dobleces es exitosa arma de democracia y capaz de contribuir a que los hombres que no merecen estar al mando, renuncien, como ocurrió en el emblemático caso de Richard M. Nixon y su confrontación con The Washington Post.

     Cierto que la prensa no tiene como función destituir presidentes, pero sí es su tarea fundamental denunciar los abusos de poder y las simulaciones, ser las auténticas defensorías de los derechos humanos, para que los gobernantes se cuiden de las palabras y los actos de engaño, y se sirvan de la renta fiscal para torcer voluntades.

     En las escuelas de periodismo y ciencia política, en las facultades de filosofía, entre periodistas y editorialistas, debiera estarse creando el proyecto de la deontología del periodismo como garante de la libertad de expresión, para que los órganos privados de comunicación, las redes sociales, cumplan la verdadera función constitucional del artículo sexto, aunque saque de su reducido quicio a los hombres del gran poder.

     No se trata de inventar el hilo negro, sino que los gobernantes se alejen de su desmesurado deseo de controlar a la prensa y administrar las redes sociales en beneficio de su poder.

 

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Romo, outsourcing y el doble lenguaje de AMLO
Nadie de buenas entendederas puede estar a favor del outsourcing. La lucha de Napito es legítima en su esencia. AMLO debió respaldarla desde el principio, incluso cuando el horno de la relación con los empresarios no estaba para bollos.
     Pero el presidente del México bueno y sabio, como es habitual en él, eligió el camino del doble lenguaje y para ello se sirvió de Alfonso Romo. No quiso dar la batalla porque tenía enfrente la firma del T-MEC. Se engañó a él mismo, a los empresarios mexicanos, de Estados Unidos y de Canadá, y a las autoridades laborales de los tres países.
     Ahora, ante la necesidad electoral apremiante que tiene enfrente, decide hacer la reforma que se necesitaba hace muchos años, porque el outsourcing, por donde quiere que se le vea, es un atraco fiscal y un despojo a los trabajadores en sus derechos laborales.
     Lo que buen número de empresarios nacionales le reclaman es ese doble lenguaje del no, pero sí… repite su proceder aplicado frente al AICM. Hará hasta lo imposible por conservar la Cámara de Diputados. Por lo pronto ya sacrificó a Romo, y romperá lanzas con los empresarios.
     Nunca es buen momento para un cambio político, insisto, lo que no se aguantan los empresarios es el engaño
.

www.gregorioortega.blog                              @OrtegaGregorio

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